Habla el obispo auxiliar de Jerusalén y vicario para Palestina, sobre las negociaciones entre Israel y Palestina retomadas el 29 de julio
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“Mi corazón me dice que las conversaciones de paz nos llevarán a una solución justa. Pero mi mente me empuja a pensar en el fracaso de las ocasiones pasadas”. Dividido entre “esperanza” y “escepticismo”, monseñor William Shomali, obispo auxiliar de Jerusalén y vicario patriarcal para Palestina, ha hablado con Ayuda a la Iglesia Necesitada de las negociaciones entre los israelíes y los palestinos retomadas el pasado 29 de julio.
El prelado palestino prefiere no hacer previsiones sobre el resultado de las negociaciones. “No quiero hacer de profeta –dice a AIN- solo quiero continuar rezando”. Su único temor, que si no hubiese un acuerdo, llegara la tercera intifada. “Las dos pasadas han tenido consecuencias desastrosas. Esta vez, cual sea el resultado de las conversaciones, el debate debe permanecer en el ámbito político”.
Para monseñor Shomali, la minoría cristiana puede jugar un papel determinante en la consecución de la paz en la región. Los cristianos que participan en primera persona participan en las conversaciones directamente, mientras que los demás realizan una considerable función mediadora ya sea en Israel que en Palestina
Una importante cuestión que está siendo tratada es la relativa a Jerusalén Este. Para su obispo auxiliar, la “ciudad santa pertenece a dos pueblos y tres religiones, cada una de ellas con iguales derechos y dignidad. Es verdad, necesitaremos negociadores con una buena dosis de creatividad para encontrar nuevas soluciones para que Jerusalén y sus lugares sagrados continúen estando abiertos para todos”.
Mientras tanto cada vez son más los cristianos la capital, como cuenta a AIN Yusef Daher, responsable del Centro interconfesional que defiende los derechos de Tierra Santa. “Los árabes cristianos que viven en la parte oriental no tiene la ciudadanía israelí, solo un permiso de residencia que pueden perder con mucha facilidad. Es suficiente residir fuera de la ciudad durante un periodo de tiempo, el que basta por ejemplo para reunirse con los parientes en Cisjordania”. Muchos cristianos palestinos lamentan además la disparidad en las concesiones de los permisos de entrada a los fieles que durante las festividades cristianas más importantes desean viajar a los lugares sagrados.
“El comportamiento de los soldados en los puntos de ingreso es caprichoso –destaca el padre Louis Hazboun, párroco en Bir Zeit, un pueblo pequeño cerca de Ramallah- y a veces irrespetuoso. Es doloroso ver a un chico de 18 años decidir si un hombre de 80 puede pasar o no”. Las dificultades para recibir autorización para pasar el muro o las largas filas en los controles, hacen que cada vez sean menos los cristianos de los territorios ocupados que pueden tener un empleo en Jerusalén. “Hay una nueva generación de hombres deseosos de construir su propia familia –añade el padre Hazboun- que no puede realizar sus propias aspiraciones, porque no tiene un trabajo. Y el joven que tiene alguna posibilidad, acaba por buscar fortuna en el extranjero”.
En el mundo, los cristianos palestinos son casi un millón, sin embargo solo el 20% vive en Tierra Santa: 150.000 en Israel y 50.000 en territorios palestinos. “El éxodo de los fieles de estas tierras –explica Yusef Daher a AIN- no ha sido constante, pero ha conocido grandes olas migratorias. La última más importante comenzó a principios del 2000, coincidiendo con la segunda intifada”.