Francisco pide apertura, sencillez y la creatividad del amor
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La Iglesia debe ser instrumento de reconciliación, abierta pacientemente a la plenitud y sencilla para acoger el misterio y para transmitirlo, con la creatividad del amor. Lo afirmó el Papa este sábado al comer con los obispos de la zona de Brasil en el palacio arzobispal de Río de Janeiro.
Francisco propuso la pequeña talla de Nuestra Señora Aparecida Aparecida -su historia y su significado- como clave de lectura para la misión actual de la Iglesia, en un extenso comentario que la Oficina de Información de la Santa Sede proporcionó, excepcionalmente en este tipo de encuentros, a los medios de comunicación.
“Dios ha dado también en Aparecida una lección sobre sí mismo, sobre su forma de ser y de actuar –dijo-. Una lección de esa humildad que pertenece a Dios como un rasgo esencial, está en el ADN de Dios”.
Haciendo un paralelismo entre la historia de Aparecida y la de la Iglesia entera, Francisco resaltó su origen: la búsqueda de unos pobres pescadores hambrientos.
“Los hombres comienzan siempre por sus necesidades”, constató. Y añadió: “Tienen una barca frágil, inadecuada; tienen redes viejas, tal vez también deterioradas, insuficientes”.
Otro de los puntos comunes entre aquellos pescadores y los católicos de hoy es el primer fracaso: “En primer lugar aparece el esfuerzo, quizás el cansancio de la pesca, y, sin embargo, el resultado es escaso: un revés, un fracaso. A pesar del sacrificio, las redes están vacías”.
Pero… “después, cuando Dios quiere, Él mismo aparece en su misterio. Las aguas son profundas y, sin embargo, siempre esconden la posibilidad de Dios; y él llegó por sorpresa”, añadió el Papa.
Siguiendo con la comparación, Francisco destacó que “Dios llegó de un modo nuevo, porque siempre puede reinventarse: una imagen de frágil arcilla, ennegrecida por las aguas del río, y también envejecida por el tiempo. Dios aparece siempre con aspecto de pequeñez”.
A continuación se refirió a la misión de la reconciliación, al explicar que aquellos pescadores hallaron en Brasil una talla fragmentada: apareció “primero el cuerpo, luego la cabeza, después cuerpo y cabeza juntos: unidad. Lo que estaba separado recobra la unidad”.
“El Brasil colonial estaba dividido por el vergonzoso muro de la esclavitud –recordó-. La Virgen de Aparecida se presenta con el rostro negro, primero dividida y después unida en manos de los pescadores”.
A pesar de que la belleza de Dios reflejada en la Madre emergió de la oscuridad del río y además de manera dividida, dijo el Papa, “los pescadores no desprecian el misterio encontrado en el río, aun cuando es un misterio que aparece incompleto. No tiran las partes del misterio. Esperan la plenitud”.
En este momento de descanso con sus hermanos obispos, hablándoles “de corazón a corazón, como pastores a los que Dios ha confiado su rebaño”, Francisco dijo: “Nosotros queremos ver el todo con demasiada prisa, mientras que Dios se hace ver poco a poco. También la Iglesia debe aprender esta espera”.
Respecto a la sencillez, el Papa planteó: “Tal vez hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación racional; pero en la gente, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio”.
Destacó que los pescadores “arropan el misterio de la Virgen que han pescado, como si tuviera frío y necesitara calor” y añadió que “Dios pide que se le resguarde en la parte más cálida de nosotros mismos: el corazón”.
Dando un paso más, afirmó que “después será Dios quien irradie el calor que necesitamos, pero primero entra con la astucia de quien mendiga”.
Francisco apreció “una Iglesia que da espacio al misterio de Dios; una Iglesia que alberga en sí misma este misterio, de manera que pueda maravillar a la gente, atraerla”.
En este sentido, afirmó que “sólo la belleza de Dios puede atraer” y aseguró que “el camino de Dios es el de la atracción, la fascinación”. “La misión nace precisamente de este hechizo divino, de este estupor del encuentro”, dijo.
A continuación, el Papa señaló que “el resultado del trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor”. “Ciertamente, es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planificación, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma, sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes”.
El Papa destacó que la Iglesia “no puede alejarse de la sencillez, de lo contrario olvida el lenguaje del misterio”. “A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez, importando de fuera también una racionalidad ajena a nuestra gente –añadió-. Sin la gramática de la simplicidad, la Iglesia se ve privada de las condiciones que hacen posible «pescar» a Dios en las aguas profundas de su misterio”.
El análisis papal acabó con una anotación: que “Aparecida se hizo presente en un cruce de caminos” y que “Dios aparece en los cruces”.