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El celibato no es el “precio que hay que pagar”, esto no es un trabajo

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Alvaro Real - publicado el 05/09/13

El cardenal Piacenza asegura que la falta de vocaciones se debe a que las familias no viven la fe

“El problema no es la “conjetural falta de vocaciones”, sino que es un problema de fe”, explicó el cardenal Mauro Piacenza, que unido a la visión del sacerdocio no como un trabajo, sino “una vida para la cual has sido escogido”, a la importancia del discernimiento, de la oración o la humildad en los futuros sacerdotes, mostraron un mapa de las circunstancias del mundo y de las vocaciones.

En su intervención, a los responsables de la pastoral vocacional en España, el Cardenal Mauro Piacenza comenzó mostrando el cambio de circunstancias del mundo y la actualidad del documento “Pastores dabo vobis” y afirmó que sería un error imperdonable “no tomar en seria consideración estos cambios” así como “perseguir torpemente todas y cada una de las novedades sociales, culturales e incluso informáticas, pensado que con ello se pudiera encarrilar a los jóvenes”.

El Prefecto de la Congregación para el Clero no quiso recordar el contenido del documento, sino explicar algunos puntos y relaciones cruciales de la actualidad para entender las vocaciones en el mundo de hoy.

La primera de estas relaciones es la relación entre la Fe y la Vocación. Una relación que calificó de genética: “no puede más que nacer en una vida de fe”; generativa: “produce” un nuevo modo de creer y de relacionarse con el Misterio” y recíprocamente formativa: “la fe atrae para sí una nueva manera en el modo de profundizar y de clarificar la Vocación”.

Bajo estas premisas, el cardenal Piacenza reconoció que “el problema no es la “conjetural falta de vocaciones”, sino que es un problema de fe y como tal subsiste. La fe de las familias, la fe de las comunidades cristianas, la fe de los pastores, en definitiva, el ardor misionero que debe acrisolar dicha fe”.

Según afirmó el Prefecto de la Congregación para el Clero “la naturaleza sacramental de la Iglesia nos mueve a reconocer cada día, en nuestro ser y en nuestro obrar, que la Iglesia es la presencia del Resucitado en el tiempo y en la historia “y explicó que si se prescinde de tal naturaleza sacramental y sobrenatural de la Iglesia es “totalmente incomprensible el contacto del sacerdote con su ministerio”.

“Este no es un trabajo que hay que hacer o unas funciones que hay que realizar en la práctica, sino todo lo contrario, es una vida para la cual ha sido escogido, en la que está inmerso y de la que vive concretamente”, explicó el cardenal Piacenza.

La pastoral Vocacional

Siguiendo con su conferencia a los formadores de los Seminarios Mayores de España, el cardenal Piacenza pidió algo muy simple: “oración personal por las vocaciones”: “Un obispo que no tiene vocaciones debe preguntarse: ¿cuántas horas al día hago oración para que florezcan? Un Rector que no tiene vocaciones debería hacer lo mismo”.

“En cada parroquia tendría que existir una hora de adoración eucarística semanal sólo por las vocaciones”, continuó: “En cada diócesis, un centro de adoración eucarística perpetua en el que converjan las mejores energías de la pastoral juvenil”, y también quiso recordar las intenciones específicas: “en las Santas Misas de los días festivos y mediante específicas intenciones en la Plegaria de los fieles mandadas por el Obispo, el Pueblo de Dios debe implorar por las vocaciones sacerdotales.”

El cardenal Piacenza pidió que se cuiden las vocaciones nacientes, que sea modelo los profesores de religión y cuidar el seminario: “Es necesario que el seminario sea una real comunidad cristiana, un lugar en el que Cristo sea el protagonista, el Evangelio sea anunciado y vivido, la Tradición recibida, elaborada y auténticamente propuesta, todo ello en una liturgia realmente capaz a fin de que los jóvenes hagan la experiencia del Misterio, introduciéndoles progresivamente y motivándoles en todo aquello que, con el paso del tiempo, ellos mismos llegarán a ser instrumentos”.

En este momento de formación, el prefecto quiso poner de manifiesto la necesidad de la formación afectiva y la distancia sideral entre “la antropología cristiana y el común y actual “vivir social”: “Quizás todavía nos encontramos en aquella “zona gris” en la que los cristianos no son todavía una menor parte de la sociedad, pero ya nos encontramos casi como si estuviéramos situados fuera de la cultura”.

Para contrarrestar esta fragilidad afectiva que muchos jóvenes poseen es necesario, explicó, “que se le responda con una propuesta formativa radical, teológicamente fundada en una cumplida teología y en una consecuente, clara y luminosa eclesiología”.

“En ningún caso el celibato es el “precio que hay que pagar” para llegar a ser funcionario de una organización no gubernativa condenada a desaparecer”, explicó, “la vocación al celibato se acepta en la oración, se madura en la oración, se elige en la oración, se implora continuamente en la oración y hasta se sana en la oración. Los apóstoles estaban delante del Maestro y mirándolo veían la razón del propio modo de vivir. La oración es estar delante del Maestro, es mirarlo, es recibir las razones de la propia existencia”.

El discernimiento

Finalizó su intervención haciendo alusión al año Propedéutico y mostró que “no deben existir surcos, ni cráteres, ni “kenion” entre la pastoral vocacional y el año propedéutico, ni tampoco entre el año propedéutico y el Seminario”, sino que “debe vivirse en una armoniosa continuidad, con el discernimiento de todo aquello que es “hombre viejo” y del que es necesario separarse”.

“Es necesario formar sacerdotes humildes, conscientes de que el Sacerdocio, que anida en ellos, es un servicio al Pueblo de Dios, como nos ha recordado el Papa Francisco: “son ungidos para ungir al Pueblo” y que para ser totalmente al servicio del Pueblo de Dios deben ser enteramente propiedad de Dios, inmersos en Dios y pertenecientes sólo a El”, finalizó el cardenal Piacenza.

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