Con ocasión del encuentro con el presidente de Guinea Ecuatorial, el Papa envía su saludo al equipo de Aleteia
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“Santidad, ¿puedo trasladar su saludo a los colegas de mi equipo?” Solo un segundo para darle la mano al Papa Francisco al final de la visita oficial del presidente de la Guinea ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema Mabasogo el 25 de octubre. El equipo de periodistas que ha seguido el encuentro tuvo la oportunidad de saludar rápidamente al pontífice, que tuvo una jornada llena de compromisos. El vicedirector de la Sala Stampa Vaticana, Angelo Scelzo, explicó al Papa que soy del equipo de Aleteia y él con su acostumbrada sonrisa acogedora me responde: “¡Claro, un grandísimo saludo!”.
La cordialidad de Bergoglio suavizó el encuentro, que concluyó con pequeños gestos de gran atención: salió de la Biblioteca para encontrar en la puerta al presidente de Guinea ecuatorial hablándole en español con expresiones de bienvenida que captamos de la respuesta de Nguema Mabasogo: “Muchas gracias”.
Al final de la entrevista privada, saludó uno por uno a los miembros de la numerosa delegación que acompañó al presidente guineano, entre los que había muchas mujeres, entregando a cada persona el rosario con su cajita en la que se veía el escudo con su lema: "Miserando atque eligendo": de cuentas blancas para las señoras y negras para los hombres. Despidió a la consorte de Nguema Mabasogo con un pequeño signo de la cruz sobre la frente.
El estilo acogedor del Papa suaviza el marco solemne de la visita oficial de un jefe de estado, que comienza en el patio de San Dámaso con un piquete de la Guardia Suiza rígidamente alineado para el saludo de acogida: el rojo, azul y oro de las divisas del siglo XVI (no diseñadas por Miguel Ángel, como siempre se ha dicho) se contrapone con el gris y negro de los acompañantes del Papa. Son estos últimos los que acompañan a los ilustres invitados, acompañados por el Prefecto de la Casa Pontificia, por monseñor Georg Gänswein, abriendo camino hacia la Segunda Logia del Palacio Apostólico y a la Biblioteca.
Los frescos de Rafael y de su escuela en las salas vaticanas acogen al visitante con su magnificencia de azul y oro. Es difícil no impresionarse ante el espectáculo, incluso para quien entra en estos lugares a diario, como confiesa el Decano de la Sala que dice no haberse acostumbrado y que, sobre todo cuando no hay nadie y se escucha el silencio, vive la sensación de volver hacia atrás en los siglos. En la secuencia de salas que lleva a la biblioteca del Papa se encuentra la silla gestatoria, que los pontífices ya no usan para elevarse sobre la multitud.
Guinea Ecuatorial es uno de los estados más pequeños de África continental en términos de superficie y es el más pequeño en cuanto a población: se extiende solo en 28.000 km cuadrados y cuenta con menos de 700.000 habitantes según las estimaciones de la ONU en 2009, poco más de un millón según el censo gubernamental del 2001. El actual presidente está en el cargo desde 1979, desde que destituyera al anterior dictador, su tío, mediante un golpe de estado. El descubrimiento de ingentes yacimientos de petróleo, en 1995, cambió la situación económicas del país aunque no las profundas desigualdades sociales. Podemos apostar que incluso, en la brevedad de la entrevista, Bergoglio no habrá dejado de pasar la ocasión para encomendar al presidente que se encargue de atender a los pobres de su país, salvaguardando la dignidad y la esperanza de futuro.
Al final de este encuentro, inmortalizados por el flash de los fotógrafos, se dio el habitual intercambio de regalos: Nguema Mabasogo regaló al Papa una escultura de bronce de inspiración étnica y estatuillas de ébano con la manufactura tradicional de su país, representando a sujetos dedicándose a varios quehaceres. Francisco le regaló un grabado de la plaza San Pedro y la medalla del primer año de pontificado. Parece que se trató de aquella “equivocada”, es decir cuñada y después retirada, porque detrás, en el lugar de la letra “J” de Jesús (que es parte de la frase de Beda el Venerable del que Francisco ha tomado su lema), se grabó la letra “L”. Si así fuese, solo habría cuatro ejemplares, destinados a suscitar la furia de los coleccionistas. Ciertamente pertenece a la sobriedad de Bergoglio utilizar los ejemplares ya cuñados, y también regalarlos con generosidad, no solo a los pocos compradores afortunados.