Muchas tragedias podrían ser menores si se enfrentaran problemas ambientales y sociales
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El pasado domingo 13 de octubre se celebró el Día Internacional para la Reducción de los Desastres cuyo objetivo es aumentar la conciencia sobre cómo las personas están tomando medidas encaminadas a reducir el riesgo frente a los desastres y las contingencias que sufren los pueblos, muchas veces por la falta de prevención, muchas otras por no saber tomar las debidas precauciones, otras más por corrupción y políticas desordenadas.
Ante un panorama de tal naturaleza, tanto la Conferencia Episcopal de Chile (CECH) como la arquidiócesis de Acapulco (México) han realizado un par de documentos para resaltar catástrofes que no aparecen en los medios y para tomar conciencia de la cultura de la prevención, tan poco extendida entre los pueblos latinoamericanos.
Una catástrofe silenciosa
Por mandato del Comité Permanente de la CECH, su secretario general, monseñor Ignacio Ducasse Medina, obispo de Valdivia, ha elaborado un documento que presenta la palabra de la Iglesia católica chilena ante la situación agrícola que vive el país andino por efecto de las heladas que han afectado la parte central del país, convirtiéndose en una catástrofe silenciosa cuyos efectos, sumados a los de la larga sequía, son profundos y mucho más amplios de lo que pudiera pensarse en un examen ligero.
El daño –según informan el Comité Permanente del Episcopado, también a los obispos de las regiones más golpeadas por heladas y sequía– es prácticamente generalizado en el sector frutícola y hortícola. “Aunque aún es prematuro dimensionarlo, habrá que hacerlo rigurosamente, evitando cualquier cálculo interesado que lo distorsione”, pide la CECH en su comunicado.
Los obispos chilenos están preocupados pues miles de trabajadores ven en peligro su empleo permanente o de temporada con el consiguiente sufrimiento para sus familias. “Entre los más afectados se encontrarían también miles de jóvenes de escasos recursos que consiguen en el trabajo de temporada el dinero para financiar sus estudios durante el año”, dice el comunicado.
El peligro se extiende necesariamente también “a una enorme y compleja red de servicios asociados al sector agrícola y agroindustrial. Los efectos podrían hacerse sentir, además del trabajo directo en huertos y packings, en los servicios de exportación, transporte, alimentación y tantos otros. No quisiéramos que este drama se use como pretexto para la especulación en los precios del sustento diario de las familias”, añadieron los prelados chilenos.
En la parte final de su mensaje, la CECH invitó a toda la nación “a buscar, por el camino del diálogo franco y realista, soluciones justas y oportunas para paliar la dura situación de desempleo que se prevé afectará a muchas familias”.
De la emergencia a la prevención
Los efectos devastadores de las lluvias de septiembre pasado en el Estado mexicano de Guerrero (y en muchas otras localidades del país), “han dejado lecciones muy duras que tenemos que aprender con el fin de que se reduzcan los desastres mediante medidas preventivas”, evalúa en un comunicado la arquidiócesis de Acapulco.
Quizá una de las ciudades más golpeadas por lluvias, deslaves e inundaciones ha sido el célebre puerto de Acapulco, en el propio Estado de Guerrero, a cuyo frente se encuentra el arzobispo Carlos Garfias Merlos, Por ello, el comunicado hace referencia a la “necesaria la construcción de una cultura de prevención y de respeto por el medio ambiente, temas que hemos dejado marginados en nuestra práctica diaria”.
“Es sabido que los efectos de los desastres naturales pueden ser disminuidos o aumentados según sea nuestra actitud ante el medio ambiente y nuestra capacidad de tomar medidas de prevención”, dice el comunicado de la arquidiócesis de Acapulco.
Ciertamente, muchas de las tragedias sucedidas en las semanas pasadas pudieron ser evitadas o reducidas si los ciudadanos y las autoridades “tuviéramos una actitud diferente ante el medio ambiente, que se concibe más como un recurso que hay que comercializar”, subraya el comunicado.
La arquidiócesis de Acapulco se ha propuesto contribuir a la educación ambiental y a la prevención mediante el fortalecimiento de capacidades de equipos de pastoral social en las parroquias. También colaborará para que se elaboren, se den a conocer y se les dé la importancia requerida los protocolos de prevención y de actuación en los momentos de las emergencias e imprevistos.
“Por otra parte, considerando que al desastre sigue una reacción emocional de alto riesgo de estrés postraumático, estamos organizando talleres en las parroquias para capacitar con herramientas de acompañamiento psicosocial y espiritual para acompañar a las poblaciones afectadas mediante la escucha empática y la oración. Estas comunidades no deben ser abandonadas porque pasan por crisis emocionales que pueden derivar en la depresión o en la violencia”, concluye el comunicado.