Entrevista con Alicia Peressutti, coordinadora de la asociación civil argentina Vínculos en Red
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Alicia Peressutti es una muy reconocida luchadora social en Argentina, coordinadora nacional de proyectos de la Asociación Civil Vínculos en Red y autora de relatos fuertes, libros de denuncia sobre la trata y el tráfico de personas en las redes de prostitución en Argentina; textos que dejan sin resuello a quien los lee, que cortan el aliento, que nos introducen en un infierno que no quisiéramos jamás ver de frente.
Peressutti ha sufrido en carne propia la furia de las bandas que dejan al desnudo sus libros. Mafia: Redes de muerte; Días de esclavitud; Esclavas; Buscando a Ana; El secreto del General; Lágrimas de sangre…son algunos de los títulos que han minado a las redes de prostitución y han ayudado a salir del infierno a muchas niñas, adolescentes y jóvenes argentinas y de otros países, así como a sanar las heridas de sus familias.
Amiga del Papa Francisco, Peressutti cuenta – con un estilo vehemente y desbordado — sus experiencias en este inframundo al cual muchas jóvenes argentinas, latinoamericanas, se ven obligadas a entrar, ya por la fuerza de la necesidad, ya por el dolor del engaño.
–¿Usted trabaja en una ONG o vive para sacar los secretos de las redes de la trata de personas en Argentina?
Estoy con toda my familia en una ONG chiquita, pero muy significativa: Vínculos en Red. Pero no es un trabajo: es una dedicación de vida. Por cierto, Vínculos en Red ya trabaja a nivel Mercosur, en alianza con otras cuatrocientas organizaciones sociales.
–Uno podría creer que en su país no existe como tal la trata de personas…
Con lo que tenemos trabajado, vivido e investigado, yo te puedo decir que la trata de personas está a la vuelta de nuestra casa. En Villa María, Córdoba, que es donde vivimos, el traslado de una chica de una casa de prostitución a otra fue de una cuadra. Llevamos su caso a la Justicia y pudimos comprobar que sí había sido un caso de trata.
–Muchos pensamos que la trata es llevar a una mujer de un país o de un continente a otro, pero lo que usted dice es algo así como “trata interna”. ¿Es así?
Así es. Se da muchísimo, por ejemplo en Argentina. Es de lo que me ocupo en mis novelas. De casos reales, de chicas que conozco, trata de personas pero también de órganos y tejidos. Yo trabajo con un caso, lo hago novela –para que no nos maten ni a la protagonista ni a mí—y voy hasta el fondo. Igual la mafia siempre sabe.
–¿Cómo sabe usted que ellos saben?
Mira, el año pasado “se suicidó” (o la mataron) la protagonista de uno de mis novelas; Mafia: redes de muerte. Las familias, a veces, tienen tanto miedo que prefieren decir que fue un suicidio, porque no quieren que les pase con más familiares. Callan estos temas. Ella estaba muy relacionada conmigo y en la novela cuento cómo se instala la mafia española en Argentina. Ella era una chiquita que fue víctima del circuito VIP.
–¿Dentro de la trata hay circuitos?
Claro que hay. En la trata para la explotación sexual el circuito VIP es el más costoso. Ahí van los jueces, fiscales, empresarios, políticos… Es carísimo, 800, 900 euros la hora…. ¿Quién puede acceder a ese circuito? Solamente quienes lo pueden pagar. Déjame decirte que hay tres tipos de circuitos diferentes: el VIP, el circuito medio y el de “las ratoneras”, que le llamamos nosotros, que son lugares terribles para el “consumidor” más pobre.
–Perdone la pregunta, pero ¿cuál de los tres circuitos es el de mayores perversiones?
El circuito VIP. Porque ahí está la pornografía infantil, la pedofilia, el trasplante de órganos. Esto último es terrible. Un riñón, en el mercado negro, llega a costar hasta ciento cincuenta mil dólares. Una de mis novelas, Lágrimas de sangre, está basada en un hecho real de tráfico de órganos. Sucede entre Brasil, Paraguay y Argentina. El médico es argentino, la chiquita es de Brasil y la clínica está en Paraguay. El problema de la trata es que hay tanto dinero que todo el mundo se calla. O lo callan.
–Usted acaba de tener una experiencia de trata en la frontera entre Argentina y Bolivia. ¿Podría contarnos lo que sucede en esa parte del mundo?
Estuve 45 horas en un bus, siguiendo las evoluciones en la frontera. Y me di cuenta lo fácil que es pasar a las personas. Ni hablar de drogas. Las fronteras son fácilmente permeables. En una de mis novelas, Días de esclavitud, cuento la historia de dos chiquitas llevadas de Paraguay a Argentina para trata de explotación sexual. Pero en el tema de Bolivia pude confirmar que no existen las fronteras, que la organización de la mafia es enorme.
–¿Dónde está la mafia?
Déjame decirte una cosa: yo antes pensaba que la mafia se arreglaba con los estados. Hoy puedo afirmar que no se arregla, que está dentro de los estados. Pone funcionarios que necesita, corruptos, que le permitan un nivel de impunidad en todo. Eso pasa en el poder judicial, en el ejecutivo y en el legislativo. La policía, ni hablar: es estructural. Trata y drogas van de la mano. Y ambas son estructurales en la policía. Por eso son temas tan difíciles de combatir.
–¿Y sus novelas?
Son la mejor manera de comunicar lo que es la trata. Están como textos en muchas escuelas de Argentina. Aunque debo decir que las escuelas católicas le tienen un poco de “cosita” al tema. Y yo lo que las prevengo es que ahora hay un nuevo circuito en lo que es VIP que mete a la chiquita estudiante. Comienzan por la adicción. La vuelven adicta. No les puede contar a sus padres que es adicta, que necesita dinero para la droga y entra en el circuito. Antes era al revés: se entraba a la droga después de haber entrado en la prostitución. Para “soportar el infierno”, como digo yo. Pero ahora es al revés.
–¿Ha evolucionado entonces el tema de la captación?
Sí, y en todos lados, no nada más en Argentina. Antes eran cosas como el falso noviazgo, los engaños… Ahora es la adicción y el Internet.
–Pasemos a otro tema: ¿qué relación hubo en Argentina entre tu trabajo y el cardenal Bergoglio?
Fue clave. Nosotros hacemos denuncias por ahí a funcionarios y gente del poder. Y el Estado, cuando tú denuncias a un funcionario, no te quiere: no puede separar el hecho que tú denuncias al funcionario y no al Estado. El cardenal fue un sostén para mí. Me salvó la vida porque se sacó fotos para que yo las publicara cuando estaba muy amenazada. Nos ayudó económicamente, pero aparte nos sostuvo en todo. Cuando fue elegido Papa, me largué a llorar y me preguntaba, con un poco de egoísmo de mi parte: ¿y ahora, quién nos va a cuidar; quién nos va a ayudar?
–¿Y ahora como Papa le ayuda a usted?
Mira, la mafia solamente para ante la Iglesia. Solamente ante la Iglesia. Te lo digo convencida. Cuando aparecían las fotos en las que estaba yo con el cardenal Bergoglio era increíble: las amenazas de muerte contra mí se detenían. Él ha leído mis novelas y sé que las aprecia mucho. Yo tengo fe –toda mi vida la he tenido—de que a través de un testimonio y un trabajo como el que estamos haciendo, podamos incidir en políticas públicas y desmantelar las redes de trata.
–Es maravilloso saber que el Papa ha leído sus novelas, pero ¿qué generan en la vida real, en el sub mundo de la mafia, entre la gente?
Te cuento. A partir de las novelas se generan más denuncias. Pero, aparte, tenemos testimonio de muchas docentes, de mucha gente que nos dice “mira, está pasando tal cosa con esta nena; por qué no vienen y la ven”. La gente no confía en la policía, pero sí confía en nosotros. Nos da los datos y nosotros hacemos la denuncia. Pero tenemos muchas necesidades. Necesitamos un lugar dónde alojar a las víctimas. Porque una víctima de trata se lleva de diez a catorce años o quizá toda la vida para ser sanada. Necesitamos mucha ayuda.
Para contactar con Alicia Peressutti: aliciaperssutti@gmail.com