El obispo de Minas ante la reciente aprobación de la ley que legaliza el uso de la marihuana
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El Obispo de Minas, Mons. Jaime Fuentes, opinó en su blog (www.desdelverdun.org) sobre la recientemente aprobada ley que legaliza el uso de la marihuana y plantea los retos que implica para la Iglesia y las familias esta nueva iniciativa impulsada por el Gobierno y votada por sus parlamentarios.
“Por la familia todo es poco”, es la consigna que propone el Obispo como alternativa antes las leyes que, vaticina, conducirán al hundimiento de la familia uruguaya.
¿SUICIDIO O HARAKIRI?
Fumata con olor a marihuana; esto fue la votación de ayer. Y me vino a la memoria un comentario de mi amigo y condiscípulo en Navarra, Luis Foix, que en 1982, cuando la locura de la guerra de las Malvinas, era el corresponsal del diario La Vanguardia en Londres. A él le tocó viajar a Argentina a cubrir la información.
Llegó el periodista a Buenos Aires y percibió que la opinión pública porteña estaba bastante desinformada…, hasta el punto de que en una reunión con universitarios (“¡se la vamo a dar a los ingleses, se la vamo a dar!”, oyó) no pudo menos que exclamar:
– ¿Vosotros conocéis la flota que está preparando Inglaterra?… Pienso que tenéis dos posibilidades: la primera, ¡suicidaros!; la segunda…, ¡haceros el harakiri!
En este “day after”, necesariamente se suman, a la votación de ayer, la legalización y promoción del aborto; la equiparación legal de las uniones homosexuales con el matrimonio y la fecundación artificial en todas sus formas, leyes que, como escribí más de una vez, llevarán a que la familia uruguaya se hunda como hundieron los ingleses al Capitán Belgrano.
Entonces, ¿qué elegimos: el suicidio o el harakiri? Hay una tercera opción (segunda, mejor dicho), entusiasmante, que podría resumirse en un slogan: Por la familia todo es poco.
Lo cual quiere decir que es necesario multiplicar las iniciativas para ayudar a los matrimonios jóvenes antes de que lleguen las dificultades; que hace falta enseñar a los chicos y chicas adolescentes el valor de la fidelidad en todos los órdenes; que hay que decidirse a no tener miedo de decirles que lo blanco es blanco y lo negro, negro; que es necesario que los papás y las mamás asuman su deber de dar la información sexual a sus hijos, y que no permitan que les pudran el coco enseñándoles cómo hacer el “sexo seguro”; que hace falta… un largo etcétera.
Hace un mes y pico casé a Rosina y Nicolás; en dos semanas lo harán José y Pilar. Son dos parejas de novios, que me consta que “la tienen clara”. Tanto que están dispuestos a darlo todo –a darse del todo- porque por la familia todo es poco.
No están solos en el empeño, también me consta. Hay, como ellas, muchas parejas más que no quieren saber nada con los “derechos” de abortar los hijos, de cultivar marihuana o de integrar un club de faloperos. Están dispuestos a romperse todo por la familia, por la que ellos quieren formar. Hay que apoyarlos con entusiasmo: se encuentran en la primera fila de una guerra que hay que ganar. O sí, o sí
Fuente: www.desdelverdun.org
Artículo publicado originalmente por Conferencia Episcopal del Uruguay