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Si Madre Teresa viviera aún, estaría en Siria ayudando a la gente

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Chiara Santomiero - publicado el 06/09/13
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El recuerdo de la autora de la biografía de la beata, “El Lápiz de Dios”

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La Asamblea General de las Naciones Unidas ha querido fijar la Jornada internacional de la caridad, que se celebra este año por primera vez, en la fecha de su muerte sucedida en 1997, el 5 de septiembre: por otro lado ¿quién más aparte de Teresa de Calcuta se ha convertido en paradigma del amor incondicional hacia el prójimo?

Del extraordinario carisma de esta pequeña religiosa Aleteia ha hablado con la periodista italiana Franca Zambonini, que fue la vicedirectora del semanario Familia cristiana y que conoció muy de cerca de la madre Teresa, describiéndola en el libro “El lápiz de Dios”, la expresión con la que le gustaba definirse.

– ¿Cómo se produjo su primer encuentro con la Madre Teresa?

La encontré en Roma cuando vino a la Academia dei Lincei a recoger el premio Balzan por la humanidad, la paz, la hermandad entre los pueblos que le fue entregado por la abnegación con la que siempre se dedicó a los pobres.

Como los demás periodistas que estaban presente le hice algunas preguntas pero a mí me dijo: “Aquí me siento fuera de lugar. Ven a Calcuta”. Me pareció una idea extraña entonces pero un mes después le seguí hasta allí y entrevisté a las personas que la conocían y la ayudaban. Una experiencia agotadora y fascinante: de allí nació el libro: “El lápiz de Dios”.

– ¿Qué le llegó más de la Madre Teresa?

Lo que más llamaba la atención de que la encontrase: tener enfrente a una persona extremadamente determinada, muy firme en sus convicciones, pero al mismo tiempo disponible, “buena” si se puede usar este adjetivo sin caer en el “santurrona”.

Era pequeña, pequeñísima, había que agacharse para hablar con ella, pero tenía una personalidad fortísima y daba rápidas y agudas respuestas. Nadie podía decirle que no, no porque fuese considerada santa en vida, sino por su capacidad de atraer a las personas.

– ¿Le pasó también a usted?

¡Sí! Después de la caída de Enver Hoxha, el dictador albanés, la Madre Teresa consiguió volver al país de origen de sus padres donde abrió un hogar para mujeres ancianas y pobres. Yo había ido a Albania para seguir las primeras elecciones libres del 1991 y la encontré allí: “En vez de estar ahí escribiendo siempre ¿por qué no nos ayudas?”.

Así que dejé mi cuaderno y me puse a descargar sacos de arroz. Su modo de hacer brusco pero afectuoso convencía a todos: ¡Una petición suya parecía una orden! En Calcuta había muchos voluntarios europeos, pero sobre todo americanos, disponibles, que iban a encontrarse con los pobres para ayudar.

Madre Teresa producía una gran fascinación al conquistar a las personas. En el Líbano con su capacidad organizativa y la ayuda de los voluntarios, consiguió ayudar a miles de jóvenes.

– ¿Si hubiese estado hoy, con la crisis siria?

Habría ido enseguida, con unas cuantas monjas y voluntarios. A ayudar, pero también a condenar el uso de las armas químicas que han masacrado a los inocentes.

– A la madre Teresa se le acusó de no incidir con su obra en las causas profundas de la pobreza…

La madre Teresa no luchaba contra la pobreza, que es una idea genérica, sino que ayudaba “al” pobre. En este sentido no se ocupaba de la política, solo de la ayuda inmediata. Por otro lado no era su trabajo eliminar las causas de la pobreza y del malestar social. Recordaba que Jesús había dicho “los pobres estarán siempre con vosotros”.

– ¿De dónde nacía su fuerza?

La fe era su fuente, era profundamente religiosa. Conseguía ser una mística y una manager, dos cosas aparentemente irreconciliables. Una gran organizadora, un genio en el llevar a cabo las cosas, pero cuando rezaba se sumergía profundamente en el coloquio con Dios. Como todos los grandes místicos –san Juan de la Cruz, santa Teresa de Ávila- pasó a través de periodos de oscuridad, pero su fe nos disminuyó.

-¿Qué nos queda hoy de sus enseñanzas?

Su ejemplo, lo que ha hecho, lo que ha sacrificado de ella misma por amor al prójimo. Es un ejemplo muy difícil de seguir en su radicalidad, pero no es una cuestión de tiempos de crisis o no: si se es generoso de corazón el modo de ayudar se encuentra siempre.

 

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