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El Papa: La Iglesia, mamá misericordiosa que no cierra nunca las puertas

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Radio Vaticano - publicado el 18/09/13

Francisco invita a meditar los Diez Mandamientos “en positivo”

En la audiencia general de hoy en la plaza San Pedro, el Papa ha vuelto a hablar de la Iglesia como madre: “Me gusta mucho esta imagen –dijo-, por eso quiero volver sobre ella porque esta imagen me parece que dice no sólo cómo es la madre Iglesia, sino cuál debe ser siempre su rostro”.

El Papa ha destacado tres cosas, “siempre mirando a nuestras madres, a todo lo que hacen, lo que viven, lo que sufren por sus hijos”, continuando lo que dijo el pasado miércoles.

“Y yo me pregunto: ¿qué hace una madre?”, dijo: “antes que nada enseña a caminar en la vida, enseña a ir bien en la vida, sabe cómo orientar a los hijos, intenta siempre indicar el camino justo en la vida para crecer y convertirnos en adultos”.

Y prosiguió: “Y lo hace con ternura, con afecto, con amor, siempre también cuando trata de enderezar nuestro camino porque nos hemos desviado un poco en la vida o tomamos caminos que llevan hacia un acantilado”.

“Una madre sabe lo que es importante para que un hijo camine bien en la vida y no lo ha aprendido de los libros ¿eh?, lo ha aprendido de su propio corazón –constató-. La universidad de las mamás es el propio corazón: allí aprenden a llevar adelante a los hijos. ¡Esto es bello!”.

“La Iglesia –prosiguió- hace lo mismo: orienta nuestra vida, nos da las enseñanzas para caminar bien. Pensemos en los Diez Mandamientos: nos indican un camino que recorrer para madurar, para tener puntos sólidos en nuestro modo de comportarnos”.

Respecto a los Diez Mandamientos, recalcó que “son fruto de la ternura, del mismo amor de Dios que nos los ha dado. Vosotros podréis decirme: ‘¡son mandatos! ¡Son un conjunto de “no”, “no”, “no”! Yo quisiera invitaros a leerlos –quizás los habéis olvidado un poco- y meditarlos en positivo”.

“Veréis que están relacionados con nuestro modo de comportarnos hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia los demás, lo mismo que nos enseña una madre para vivir bien”, explicó.

Y continuó. “Nos invitan a no hacer ídolos materiales que después nos esclavizan, nos recuerdan a Dios, a tener respeto por los padres, a ser honestos, a respetar al otro… Probad a verlos así y a considerarlos como su fuesen las palabras, las enseñanzas que nos da la mamá para ir bien en la vida. Una madre no enseña nunca lo que está mal, quiere sólo el bien de sus hijos, y así hace la Iglesia”.

Después dijo una segunda cosa: “Cuando un hijo crece, se convierte en adulto, toma su camino, asume sus responsabilidades, camina con sus propias piernas, hace lo que quiere; a veces pasa que por salirse de su camino le sucede algún accidente. La madre siempre, en todas las situaciones, tiene la paciencia de continuar acompañando a sus hijos”.

“Lo que la impulsa es la fuerza del amor; una mamá sabe seguir con discreción, con ternura, el camino de los hijos y también cuando se equivocan encuentra siempre el modo de comprender, para estar cercana, para ayudar”, aseguró.

“Nosotros decimos que una madre –en mi tierra decimos- que una madre “sabe dar la cara” ¿Qué quiere decir esto? Una mamá sabe poner la cara por sus propios hijos, está preparada para defenderlos siempre”, dijo.

“Pienso en las madres que sufren por sus hijos encarcelados o en situaciones difíciles –confesó-: no se preguntan si son culpables o no, continúan queriéndolos y a menudo sufren humillaciones, pero no tienen miedo, no dejan de darse a sí mismas. Las mamás saben dar la cara, por los hijos”.

“La Iglesia es así, es una madre misericordiosa, que entiende, que siempre intenta ayudar, animar a sus hijos que se han equivocado y que se equivocan, no cierra nunca las puertas de la casa; no juzga, sino que ofrece el perdón de Dios, ofrece su amor, que invita a retomar el camino también a sus hijos que han caído en un profundo abismo, la mamá no tiene miedo de entrar en su noche para dar esperanza”, explicó.

Y continuó: “Y la Iglesia no tiene miedo de entrar en nuestras noches, cuando estamos en la oscuridad del alma, de la conciencia, para darnos esperanza: eh, ¡la Iglesia es Madre y actúa así!”.

El Papa concluyó con un último pensamiento: “Una madre sabe pedir, llamar a todas las puertas por sus propios hijos, sin calcular, lo hace con amor. Y pienso en cómo las mamás saben también llamar, sobre todo, ¡a la puerta del corazón de Dios!”.

“Las madres rezan mucho por sus propios hijos, especialmente, por los más débiles, por los más necesitados, por los que en la vida han tomado caminos peligrosos o equivocados”, añadió.

“Hace pocas semanas celebré en la iglesia de San Agustín, aquí en Roma, donde se conservan las reliquias de la madre, Santa Mónica –recordó-. ¡Cuántas oraciones elevó a Dios aquella santa Madre por su hijo, y cuántas lágrimas derramó!”.

“Pienso en vosotras, queridas mamás: ¡Cuánto rezáis por vuestros hijos, sin cansaros! Continuad rezando, confiando vuestros hijos a Dios; ¡Él tiene un corazón grande! –exhortó-. Llamad a la puerta, a la del corazón de Dios, con la oración, por los hijos. Y así hace también la Iglesia!”.

“Porque la Iglesia –dijo- pone en las manos del Señor, con la oración, todas las situaciones de sus hijos. Confiemos en la fuerza de la oración de la Madre Iglesia: el Señor no permanece insensible. Sabe siempre sorprendernos cuando no lo esperamos. ¡La Madre Iglesia lo sabe!”.

“Estos –concluyó- son los pensamientos que quería comunicaros hoy: veamos a la Iglesia como una buena madre que nos indica el camino a recorrer en la vida, que sabe ser siempre paciente, misericordiosa, comprensiva, y que sabe colocarnos en las manos de Dios. ¡Gracias!”.

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