Carta abierta al nuevo Secretario de Estado vaticano desde el país americano
RCL les invita a leer este artículo de agradecimiento y despedida a Monseñor Pietro Parolin, escrito por María García de Fleury, profesora universitaria en Venezuela
De todas las elecciones que hacemos hay una que fija los horizontes y el marco de toda nuestra vida. Todas las demás decisiones las tomamos en referencia a esta opción fundamental. Implícita o explícitamente, damos a nuestra vida una dirección básica, un significado completo. Monseñor Pietro Parolin eligió ser sacerdote de la Iglesia católica y asumió, entre otros, el voto de la obediencia. Obediencia a sus superiores viendo en ella, la obediencia a Dios. Siendo fiel a ese voto ha asumido, a lo largo de su vida diferentes cargos, entre ellos el de ser nuncio en Nigeria, en México, en Venezuela. Ahora, el Papa Francisco lo llama para ser el Secretario de Estado del Vaticano. Para asumir un cargo de inmenso responsabilidad e impacto mundial.
Ese hilo conductor de la obediencia que ha recorrido en toda la extensión de su vida, sus decisiones y acciones, ahora lo llevan de nuevo al Vaticano.
Sin duda, para Monseñor Parolin existe un principio, una orientación profunda en la vida, un ideal vital que aspira a realizar, y al que se subordinan todos los demás valores o proyectos. Su opción fundamental de vida es una actitud y una orientación primaria de vivir la vida y misión que Dios pensó para él.
Como sacerdote, el núcleo y los cimientos más profundos de su vida están en su relación con Dios y esta ha sido la base de todas sus acciones y elecciones.
Hombre de gran cultura, de gran profundidad de pensamiento, decisiones acertadas y sabias, se ha destacado por su cercanía. En su sencillez, los bienes materiales, la fama, los logros personales y el poder sobre los demás han sido mucho menos importantes que los gestos de bondad, de generosidad y de amor que en estos años ha prodigado hacia los venezolanos. Esto ha contribuido a que, entre nosotros, Monseñor Parolín halla brillado con un resplandor nuevo.
Con su espíritu de obediencia, Monseñor Pietro Parolin, llegó a Venezuela hace unos cuatro años. Venía como nuevo Nuncio a esta tierra donde el conflicto Iglesia-Gobierno estaba en gran auge. Se presentó como una persona llena de humildad, pero en su mirada se veía su pulcra educación, el conocimiento profundo de muchas situaciones y despedía el anhelo de ayudar. No necesitaba palabras. Desde sus primeros días pudimos captarlo.
Se dedicó a recorrer el país, a hablar con la gente en su español bien hablado con acento italiano dando a cada uno la sensación de que era muy importante para él y que el problema o el comentario que se le hacía era interesante.
A pesar de las dificultades, del volumen inmenso de trabajo ha sabido llevar adelante su trabajo respetuosa, eficiente y consistentemente, teniendo siempre presente su ser sacerdotal. Cuando habla o responde cartas, busca conducir a las personas a Dios, a la felicidad y a la paz.
Es un acto de justicia, agradecerle todo lo que ha hecho por nuestra Patria y por tantas personas. No hacerlo sería ingratitud y la ingratitud es una de las espinas más crueles que llevamos dentro los seres humanos. El mejor tiempo que alguien puede invertir es el que utiliza en agradecer. Hoy, queremos agradecerle su dedicación y entrega a Venezuela y los venezolanos. Como decía Martín Descalzo: “lo bueno del amor y del agradecimiento es que ambos son gratuitos y un poco absurdos. Pero valen más de lo que aparentemente valen”.
Decir adiós a una persona tan admirada y apreciada nunca es tarea fácil. Hay un largo futuro por delante. Siempre seguiremos sabiendo de él, pero ya él no sabrá igual de nosotros. Cuando alguna vez nos crucemos en la vida, sabrá que es algún venezolano cuando le demos nuestra saludo tradicional: “Bendición Padre”. En ese momento, seguro recordará, con su sonrisa afable, a estos hijos de la Virgen de Coromoto que luchan por una Patria con paz y desarrollo.
Monseñor Parolin, gracias por su labor, gracias por su amistad, gracias por su cercanía. Sepa que en Venezuela, deja un recuerdo muy grande y significativo. “Que Dios lo bendiga siempre”!