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El Papa Francisco y las heridas del hombre contemporáneo

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Observatorio DSI Nguyen Van Thuan - publicado el 02/10/13
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Nuestra sociedad se encuentra en una situación de crisis grave, y la comparación con un campo de batalla con muchos heridos es acertada

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Algunas declaraciones del Santo Padre en la entrevista que dio a Antonio Spadaro SJ, Director de la revista La Civiltà Cattolica, y publicada el 19 de septiembre de este año, han tenido una gran eco en los medios de comunicación y se han presentado a menudo como un cambio radical de la Iglesia en temas de bioética. Sin embargo, una lectura cuidadosa de toda la entrevista demuestra que esas interpretaciones son erróneas.
 
Cuando el Santo Padre dice: «No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo no he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto» (pp. 463-464), podría parecer que a los temas de bioética el Papa no les da la importancia que le dieron sus predecesores, y que incluso no comparte esa línea, y que por lo tanto se debe preparar un cambio en la doctrina de la Iglesia, pero la cita continúa con esta afirmación por parte del Papa: «Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar» (pp. 463-464).

Esta es una aclaración importante: la opinión de la Iglesia y sus juicios sobre los principios de la bioética, son, o al menos deberían ser conocidos, y el Santo Padre da esto por descontado, y no considera necesario citarlos constantemente, y además porque pone la prioridad en el enfoque misionero-pastoral, en particular con las personas que se encuentran en situaciones difíciles y están "heridas". Este principio también lo ha subrayado ante las dudas suscitadas por sus palabras en el vuelo de regreso de Río de Janeiro: «si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla», y luego añadió: «Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo» (p. 463).
 
Lo que significa la expresión «Pero si se habla de estas cosas [de los temas de bioética] hay que hacerlo en un contexto», el Santo Padre lo ha explicado al día siguiente de la publicación de la entrevista, en su discurso durante la audiencia del 20 de septiembre de 2013 a los participantes de un congreso de la Federación Internacional de las Asociaciones de Médicos Católicos, dedicado al tema de la protección de la maternidad.

En su discurso, el Papa ha criticado duramente la práctica del aborto, incluyéndola en una visión utilitarista de la vida, responsable de la "cultura del descarte": «Una difundida mentalidad de lo útil, de la ‘cultura del descarte’, que hoy esclaviza los corazones y las inteligencias de tantos, tiene un altísimo costo: exige eliminar seres humanos, sobre todo si física o socialmente son más débiles. Nuestra respuesta a esta mentalidad es un ‘sí’ decidido y sin vacilaciones a la vida».

Al respecto, el Papa invoca la Declaración sobre el aborto procurado, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 18 de noviembre 1974, n. 11: «El primer derecho de una persona humana es su vida. Ella tiene otros bienes y algunos de ellos son más preciosos; pero aquél es el fundamental, condición para todos los demás». Citar este documento también muestra la continuidad de la doctrina de la Iglesia sobre el aborto y que el Santo Padre, incluso si no toma la palabra para defender los principios bioéticos cada vez que son atacados en alguna parte del mundo, cuando existe un contexto adecuado expresa claramente su pensamiento.
 
Es sorprendente que los periodistas no tengan debidamente en cuenta la distinción entre pecado y pecador: el pecado debe ser condenado, lo pecaminoso de la conducta de una persona debe ser censurado, pero hay que tratar de establecer un contacto con ella, teniendo en cuenta que no existen casos sin esperanza, que siempre existe la posibilidad de reconocer las propias culpas y rectificarse.

Esto es aún más válido para quien considera al hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, algo que ninguna herida podrá borrar y, aunque el hombre se olvide de Dios, Dios no se olvida del hombre: «En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición» (p. 463). Si uno ha caído, necesita de alguien que le ayude a salir. La tarea consiste más bien en ayudar a estas personas curando sus heridas, tratando de comprender las razones de su comportamiento.

Este enfoque se explica claramente en un pasaje en el que se critican dos actitudes opuestas en que pueden caer los confesores: «Por ejemplo, el confesor corre siempre peligro de ser o demasiado rigorista o demasiado laxo. Ninguno de los dos es misericordioso, porque ninguno de los dos se hace de verdad cargo de la persona. El rigorista se lava las manos y lo remite a lo que está mandado. El laxo se lava las manos diciendo simplemente ‘esto no es pecado’ o algo semejante. A las personas hay que acompañarlas, las heridas necesitan curación» (p. 462).
 
Negar el pecado también significa ignorar las heridas que ha abierto, al negar a una persona la cura necesaria. La curación de las heridas debe ser una prioridad para la Iglesia y el Papa Francisco afirma que ve con claridad «que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla» (p. 461).
 
Nuestra sociedad se encuentra en una situación de crisis grave, y la comparación con un campo de batalla con muchos heridos es acertada. Este juicio contrasta con la visión corriente que celebra los cambios producidos por la modernidad y los supuestos "derechos civiles" como emancipación y progreso de la civilización.
 
Las heridas y el sufrimiento no se abordan con criterios ideológicos o sociológicos, sino con un enfoque personal. Esto también se aplica al aborto, cuando el Papa coloca el ejemplo de una mujer con antecedentes de aborto: «El aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida» (p. 463).
 
El Papa ha recordado que además del sacramento de la reconciliación estas personas heridas pueden tener necesidad también de un acompañamiento pastoral, y yo, como psiquiatra, añadiría también de un apoyo psicoterapéutico si no de un tratamiento psiquiátrico. Un aborto, en efecto, puede causar heridas profundas, con problemas de tipo moral y de conciencia, pero también con dificultades psicológicas y trastornos mentales reales.
 
La constatación del "peso del aborto" recoge un aspecto de la cuestión del aborto. Durante las últimas décadas en el debate sobre el aborto se han destacado las posibles consecuencias negativas para el equilibrio psíquico y la salud mental. Los grupos pro vida utilizan para el conjunto de estas complicaciones el término Síndrome Post Aborto, SPA. Se trata de una fórmula muy significativa y eficaz, pero imprecisa desde el punto de vista de la terminología científica. Como síndrome se entiende un cuadro clínico caracterizado por algunos síntomas precisos.

Las complicaciones psíquicas del aborto son, en cambio, muy diferentes, tanto en lo referente al tiempo de inicio (inmediatamente después de un aborto, luego de semanas, meses o años), como para los síntomas (depresión, neurosis, psicosomáticos, sexuales). Los partidarios del aborto voluntario restan importancia a la incidencia de estas complicaciones, cuestionando la idea de la existencia del SPA, especulando en el hecho de que en estudios estadísticos y epidemiológicos no se encuentra este "diagnóstico" —de hecho las diferentes complicaciones se clasifican en diversos diagnóstico sin referencias a su posible origen en el post aborto—, negándose a admitir una relación entre los trastornos psíquicos de mujeres que han abortado y el aborto mismo, y por lo tanto negando formas de terapia especializada, mientras que se apoyan las ventajas del aborto en el restablecimiento del equilibrio psíquico perturbado por un embarazo no deseado. Sin embargo las heridas del aborto constituyen un desafío pastoral.
 
En su discurso a los médicos católicos el Santo Padre ha comprobado la situación paradójica de la medicina moderna y el peligro de que el médico «olvide su propia identidad de servidor de la vida», y esto a causa de que «La desorientación cultural ha atacado también algo que parecía un ámbito inatacable, ¡el vuestro, la medicina!». Una desorientación que afecta a toda nuestra cultura y cuya corrección debería ser una prioridad para el mundo católico, y también para cuidarse de falsas interpretaciones de los mensajes del Papa Francisco.
 
 
Ermanno Pavesi
Secretario general de la Federación Internacional de las Asociaciones de Médicos Católicos

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