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Dios, la Voyager, y por qué la ciencia y la Iglesia no son tan incompatibles

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Enrique Chuvieco - publicado el 23/09/13

"La ciencia experimental no empezó en el mundo griego, ni en el chino, ni en el maya, ni en el árabe, sino en la sociedad cristiana"

Ricardo Moreno Luquero, profesor de Ciencias, Secretario de la Network for Astronomy School Education (NASE-IAU), de la Organización Astronómica Internacional, y autor de varios libros, se pregunta en esta entrevista a Aleteia "por qué la ciencia experimental no empezó en el mundo griego, ni en el chino, ni en el maya, ni en el árabe, ambientes en los que había abundante tecnología y cultura, sino que se inició en la sociedad cristiana”. ¿No será que el cristianismo y la ciencia, a pesar de cierta opinión contraria, no están tan alejados?

-Recientemente, la sonda Voyager 1 ha salido del sistema solar, ¿significa que seguirá mandando datos de su recorrido o que se destruirá en breve?

Seguirá mandando datos del entorno en el que se mueve: partículas, campos magnéticos, etc. Viaja sin propelente, simplemente por el impulso dado en su encuentro con Saturno, en 1980. La Voyager usa la poca energía que le queda hasta el 2020 para medir y enviar los datos. Después de esta fecha, quedará muda y seguirá su camino a través del espacio. Pasará cerca de una estrella dentro de 40.000 años, y el único mensaje que llevará entonces es un disco con sonidos grabados de la tierra y unos mensajes gráficos que intentan reflejar su lugar de procedencia.

-Es el primer objeto, lanzado por el hombre, que realiza esa proeza, ¿qué significado tiene para la ciencia, comparativamente hablando?

Así es, porque hay otras tres sondas más que también adquirieron la velocidad de escape del sistema solar: la Voyager 2, la Pionner X y la Pionner XI, aunque éstas no llegaron tan lejos y lo hicieron en otras direcciones.

-En ese recorrido, ¿obtendrá la Voyager información del origen del universo?

Directamente, no. Son datos sobre el sistema solar y el medio interestelar. Pero quién sabe si puede llevar también información sobre el origen del universo.

-Sobre la cuestión del origen, la teoría más al uso es la del Big Bang, ¿siguen actualmente los datos confirmando este planteamiento?

Sí, no hay ninguna teoría alternativa seria. Aunque como pasa con frecuencia en la ciencia, hay detalles que todavía no comprendamos bien. 

-La aparición del principio antrópico en la escena científica, ¿qué conclusiones tiene con respecto a la intervención de Dios en la creación del universo?

Es un hecho el que el valor de las constantes físicas parecen ajustadas para que haya vida en la Tierra. Algunos hablan de que puede haber múltiples universos, con otras constantes, y nosotros vivimos en el adecuado, pero es una teoría imposible de probar: en el momento en que detectemos otro universo, pasa a pertenecer al nuestro. Por tanto, no se puede considerar como teoría científica.

La ciencia experimental trata de cómo funcionan las cosas, no de por qué existen o de por qué tienen esos valores. A mí me parece más racional explicar ese ajuste no desde la ciencia experimental, sino desde la filosofía: la aparición del hombre sobre la Tierra puede ser la causa final de una creación por alguien inteligente. Pero, repito, es un razonamiento que no es científico experimental, es filosófico.

-Confirmar o rechazar la teoría creacionista sobre la intervención de Dios, ¿estaría justificado desde un punto de vista científico experimental?

¿Qué se entiende por teoría creacionista? Si es que Dios interviene en el mundo material como causa segunda, es decir, similar a como lo hace la ley de la gravedad, la ciencia la rechaza: para explicar cómo funcionan las cosas, no necesita acudir a Dios, lo que necesita es tiempo e inteligencia para descubrir los procesos naturales implicados.

Pero si se entiende como la creencia de que hay un Creador, que ha formado de la nada una materia con unas leyes racionales, capaz de evolucionar y de autorganizarse, la ciencia sólo puede decir que es compatible con lo que ha descubierto. Pero la ciencia no es capaz ni de demostrar la existencia de Dios ni de demostrar lo contrario. El astrofísico Eddington ponía el ejemplo del que pesca con una red de agujeros de un metro: no se debe extrañar de no coger peces pequeños, y mucho menos decir que no existen porque él no los ha pescado con esa red. Lo mismo pasa con la ciencia: Dios no es su objeto, ni el método experimental el adecuado. Es otro terreno. 

-Actualmente se diviniza a la ciencia para poner en entredicho la intervención divina en el Cosmos, ¿cuáles son las raíces de esta intromisión?

En efecto, el método científico ha producido tales avances en el conocimiento de la ciencia, que algunos se aferran a él como único método para el conocimiento. Pero es un error. Para estudiar la gripe o el funcionamiento del átomo es útil el método experimental, pero para estudiar el Quijote, no. Ni para estudiar los derechos humanos, ni la belleza, ni tantas otras cosas. Por ejemplo, supongamos que alguien corta la cabeza a una persona. La biología nos dirá los tejidos seccionados, que es un hecho incompatible con la vida, etc. Pero no nos dirá si está bien o está mal: ese importante aspecto del hecho hay que estudiarlo desde otros campos, no desde el método científico.

-Desde algunos círculos científicos se desprecia la postura del cristianismo con respecto a la ciencia, ¿está justificada esta posición?

La Iglesia católica actuó incorrectamente en el caso Galileo. Pero ha sido un caso aislado. Algunos hablan de Giordano Bruno, pero no era científico: creía en la magia, en la revelación de espíritus y escribía de teología. Su afirmación de que podría haber muchos mundos habitados era consecuencia de su panteísmo, no de su labor científica, que era inexistente. Fue condenado por sus teorías sobre la Trinidad. Otros citan a Miguel Servet, pero no fue condenado por la Inquisición católica, sino por la calvinista, y también por sus teorías teológicas, no por la circulación de la sangre. Y en el caso del evolucionismo, nunca ha sido condenado por la Iglesia. 

La Iglesia, en su tarea de defensa de la verdad, está en contra de los atentados contra la vida y la dignidad humana, vengan de la ciencia, de poderosos o de otras religiones. Y eso me parece muy bien.

-¿Qué ha aportado la Iglesia y los cristianos a la ciencia experimental que anule los prejuicios cientifistas?

Hay que preguntarse por qué la ciencia experimental no empezó en el mundo griego, ni en el chino, ni en el maya, ni en el árabe, ambientes en los que había abundante tecnología y cultura, sino que empezó en la sociedad cristiana. Probablemente tendría mucho que ver la búsqueda de la verdad que había entre los cristianos, el concepto de la bondad y racionalidad del mundo, así como el de que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, es decir, con una inteligencia capaz de comprender la creación. De hecho, los gigantes que empezaron la ciencia experimental fueron creyentes, lo mismo que la mayoría de los científicos hasta avanzado el siglo XX. Por ejemplo lo eran Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Linneo, Volta, Ampére, Cauchy, Gauss, Pasteur, Edison, Marconi, Millikan, Einstein, Plank, Schrödinger, Compton, Penzias, Max Born… Hoy hay científicos creyentes, agnósticos y ateos, pero quizá se deba a procesos sociales y culturales más complejos, pues pasa lo mismo en otros campos de la sociedad: entre los arquitectos, los economistas o incluso entre los taxistas y los albañiles.

Por otra parte, no hay que olvidar que a la Academia Pontificia de las Ciencias, en el pasado pertenecieron más de 20 premios Nobel (Rutherford, Bhor, Schrödinger, Plank, etc.), y actualmente, entre los 80 miembros que la componen, hay otros 20 Premios Nobel más, entre ellos su presidente, el suizo Werner Arber.

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