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¿Drogas ligeras? El ascensor con el que bajé al infierno

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Avvenire - publicado el 15/01/14
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El porro daña el cerebro… Un chico de Roma cuenta su experiencia“A los 12 años los primeros cigarrillos y los primeros hurtos del monedero de mamá. Y como un juego, el primer porro. Crees que puedes dejarlo cuando quieras, pero poco a poco no puedes prescindir de él. Finalmente llega la monotonía y de las drogas ‘ligeras’ pasas a las duras. Mientras tanto, las ligeras ya te han dañado el cerebro…”
 
Salvatore Nica habla el dialecto romano de los suburbios y no tiene ninguna gana de debates ideológicos: “¿El cannabis no hace mal? Quema el cerebro y crea dependencia, lo ha probado la medicina. Yo también lo he probado, pero como conejillo de Indias”. Él está seguro, liberalizar las drogas ‘ligeras’ significa decir a los jóvenes “es lícito” y facilitar su adquisición quiere decir llevar la tentación también a los menos atrevidos.
 
Salvatore nació en Roma en 1979 de una mamá de 17 años y de un papá de 19. “Económicamente no nos faltaba nada, solo que a menudo en casa había escenas de violencia y yo sufría muchísimo, lo cual no justifica lo que hice después”, aclara en seguida. El deseo más fuerte era el de “una relación verdadera con mi padre, que nunca ha existido, pues después, creciendo, llegamos a compromisos…” A los 12 años Salvatore dijo adiós al oratorio por los grandes amigos que le dieron el porro: “Me engañaba a mi mismo con que podía dejarlo cuando quería pero no era así, ese dolor que tenía dentro, la sustancia lo anestesiaba. A los 15 años con las pastillas y la cocaína no me escuchaba a mi mismo y era más alegre, incluso eufórico…”. Pero no era bastante, y entonces llegó la heroína, los atracos y a los 16 años la primera cárcel. Mientras tanto seguía sus pasos también Robertino, nacido dos años después de él, y la droga ya no era “ligera”, al contrario, “cuando empecé con la heroína dejé las demás sustancias porque ella de apaga el alma, se convierte en tu compañera, se queda con todo. Entre los 16 y los 24 años, ella fue yo”.
 
Y sin embargo, algo resiste del Salvatore sensible y delicado, en alguna parte, y cuando en alternativa a la cárcel de menores puede elegir el trabajo y el voluntariado, “pedí estar con los niños sin familia, con las monjas de Anagni. Sor Teresa fue la primera a la que abrí el corazón y ella me hablaba de Dios. Pero después de un año, la experiencia con las monjas terminó”. Quedaba la heroína y una novia dispuesta a todo para salvarlo, “una chica buenísima que perdió detrás de mi sus mejores años”, admite Salvatore sin descuentos ni coartadas.
 
El remolino baja aún más, entre la muerte por sobredosis de su mejor amigo y un cáncer interior que devora el alma de los dos hermanos, cada vez más ricos e infelices. “El giro de clientes iba viento en popa – continua Salvatore –. Hasta que la Nochevieja del 2003 la pasamos los dos juntos, en la desesperación, sin sentido. Nos habíamos colocado para toda la noche. La mañana del 31 Roberto tuvo una sobredosis, lo reanimé e ingresó en el hospital. Yo me quedé solo la Nochevieja”. Y en la soledad lanzó su reto a Dios, “si es verdad que existes, baja, demuéstramelo”.
 
Y para ver “si existe”, Salvatore llama a la puerta de la comunidad “Nuovi Orizzonti” fundada por Chiara Amirante y tiene el primer coloquio con el centro de primera acogida 'Arcobaleno', donde el responsable, Tommaso, lo sorprende con un Dios que ama incondicionalmente: “Era como si me hubieran disparado. Dejé a Roberto y entré con todo mi bagaje de desafío a Dios”. De la calle, donde nadie te da nada por nada, al amor gratuito y desconcertante de quien le dice que no se preocupe si ante el Santísimo en la capilla Salvatore se deshace en lágrimas porque “este es Dios que te acaricia”.
 
Estos están locos, piensa Salvatore, pero se queda y encuentra una paz desconocida. “Tenían razón, era la caricia de Dios, que hoy veo en los ojos de mi mujer Gabriella y de nuestros dos hijos”. Con Gabriella, voluntaria en Nuovi Orizzonti, se casó hace 5 años, y hoy en Belluno son la familia de apoyo para la Cittadella Cielo, donde otros jóvenes encuentran la esperanza. ¿Y Roberto? “Hasta hace un año sólo podía rezar por él. Hoy está en una comunidad terapéutica de Nuovi Orizzonti y sé que tiene sus buenos llantos; porque si Dios te coge, te coge entero”.
 
Por Lucia Bellaspiga, artículo publicado en Avvenire
 

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