Entrevista al cardenal Juan Sandoval Íñiguez
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Detalles curiosos del último cónclave, por qué el Papa escogió el nombre de Francisco, anécdotas de una profunda amistad con Benedicto XVI, las razones del atractivo de Juan Pablo II,… el arzobispo emérito de Guadalajara, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, comparte en la siguiente entrevista su experiencia con los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
En una entrevista con Valentina Alazraki, ella describe los comentarios que le hace Juan Pablo II y los resultados de su primer viaje a nuestro país, el Papa Juan Pablo le expresa que gracias al recibimiento que le dio México, Polonia se vio obligada a invitarlo; aquí Wojtyla aprovechó para sembrar en su país las semillas de Solidaridad, las cuales trascienden hasta la caída del comunismo y otros aspectos que resaltaron el desplome de este sistema. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Eso es claro. Hablemos de la primera visita del Papa a México. La tradición era que los Sumos Pontífices asistían a las reuniones generales del CELAM, la cual se realizaría en Puebla en 1979; a esta asistiría Pablo VI. Al morir Paulo VI, elijen a Juan Pablo I. Él también murió. Después eligen a Juan Pablo II. Su razón de venir a México fue inaugurar la tercera conferencia del episcopado latinoamericano en Puebla.
Aquí los obispos de México lo invitaron a varias partes de la Republica. El Papa pasó una semana recorriendo el país, donándose con una gran generosidad hacia la gente, con una convocatoria de millones de personas que seguían al Vicario de Cristo. Esto marcó su pontificado y lo definió como el Papa peregrino. Él dijo: México, un país que no tenía relaciones con el Vaticano, me abrió sus puertas, porque no iré a mi patria Polonia. Allá reforzó con su vigor a Lech Walesa y al sindicato de solidaridad. Esto fue la punta que jaló la hebra del comunismo. Juan Pablo II tuvo gran mérito en todo esto, así lo dijo Helmut Kohl en 1996. Cuando el Papa fue a Alemania, yo estaba allá, lo recibieron en la puerta de Brandeburgo en Berlín, el canciller Helmut le dijo: Usted fue el que derribó este muro, y la cortina de hierro. Así lo manifestó este estadista de primer nivel.
En su opinión, ¿qué fue lo que más atrajo al mundo de Juan Pablo II?
Cuando uno veía a este Papa, le cautivaba; había algo sobrenatural divino en él que te alegraba, tranquilizaba. Hay una anécdota que me contó don Justo Mullor, el nuncio de ese entonces: que en una ocasión, el Papa aquí en México, antes de irse a dormir, se fue a la capilla a rezar, en la mañana se fue a desayunar, pero se dieron cuenta que había pasado toda la noche en oración.
Cuando uno lo miraba, se sentía avasallado -en el buen sentido- por una fuerza de Dios única. Realmente lo que más atrajo al mundo de Juan Pablo II era la santidad.
Su eminencia, seguramente han sido muchas sus vivencias con Benedicto XVI y cada una muy especial, por favor háblenos de una en particular.
Tengo una amistad muy cercana con Benedicto XVI. Cuando uno es nombrado cardenal, tiene que acudir a Roma con mucha frecuencia, para asistir a los diferentes dicasterios; normalmente quien hacía los temas de apertura en estas reuniones era el cardenal Ratzinger. Lo comencé a tratar cuando me convertí en cardenal en 1994. Después, en mayo del 96, hubo en Guadalajara la reunión de obispos de toda Latinoamérica, a la que vino el cardenal Ratzinger siendo el presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Aquí tuve más trato con él; fui su anfitrión, nuestra amistad se acrecentó y consolidó. Ahora que dimitió, me toco estar en Roma, también en su último ángelus y audiencia así como en el despido de los cardenales el 28 de febrero por la mañana.
En mayo de este año, estuve en la canonización de la madre Lupita, visité a Benedicto XVI, lo ví muy repuesto y revitalizado, obviamente ya sin la carga y responsabilidad moral, comenzó a rehacerse. El año pasado cuando vino a León, bajándose del avión lo salude, me dijo: “Usted está muy bien para ser emérito”. Le contesté en sentido de broma: “Por culpa de usted, si me hubiera visto primero físicamente, no me hubiese quitado la diócesis”, El papa Benedicto se rió. Siempre me ha tratado de amigo.
Cuando salió electo Vicario de Cristo le dije: “Santo Padre: de aquí en adelante tiene mi oración, mi obediencia, mi colaboración incondicional “. Y él me dijo: “¡También la amistad!”. Me tomó las dos manos. Le confirmé: “¡También mi amistad!”. Nunca se me va a olvidar, siempre me consideró amigo y yo también. Tuvimos una amistad muy sencilla, humana, cercana. Él es un gran intelectual, profundo pensador; en el trato cercano uno se maravilla de su sencillez, es un dulce, muy buena gente.
Pasemos al tema del cónclave, como periodista tuve la experiencia de estar cubriendo este concilio o reunión. Recuerdo nuestro encuentro de los casi 7000 periodistas de todo el mundo con el nuevo Papa Francisco. Él manifiestó su profunda gratitud a los medios. Nos comunicó cómo y por qué eligió llamarse Francisco. Usted vivió esta anécdota por favor descríbala para nuestros lectores.
Poco antes de ser elegido el Papa Francisco, el cardenal Hummes, franciscano brasileño, estaba sentado junto a él. Cuando vio que iban subiendo los votos del cardenal Bergoglio, le dijo: No te olvides de los pobres. Se lo dijo dos o tres veces. Al obtener la mayoría de más de 77 votos de los 115, cuando salió electo el cardenal Bergoglio, ya estaba en su corazón “no te olvides de los pobres”.
Se le preguntó oficialmente por parte del cardenal subdecano, si aceptaba su elección; él contestó: Soy un pecador, pero me confío a la infinita misericordia de Dios y a su paciencia, acepto. Nuevamente se le preguntó: ¿Cómo te quieres llamar? Contestó el Papa: Francisco, en honor de san Francisco de Asis. De ahí proseguimos a revestirlo, a hacer las ceremonias internas para que luego saliera al balcón a dar su primera bendición, rompiendo todo protocolo con gran humildad.
A usted le une una amistad entrañable con el Papa Francisco, antes cardenal Begoglio. ¿Le gustaría participarnos más de lo valioso de este tema sumado a su trabajo específico que realizó en el cónclave?
Desempeñé una labor muy particular en el cónclave: me tocó ser la voz de los resultados de los escrutinios. Debido a la cantidad de periodistas y la calidad de equipo y tecnología que algunos llevaban (tecnología muy avanzada), optamos por omitir los micrófonos dentro de la Sixtina.
Yo repetía en voz alta: tales resultados. Al final el colegio cardenalicio me entregó un reconocimiento muy significativo representado en un trompetita al mismo tiempo dijeron apreciar mi labor de apoyo, al hablar fuerte, agilizar y apoyar el cónclave para prescindir de la tecnología, por razones de protección y confidencialidad.
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