Critica a la sociedad que abandona en las periferias una parte de sí misma
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Era la visita más esperada: Papa Francisco en Favela Varginha. Una visita que el Obispo de Roma realizó en calidad de pastor, bendiciendo el altar de una nueva parroquia, saludando a los jóvenes con quienes se cruzaba y recibiendo regalos, como una bufanda de su equipo, San Lorenzo de Almagro.
Papa Francisco se dirigía a un humilde hogar de la favela, como un sacerdote que visita a unos amigos en una casa cercana. Se le veía contento, relajado, sonriendo, sin prisa. Seguramente es la visita que más ha disfrutado el Papa Francisco en esta estancia suya en Brasil.
“Ya desde el principio, al programar la visita a Brasil, mi deseo era poder visitar todos los barrios de esta nación. Habría querido llamar a cada puerta, decir «buenos días», pedir un vaso de agua fresca, tomar un «cafezinho», hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos… Pero Brasil, ¡es tan grande! Y no se puede llamar a todas las puertas”
Con estas palabras comenzó su discurso el Papa Francisco, una visita marcada por la cercanía a los marginados en las periferias, pero también con mensajes rotundos a los que tienen más recursos: “no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario”; a la verdadera promoción del bien común y a los jóvenes: “sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo”.
Papa Francisco mostró en su discurso que “la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en el corazón y pidió al pueblo brasileño y a las personas más sencillas que den al mundo “una valiosa lección de solidaridad, una palabra a menudo olvidada u omitida, porque es incomoda”.
“No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano”, expresó el obispo de Roma, haciendo un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: “No se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo”.
El Papa Francisco alentó los esfuerzos que esta realizando la sociedad brasileña, pero alertó de que no habrá armonía y felicidad si “se margina y abandona en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella”.
“Sólo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica”, afirmó Su Santidad: “La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza”.
Un hambre más profunda
El Papa Francisco destacó la importancia de mostrar la colaboración “a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre”, aunque destacó que no es posible quedarse en un mero asistencialismo: “es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un acto de justicia. Pero hay también un hambre más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede saciar”.
“No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación”, afirmó enérgicamente el Papa Francisco y destacó entre estos bienes inmateriles: “la vida, que es un don de Dios; la familia, fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración social; la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias; la salud, que debe buscar el bienestar integral de la persona, incluyendo la dimensión espiritual, y la seguridad, en la convicción de que la violencia sólo se puede vencer partiendo del cambio del corazón humano”.
El Papa Francisco finalizó, como en todos sus discursos anteriores con un mensaje de esperanza para los jóvenes: “ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés”.
“Nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”, destacó el Pontífice mostrando a los habitantes de la favela de Varginha: “No están solos, la Iglesia está con ustedes, el Papa está con ustedes”.
Saludo de las familias
“¿Por qué esta comunidad fue escogida para recibir su visita?”, se preguntó la familia que dio la bienvenida al Papa Francisco, aunque finalmente contestó: “porque somos pequeños, pobres, olvidados, pero ante los aplausos y flashes seguimos siendo fieles a Dios”.
En el discurso de bienvenida al Santo Padre, Santos Irineu y Joana Alves de Souza Carvalho destacaron su trabajo diario, sus problemas y dificultades, pero también su confianza en que Dios se hace presente como “esperanza de nuevo amanecer”.
“Todas las periferias ven y se identifican con el ministerio que usted, padre Francisco, sigue ejerciendo yendo al encuentro de aquellos que son invisibles para la sociedad”, mostraron cariñosamente al obispo de Roma.
Bendiciones y saludos
Anteriormente, el Papa Francisco recibió las llaves de la ciudad de Río y pudo bendecir las banderas: "Buen dia a todos, gracias por estar aquí y mi bendición a ustedes y a sus familias, a todos”, expresó el Santo Padre antes de comenzar con los saludos y algunas de sus bromas.
Al comentario del alcalde sobre el mal tiempo, le expresó: "Tienen que llevarle una docena de huevos a las Clarisas"; a una deportista de kárate: “A usted hay saludarla con respeto” y con un ex-jugador de Baloncesto bromeó con su altura.