La denuncia del padre Solalinde estremece a México
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La semana pasada, en la ciudad de Reynosa, Tamaulipas, en la frontera con Estados Unidos, fueron rescatados por la Policía Federal mexicana 61 migrantes (entre ellos, 27 hondureños, 20 salvadoreños, 3 guatemaltecos, 3 nicaragüenses y un estadounidense, además de 7 mexicanos) que habían sido secuestrados por bandas del crimen organizado.
En el grupo de las personas privadas de su libertad por los criminales que operan a lo largo del territorio mexicano, interceptando a los migrantes de América Central en tránsito hacia Estados Unidos había 2 niñas de 7 y dos años; un niño de 8, y otros seis menores. La Procuraduría General de la República contabilizó de 2006 a 2011 un total de 687 averiguaciones previas por el delito de secuestro de migrantes, de los cuales más de la mitad (392 casos) fueron reportados en Tamaulipas.
Hasta ahora se creía que el secuestro de los migrantes –casi siempre adultos– era para usarlos como sicarios, previa tortura y amenazas de muerte. Pero podría ser que su destino fuera aún más perverso: podrían ser ejecutados para extirparles órganos y venderlos en el mercado negro de Estados Unidos. A los adultos y a los niños. O bien para convertir a éstos en esclavos sexuales.
La denuncia del Padre Alejandro Solalinde
Hace una semana, al recibir el Premio Juan de Palafox y Mendoza, que otorga el Municipio de Puebla, el padre Alejandro Solalinde, defensor de los derechos de migrantes y quien ha arriesgado su vida para defender a los centroamericanos que van a Estados Unidos en el tren llamado “La Bestia”, hizo una denuncia que ha estremecido a la opinión pública de México: se han encontrado fosas clandestinas una cantidad “escandalosa” de cuerpos de migrantes sin órganos. Esto permite suponer, dijo el padre Solalinde, que “existen organizaciones que usan indocumentados para el tráfico ilegal de órganos ya que tanto este delito como el tráfico de infantes existen”.
Hasta el momento el sitio donde se han encontrado estas fosas clandestinas permanece en secreto, para poder dar con los culpables, pero en opinión del sacerdote católico, es indicativo de que existe tráfico de niños y tráfico de órganos. A menudo es la misma trata: la del niño para extirparle órganos y darlos al mejor postor.
El padre Alejandro Solalinde subrayó que cada vez se encuentran más mujeres y niños entre los viajeros con rumbo a Estados Unidos y calculó que el 40 por ciento de la población migrante está integrada por madres con niños pequeños. “Quiero que se imaginen a una mamá con su bebé en brazos y otros tres o cuatro caminando; me preocupa porque sí hay tráfico de niños, sí hay tráfico de órganos”.
Al ser cuestionado sobre si los cuerpos que fueron hallados sin órganos eran de migrantes el padre Solalinde respondió: “Apuesto lo que quieran a que son migrantes, si fueran de ese estado no creo que sus familias no los reclamaran, sería un escándalo porque son muchos”.
Solalinde informó que los cuerpos encontrados sin órganos “no han sido reclamados, lo que resulta extraño pues la cantidad es alta (…) Es algo muy delicado, que hasta ahora es tabú” y agregó que las organizaciones que trafican órganos humanos “son mafias sofisticadas, que tendrían que operar bajo la complicidad de integrantes” del sistema nacional de salud.
Cabe recordar que cada año cruzan por México hacia el Norte por lo menos 400 mil migrantes provenientes de América Central, sobre todo de Honduras y El Salvador; un poco más atrás de Guatemala y muy al fondo Nicaragua o Panamá. Muchos de ellos logran llegar a la frontera y colarse a Estados Unidos, pero otros no tienen esa fortuna.
Y terminan en los cruceros de las capitales de México, pidiendo dinero para comer, o son enganchados por los criminales, para usarlos como matones a sueldo o como piezas de recambio para la demanda de órganos que crece de forma exponencial en el mundo desarrollado (que no civilizado).