El Pontífice insiste en la necesidad de instaurar una “humildad social” que permita el encuentro
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La situación actual debe afrontarse desde el diálogo, tanto entre fuerzas políticas, en el ámbito social, entre las generaciones. Fue el mensaje que el Papa Francisco quiso dejar a las autoridades brasileñas en el encuentro mantenido en el teatro de la ciudad. Un Brasil que, como recordó monseñor Orani Tempesta en su presentación, ha vivido tensas semanas de manifestaciones y protestas en las calles, precisamente de parte de los jóvenes.
“Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo con el pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad”, afirmó el Papa. “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, universitaria, juvenil, la cultura artística y tecnológica, la cultura económica, de la familia y de los medios de comunicación”.
“Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma: Diálogo, diálogo, diálogo”, añadió el Papa. Es, dijo, “la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio”.
El diálogo precisa de una actitud “abierta y disponible, sin prejuicios”, una actitud que el Papa llamó “humildad social”. “Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas y en clima de respeto de los derechos de cada una. Hoy, o se apuesta por el diálogo, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos, todos perdemos; por aquí va el camino fecundo”.
El Papa se refirió en concreto al diálogo entre los poderes públicos y las religiones, y de las religiones entre sí, pues éstas, afirmó, constituyen las “energías morales” necesarias para el futuro de la sociedad.
Siguiendo decididamente las enseñanzas de Benedicto XVI (es obligatorio aquí recordar el famoso discurso de 2010 en Westminster ante los políticos ingleses), el Papa Francisco volvió a insistir en la recta comprensión de la “laicidad positiva”: el Estado, “sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas”.
Responsabilidad de los políticos
El Papa Francisco quiso especialmente hacer presente a los políticos su responsabilidad ante la historia y ante sus pueblos, de defender la dignidad humana: “El futuro nos exige una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza”.
“Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino a seguir”, añadió. “Los gritos que piden justicia continúan todavía hoy”.
Es necesario también, dijo el Papa, “rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad”. “La dirigencia sabe elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés por el bien común; ésta es la forma de ir al centro de los males de una sociedad y superarlos con la audacia de acciones valientes y libres”.
“Quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios. Este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria”.
No olvidar las raíces
El Papa pidió por último a los presentes que tengan en cuenta que el respeto a la dignidad de la persona incluye también el respeto a la cultura de los pueblos: “El común sentir de un pueblo, las bases de su pensamiento y de su creatividad, los principios básicos de su vida, los criterios de juicio sobre las prioridades, las normas de actuación, se fundan en una visión integral de la persona humana”.
El pueblo brasileño, en concreto, dijo el Papa, “ha recibido mucho de la savia del Evangelio a través de la Iglesia Católica: ante todo, la fe en Jesucristo, el amor de Dios y la fraternidad con el prójimo. Pero la riqueza de esta savia debe ser valorada en toda su plenitud. Puede fecundar un proceso cultural fiel a la identidad brasileña y constructor de un futuro mejor para todos”.
“Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión religiosa con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la ciencia, el trabajo, la literatura… El cristianismo combina la trascendencia y la encarnación; revitaliza siempre el pensamiento y la vida ante la frustración y el desencanto que invaden el corazón y se propagan por las calles”, añadió.