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Martirio del clero polaco: de cara a la muerte, mirando al cielo

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Gerardo Rodríguez - publicado el 11/12/13
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La historia de dos sacerdotes represaliados por los nazis

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Antes de que el clero polaco languideciera en los campos de concentración y que en los mismos se inscribiera una gloriosa página de martirio, es necesario no olvidar lo que significó para la iglesia polaca los días de la invasión y los primeros meses de ocupación. A ellos en primer lugar queremos rendir homenaje porque también merecen justamente la palma del martirio.
 
También es necesario subrayar que la violencia y la furia homicida no sólo se propagó como fuego devorador con el aparato represivo de la Gestapo y de las SS. Hay que hablar también de los alemanes étnicos o Volksdeutsches. Es cierto que en los días posteriores a la invasión se instrumentó una breve campaña polaca de odio donde se saquearon casas y granjas alemanas y quizá 5.000 alemanes fueron asesinados. Adolf Hitler inmediatamente mandó elevar la cifra a 50.000. Todo esto contribuyó a aventar las llamas del odio.
 
Tan pronto como había pasado el ejército alemán, los hombres de la minoría alemana se reunían en milicias de voluntarios que pronto degeneraban en bandas merodeadoras dedicadas a matar polacos. Finalmente Heinrich Himmler decidió situar estas unidades de autodefensa (Selbstschutz en alemán) bajo el control de las SS. Tenían que servir como fuerza de policía auxiliar pero algunas siguieron con un desenfreno tan asesino que el mismísimo Reinchard Heydrich se quejó de “ciertos intolerables e incontrolados actos de venganza”. Y no era precisamente una persona que tuviera escrúpulos morales, quizá le preocupaba la falta de disciplina…
 
Las historias que aquí se presentan se inscriben en este marco histórico.
 
El incendio del granero y la muerte del comisionado municipal de Piastoszyn Hugo Fritz, fueron la causa de la represión del ocupante. A última hora de la tarde (21 de octubre de 1939) el comisionado regresó a su casa borracho, dejó en el granero un cigarro encendido, después de lo cual conmocionado por el fuego que invadía las dependencias de la granja de repente murió
 
Las autoridades alemanas le atribuyeron a los polacos la culpa del incendio. En represalia inmediatamente arrestaron a diez personas, exponiendo las denuncias ante un tribunal militar creado ad hoc, el cual no encontró culpa alguna en ellos y ordenó liberarlos. Era el 23 de octubre de 1939.
 
Heinrich Mocek, el inspector del Selbstschutz de Tuchola, se enteró de la decisión del tribunal militar, ordenó arrestar nuevamente a los liberados, y además de ellos también a otros 40 polacos residentes de Tuchola y pueblos vecinos. Luego ordenó que cada tres días sean fusilados 40 polacos, hasta que se encuentre al autor del incendio. En cada una de las ejecuciones mandó traer a otros diez polacos detenidos en calidad de testigos, para luego ponerlos en libertad en tres días con el fin de encontrar al pirómano. En el caso de no encontrar al culpable del incendio, los convocados serían los primeros de la siguiente ejecución.
 
El 24 de octubre de 1939 unos soldados de la Wehrmacht condujeron a Rudzki Most, una zona boscosa en las afueras de Tuchola, al primer grupo de condenados. Antes de que sean fusilados, quien supervisaba la ejecución, el hombre de las SS Ernst Gehrt dijo en polaco, que por culpa de los polacos murió uno de los mejores alemanes de la zona Hugo Fritz de Piastoszyn, y la causa de su muerte fue el incendio de su granero provocado por los polacos. Si se encuentra al polaco culpable de estos lamentables incidentes, los otros detenidos serán liberados, de lo contrario todos serán fusilados. Agregó que las ejecuciones continuarán tanto tiempo hasta que se encuentre al pirómano.
 
Ante estas palabras el padre Francisco Nogalski salió de la fila declarando que él es culpable del incendio, por lo tanto los otros son inocentes y deben ser puestos en libertad. Claramente irritado Ernst Gehrt dijo: "Este cura maldito busca excusas y se esfuerza de que todos sean puestos en libertad. Tenemos que colgarlo." Comenzó frenéticamente a buscar un árbol adecuado… al no encontrarlo decidió que sea fusilado en primer lugar por seis miembros del Selbstschutz.
 
Así sucedió, la sentencia se ejecutó.
 
El sacrificio del sacerdote no salvó a los 45 presos restantes, que también fueron fusilados. Entre los muertos de ese día también se encontraba el padre Konrad Piatkowski, párroco de Dąbrówka.
 
Pasaron tres días… Tuvo lugar una nueva ejecución porque el autor del incendio no apareció, ni tampoco iba a aparecer…
 
Y aquí nos encontramos con la figura del padre Pedro Sosnowski.
 
Su comportamiento en el momento de la detención y en la hora de la muerte es un ejemplo de fidelidad y confianza en la Divina Providencia. Fue arrestado el 26 de octubre de 1939 en su casa parroquial de Bysław. Lo trasladaron a la prisión de Tuchola, donde por la noche confesó a sus compañeros de prisión, y rezó junto con ellos. Al día siguiente llegaron dos camiones para trasladar a los prisioneros.
 
Un testigo presencial de la ejecución, describe en sus memorias, como en el momento de salir de la prisión de Tuchola junto a 32 hombres detenidos en Bysław, reconoció al sacerdote Pedro Sosnowski. Estaba solo en el camión, se arrodilló y oró. Luego saludó a sus feligreses, dándoles a cada uno la mano. Los feligreses preguntaron a su pastor, hacia dónde serían trasladados por los alemanes. Estaban convencidos de que iban a trabajar. – A la muerte – fue la respuesta del Padre. Sosnowski, quien animó a todos al arrepentimiento y a la confesión.
 
Algunos de los hombres detenidos le propusieron reducir la escolta y escapar. Y también parece que el chofer del camión era de la misma idea ya que éste se detenía de vez en cuando. El conductor, al parecer un polaco, se bajó e hizo como que estaba reparándolo, dando señales con su mirada para desarmar a los únicos dos guardias y huir. El sacerdote se opuso terminantemente a esta propuesta, porque era consciente de que tal acto desencadenaría represalias y persecuciones. De repente el camión se desvió hacia el bosque.
 

Al llegar a Rudzki Most, colocaron a los prisioneros en dos filas y designaron a 20 hombres para cavar una fosa, entre ellos el Padre Sosnowski. El lugar ya estaba seleccionado, un espacio medido de forma cuadrada.
 
Mientras cavaban la tumba el sacerdote exhortaba constantemente a rezar y prepararse para la muerte. “Lo que nos mantendrá firmes frente al fusil que apuntará a nuestro pecho será la mirada que dirijamos al cielo y nuestra oración: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Él miró al cielo una vez más… “¡Oh mi Dios me arrepiento de todos mis pecados, los que recuerdo y no recuerdo!” Y luego trazando sobre los condenados el signo de la cruz pronunció la fórmula de la absolución general: “Yo los absuelvo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
 
¡Que se derrame nuestra sangre por la Fe y por la Patria!
 
Cuando terminaron de cavar la fosa comenzó la ejecución. Los polacos fueron fusilados en grupos de seis personas. El sacerdote extendió su mano sobre cada ejecución trazando el signo de la cruz. Después de cada ejecución uno de los nazis le daba a cada uno el tiro de gracia. Por último le llegó el turno al sacerdote. Permaneció erguido, entre los fusilados, a quienes preparó cuidadosamente para morir. Ahora él mismo está preparado para ello, lleno de confianza en la misericordia de Dios. Los testimonios refieren que por orden del hombre de las SS Ernst Gehrt de Tuchola, perteneciente al Selbstschutz, tres nazis le apuntaron. Uno disparó al corazón, y los otros dos a los ojos. Luego también para el sacerdote llegó el schiesslos, el tiro de gracia.
 
Hubo más ejecuciones en Rudzki Most: el 30 de octubre y tres más en noviembre 2 , 6 y 10. En cada ejecución fueron asesinados alrededor de 45 polacos.
 
Durante los seis ejecuciones en Rudzki Most los miembros del Selbstschutz asesinaron un total de 270 personas. Entre los muertos se encontraban: sacerdotes, maestros, guardabosques , agricultores, comerciantes , artesanos, ferroviarios , policías y carteros.
 
Todos eran inocentes. La excusa para estas ejecuciones fue el incendio de un granero y la muerte del dueño del mismo. Un incendió que ningún polaco inició, y una muerte que ningún polaco ejecutó..
 
En abril de 1965 Heinrich Mocek (también responsable de los asesinatos en Chojnice, en el lugar llamado "Valle de la Muerte") fue condenado a cadena perpetua por un tribunal de Alemania Occidental.
 
Breves datos biográficos
 
El padre Francisco Nogalski nació en Wąbrzeźno el 16 de enero de 1911. Su padre Francisco era albañil y su madre se llamaba Victoria Lewandowska. Estudió en la escuela local y luego ingresó al seminario de Pelplin. Fue ordenado sacerdote el 11 de junio de 1938. Fue enviado como vicario a la parroquia de Raciąż. Allí lo encontró la II Guerra Mundial. Cuando murió tenía 28 años.
 
El padre Pedro Sosnowski nació el 19 de enero de 1899 en Bielczyny en el distrito de Torun, siendo sus padres Ignacio y Bárbara Kaminska. Muy pronto murieron sus padres, y después de esta pérdida, fue criado por su hermano mayor Pablo. Fue alumno del Colegio Mariano de Pelplin (1911-1916), y más tarde estudió en la escuela de gramática en Chelmno. Después de pasar el examen del bachillerato entró en el seminario de Pelplin, donde fue ordenado sacerdote el 17 de junio de 1923. Fue nombrado vicario en la parroquia de Sypniewo. El 1 de agosto de 1925 se trasladó a Pelplin y allí fue profesor de idioma polaco en el Colegio Mariano hasta 1934.
 
Supo ganarse el respeto y la estima de sus alumnos. Durante ese tiempo, publicó una serie de libros referidos a la Santísima Virgen. El 14 de diciembre de 1934 fue nombrado párroco de Bysław y decano del decanato de Tuchola. Los que lo recuerdan como párroco hablan de un sacerdote bueno y celoso y que sabía cómo atraer a los fieles a Dios. En la parroquia de Bysław lo encontró la guerra.
 
Ambos pertenecen al segundo grupo de mártires polacos asesinados por odio a la fe durante el nazismo. El proceso diocesano ya ha concluido. Ahora se encuentra en fase romana.
 
 

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