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Melilla: La valla de la muerte y de la vergüenza

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Manuel Bru - publicado el 07/11/13
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Para los alambres y las cuchillas no hay recortes

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Tendríamos que llamarla “la valla de la muerte y de la vergüenza”. No hace muchos días comentábamos que “sólo la tercera fase de la valla de Melilla que incorpora los últimos adelantos tecnológicos, costó al Estado Español en el año 2006 más de 20 millones de euros, dinero con el que se podría facilitar tratamiento contra la malaria a 11 millones de niños africanos”. Quién nos iba a decir que tan sólo unas semanas después la “Valla de la Muerte”, iba a ser de nuevo noticia. No una, sino dos noticias, las dos muy penosas y desagradables:

La primera noticia, publicada el 1 de noviembre, fue que el Gobierno español ha comenzado a instalar el alambre concertina, un alambre con cuchillas, en la Valla de Melilla, que por razones humanitarias fue retirada en el año 2007. También se está instalando la malla anti-trepa, que impide meter los dedos por la misma para subir, causando profundas heridas abiertas en brazos y piernas.

La segunda noticia, dada el 5 de noviembre, nos reveló que un inmigrante de origen subsahariano murió cuando intentaba saltar la doble valla que separa Marruecos de Melilla, en la parte marroquí, después de caer desde la alambrada que tiene una altura de seis metros cada una. El fatal suceso ocurrió durante una avalancha de entre 150 y 200 subsaharianos.

¿Qué reacción provocan o deberían provocar estas noticias en nuestras conciencias? Ya basta de comulgar con ruedas de molino. Ya basta de transigir con las políticas represivas e inhumanas de gobiernos en países, como el nuestro, supuestamente defensores de los derechos humanos. Ya basta de justificar lo injustificable.

Es la hora de desmontar tanta farsa: ¿Para los alambres y las cuchillas que siegan las vidas de hombres que sólo buscan un futuro digno para ellos y sus familias, no hay recortes, verdad? Se recortan servicios sociales, becas Erasmus, de todo, pero no cuchillas y mallas para que se corten los dedos y caigan al vacío y se rompan la crisma seres humanos. Con lo que cuesta cada metro de la “Valla de la Muerte” se puede acoger, formar y dar trabajo a un emigrante subsahariano en esta vieja y egoísta Europa, que si está en crisis es por su avaricia.

Es la hora de la denuncia y de la protesta, firme, rotunda, alta, fuerte y clara. Es la hora de dar un puñetazo en la mesa y decir, con el Papa Francisco, que “esto es una vergüenza”.

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