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Monseñor Müller: La Iglesia es la verdadera promotora de la modernidad

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Aleteia Team - publicado el 06/11/13
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“Una metafísica del ser y del conocimiento de Dios (…) son condición indispensable para que el proyecto de la modernidad no naufrague en la dialéctica propia del iluminismo”

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“La vida es demasiado corta para beber vino malo”, afirma con un proverbio de Goethe el prefecto de la Congregación para la Doctria de la Fe, monseñor Gerhard L. Müller en una intervención recogida recientemente en L'Osservatore Romano, y frente a ello, “la visión cristiana del mundo y del hombre es un verdadero canto a la vida y al optimismo”.
 
“Todos podemos constatar que la vida terrena es corta y conforme pasa el tiempo, la brevitas vitae se convierte en un desafío existencial”, continúa monseñor Müller, que, mediante un juego con el primer proverbio afirma: “la vida es demasiado corta para desperdiciarla con una mala filosofía”.
 
Para monseñor Müller, no es ninguna novedad lo que el ateísmo afirma, “que Dios no existe”, y se pregunta: “¿Por qué más y más personas se vuelven ateas? ¿ El ateísmo es realmente la postura más lógica, tal como afirman los ateos? ¿Por qué los libros del tipo El gen egoísta y el espejismo de Dios de Richard Dawkins o Dios no es bueno de Christopher Hitchens figuran en las listas de los más vendidos?”.
 
En ese momento hace alusión a Piergiogio Odifreddi, a la propuesta de Dawkins y al  posicionamiento de Michael Blume: “Hay que tener presente que la justificación que realiza el ateísmo moderno del proceso de descristianización que vive la civilización europea y norteamericana desde el siglo XVII, y su propuesta de un estilo de vida hedonista marcado por el lucro y el beneficio, se realiza bajo formas sólo aparentemente científicas”.
 
Para el prefecto de la Congregacion de la Doctrina de la Fe, “el llamado “neo-ateísmo” no ofrece, de hecho, ningún fundamento novedoso que no se pueda encontrar claramente formulado en David Hume y en todos los que han sido calificados y se califican como empiristas y materialistas” y explica que, llevada al extremo, esta teoría, “propugna que el que cree en la existencia de un Dios personal no debería tener derecho a existir ni en el mundo del pensamiento (por haber contraído el “virus divino”, con lo que habría que ponerlo en cuarentena), ni tan siquiera en el físico (por ser un parásito social)”.
 
El prelado lamenta así el “carácter intolerante e inhumano del neo-ateísmo” y muestra cómo el “ateísmo científico” “ha tendido siempre a imponerse como cosmovisión del mundo y por sus características específicas, como programa político totalitario e inhumano”.
 
Para monseñor Müller, “para garantizar tanto el proyecto de la libertad del individuo ante la colectividad, como la consciencia personal ante la ley puramente positiva y la dignidad inalienable de todo ser humano ante la instrumentalización de los intereses de grupo (clase, pueblo, capital, etc.), es indispensable una metafísica de la realidad y una antropología de la trascendencia del hombre que lo relacionen con la fuente de la creación” y por ello, explica, “una metafísica del ser y del conocimiento de Dios (…) son condición indispensable para que el proyecto de la modernidad no naufrague en la dialéctica propia del iluminismo”.
 
Tras citar a san Juan de la Cruz, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe explica cómo “la gracia de Dios se hace de nuevo accesible bajo la forma de gracia de Jesucristo” y muestra que “Jesús es el cumplimiento, la redención y el fundamento que recrea la naturaleza espiritual y su auto-trascendencia mediada creaturalmente para alcanzar la cercanía inmediata de Dios".
 
Finaliza su intervención mostrando que “los que niegan el carácter metafísico de la teología natural y por lo tanto, la posibilidad del conocimiento de Dios a través de la Revelación, tienden a menudo a caer en las diversas formas de pesimismo cínico o nihilista”, mientras que la “Iglesia se nutre de aquella plenitud que, por gracia de Jesucristo, todos hemos recibido”
 
“Si solamente Cristo es “la vid verdadera” que ofrece el “vino bueno”, necesario para la vida eterna, podemos concluir que sólo la Iglesia es la verdadera promotora de la “modernidad”, dado que sólo la apertura a Dios, futuro del hombre, hace auténticamente posible para todos la esperanza que ésta proclama”, concluye el prefecto de la Doctrina de la Fe.

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