¿Veremos unos vagones maltrechos pero sin viajeros, sacrificados y excluidos en favor de una economía que ha ido fagocitando sus proyectos de vida para poder avanzar?
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En el artículo anterior indicaba que a pesar de la supuesta recuperación que el Gobierno de España nos pretende vender, los datos sobre la que se sustenta nos obliga a ir con mucha cautela. Factores como la transformación del empacho del ladrillo de la banca tras la burbuja inmobiliaria en deuda pública en una operación inédita y dilatada en el tiempo de socialización de pérdidas, la fuerte devaluación interna, una demanda interna deprimida y una entrada de capital que apenas tiene reflejo en el avance de la economía productiva no parecen ser unos mimbres sólidos sobre los que edificar la recuperación económica.
Los indicadores de confianza del consumidor y confianza empresarial crecen pero no al ritmo del indicador adelantado de la OCDE y no a la velocidad que el Gobierno necesita de cara a las próximas elecciones europeas donde se espera un fuerte varapalo en las urnas.
En este artículo, la pregunta que nos formulamos es, cuando salgamos de la crisis, ¿cómo lo haremos? ¿Qué quedará de nuestro Estado del bienestar?
Si en el artículo anterior analizábamos indicadores adelantados, en esta ocasión debemos acudir a indicadores retardados que sean respuesta de lo ya transcurrido para así poder dibujar el panorama futuro.
Si observamos uno de los indicadores retardados más importantes como es la tasa de desempleo, la respuesta no es que sea muy buena. En España, el desempleo muestra unas cifras nada halagüeñas y que no invitan a la confianza ni al optimismo.
La tasa de paro de la Encuesta de Población Activa cierra el año 2013 por encima del 26% y aunque el paro registrado que calcula el Ministerio ha mostrado un descenso, lo que se aprecia es que estas reducciones del desempleo no son acompañadas por altas en la seguridad social, es decir, no aumenta la ocupación. No se crean puestos de trabajo netos. De hecho en el 2013 la ocupación ha descendido en 200.00 personas y desde el 2007 la reducción de la población ocupada ha sido de un 18,16%.
Esto revela la triste realidad de las variaciones en la población activa debidas a la emigración de jóvenes altamente preparados y la enquistada bolsa de desempleados de larga duración, de más de dos años, que al no disponer del derecho a percibir una prestación por desempleo no acuden a las oficinas de registro y acaban por no computar. En España, uno de cada cinco parados (21,7%) lleva más de dos años en esta situación. En regiones como la de Murcia este porcentaje de desempleo de muy larga duración asciende a un terrible 40%, dos de cada cinco desempleados.
Pero en medio de este panorama, la presidenta del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde , a pesar de haber revisado al alza las previsiones de crecimiento de España para el 2014, ha insistido en la necesidad de una reducción salarial de cara a reducir el desempleo. Tal como indiqué en el artículo “La reducción salarial del 10% y la elegancia de las papeleras” dado que España ya ha sufrido una reducción salarial en términos reales del 7% y el desempleo no ha respondido, no parece sensato que lo vaya a hacer ahora con la advertencia del FMI.
Para entender la lógica que subyace a esta solicitud casi sádica de Christine Lagarde a la castigada sociedad española, es necesario comprender la visión actual neoliberal del desarrollo económico. Ésta consiste en que una vez los mercados funcionen a pleno pulmón rebosarán y derramarán suficientes excedentes para que en el mejor de los casos lo social se pueda recuperar. Es así que se justifica el sentido subyugado de lo social a los mercados, de forma que en lugar de tener mercados como instrumentos para el bien social, se invierten los papeles y es lo social lo que se instrumentaliza para sacralizar los mercados.
El derrame de los mercados podría llegar a ser positivo si realmente fuera cierto. El problema consiste en que es discutible la veracidad de facto de este derrame. Este mes de enero, Intermón Oxfam ha publicado su informe Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica en el que constatan el crecimiento de la desigualdad y cómo los rescates públicos han sido aprovechados por grandes inversores. En el caso de España la desigualdad alcanzó, en el 2012, su cota máxima, convirtiéndose en el segundo país europeo, por detrás de Letonia, con mayor desigualdad económica. Además, el informe destaca que “la crisis económica, financiera, política y social que padece España hoy tiene buena parte de su origen precisamente en esas dinámicas perniciosas donde el interés público y los procesos democráticos han sido secuestrados por los intereses de una minoría, mientras la ciudadanía permanecía mayoritariamente al margen de la situación, renunciando a vigilar la acción del poder frente a sus derechos. Las medidas adoptadas desde 2010 para hacer frente a la crisis responden también a la misma inercia de abandono del interés público” Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica Reflexiones para España. Intermón Oxfam.
En suma, en época de vacas flacas, son las capas más pobres las más castigadas, mientras que en época de vacas gordas, las élites son las más beneficiadas. Y es más, a nadie se le escapa que los supuestos derramamientos positivos en la burbuja inmobiliaria a las clases modestas, la están pagando a crédito y, al cabo, las restricciones crediticias y de liquidez de los más pobres, que antaño simularon desaparecer, se han reforzado con creces.
Y es que esta visión del desarrollo centrada estrictamente en conseguir que la locomotora vaya cada vez más rápido, como en la película de los Hermanos Marx, conlleva sacrificar la madera de los vagones de cola. Y se entroniza el tremendo cinismo paternalista de recortar por el bien del país. Al grito de ¡Traed madera! se recortan libertades y derechos sociales para el correcto funcionamiento de los mercados; se desahucian familias pero se dan cuantiosas ayudas a los bancos, se incrementa los impuestos pero se realiza una vergonzosa amnistía fiscal, se reducen las ayudas en educación, en sanidad y en atención a la dependencia y, por otro lado, se aprueban normativas que blindan las cuentas de resultados de granes oligopolios.
Poco a poco, es posible que a base de quitar la madera de los vagones de cola, los pasajeros vayan cayendo del tren consolidándose entonces una economía de exclusión. Posiblemente, antes de alcanzar la estación de la recuperación económica, al echar la vista atrás, se vea el panorama desolador del tren de los Hermanos Marx. Veremos entonces unos vagones maltrechos pero sin viajeros, sacrificados y excluidos en favor de una economía que ha ido fagocitando sus proyectos de vida para poder avanzar… Ese día lo habremos retrocedido todo.