Relatos bíblicos narran escenas donde multitudes se aproximaban a Jesús para oír sus palabras, las condiciones eran precarias, pero incluso así las personas se movilizaban porque querían estar con el Nazareno. La JMJ Río 2013 protagonizó una escena sin precedentes en la historia moderna, uno de las postales más bellas del mundo, la playa de Copacabana, totalmente tomada por más de 3 millones de personas reunidas para oír a un hombre, al representante del Jesús de los relatos bíblicos. Dos mil años pasaron y las palabras de Cristo continúan maravillando a muchos, causando asombro en otros tantos. ¿Por qué? En el sermón de la montaña, Jesús desafía a la humanidad a buscar la perfección, en el sermón de la playa, el Papa Francisco desafía a los jóvenes a ser protagonistas de un mundo mejor, de la civilización del amor.
La naturaleza humana está formada para buscar el desarrollo, los límites, la perfección. Desde el nacimiento el bebé busca explorar el mundo a su alrededor, mira todo y se encanta con las luces y colores que lo estimulan. A medida que crece, la persona gana más capacidades físicas e intelectuales, continúa buscando la novedad, el niño desafía los límites impuestos por los padres, se desafía a sí mismo, explora su cuerpo, sus pensamientos, el desarrollo sigue en la adolescencia, la búsqueda de la independencia, la autonomía. El ser humano es, por excelencia un ser libre que busca constantemente superar sus límites.
Una buena madre ofrece a su hijo la posibilidad de explorar el mundo, ella permite que el hijo busque sus límites e intente superarlos. Una mala madre coloca límites aun mayores de los ya existentes, aprisiona al hijo en sus limitadas expectativas y ofrece una mirada de juicio y condena que genera culpa y remordimiento, produce neurosis, depresión y vacío. Una religión buena abre puertas, apunta al infinito, al eterno, desafía lo trascendente, la perfección. El Cristianismo representa la posibilidad de lo imposible, una perfección basada en el amor que parecía imposible para la humanidad, pero que está comprobada por la vida de Jesús y de muchos de sus seguidores, el Cristianismo interpela la conciencia humana con una lógica distinta de la aparentemente perceptible, pero que encuentra sentido en la búsqueda más profunda de cada persona.
La Iglesia Católica que hoy revive las señales de sus inicios tiene en sus raíces la misión de ser la religión buena, aunque a veces pueda ser mal representada y expresar aspectos de una madre mala que impone límites y juicios deshumanos. La Iglesia es buena, pues ofrece el amor misericordioso, incondicional y mantiene las puertas del eterno y trascendente abiertas a la humanidad, revelando las caras más desafiantes del hombre que amó hasta el extremo y superó los preconceptos sociales.
La Iglesia es buena porque busca indicar el camino de la felicidad y de la perfección y acoge a aquellos que la niegan, la critican y se pierden distantes de sus enseñanzas, es buena porque predica la castidad y el respeto al sexo, un enorme desafío para los jóvenes de nuestro tiempo, pero también es buena porque es responsable del 25% de la atención a personas que contrajeron el virus del Sida en todo el mundo, es buena porque predica una vida regulada y distante de los vicios de las drogas y el alcohol, gran desafío para muchos jóvenes en la actualidad, pero también es buena porque es responsable de la mayoría de los centros de rehabilitación en todo el mundo, es buena porque predica la fidelidad en el matrimonio, la unión de la familia, desafíos gigantescos para la sociedad en nuestros días, y es buena también porque administra y cuida a millones y millones de huérfanos en todo el mundo.
El sermón de la playa, dentro del marco histórico de la JMJ en Brasil, deja desafíos que interpelan a creyentes y no creyentes. Durante estos días no hubo quien no se sintiera por lo menos incomodado con este acontecimiento. Millones de jóvenes volvieron a sus casas con la misión de ser protagonistas, fueron desafiados una vez más. Si hace dos mil años aquellos jóvenes pudieron transformar el mundo pagano en uno mejor..si en la Edad Media los millones de jóvenes, que acudieron a Asís para oír al Francisco de aquel entonces, consiguieron protagonizar una reconstrucción de la Iglesia que se debilitaba por los errores de sus representantes, hoy el desafío se extiende por los medios de comunicación a todos los jóvenes de la tierra, los “jóvenes de las calles”, aquellos que como todos quieren un mundo mejor. “No permitan que otros sean los protagonistas del futuro. ¡Es por ustedes que el futuro entra en la humanidad!”.