La Virgen del Carmen, una advocación queridísima en Chile
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Desde el año de 1879, del 10 al 17 de julio miles de chilenos y latinoamericanos tienen una cita que cumplir: ir a festejar a la Virgen María en la ciudad de La Tirana, pampa del Tamarugal, en el norte de Chile.
Una celebración que ha congregado a varias generaciones y que se transmite de padres a hijos. Mezcla e hibridación de las raíces indígenas de América y la fe católica, sobre todo, la inmensa fe que le profesan los pueblos de América Latina a la Virgen del Carmen, en este sitio cariñosamente llamada “la Chinita del Tamarugal”.
Todo sirve para honrar a la Madre de Dios
Los visitantes y peregrinos lucen coloridos atuendos y máscaras. Como en muchos otros lugares de Iberoamérica, los danzantes escenifican la eterna lucha del bien contra el mal, de Dios contra el demonio, de los buenos contra los malos, de los católicos contra los moros.
Y como en muchas otras fiestas populares del subcontinente, la pelea simbólica acaba cuando la Virgen desciende y predica su mensaje de amor, concordia y esperanza. En este caso, es el descendimiento de “la Chinita del Tamarugal” la que impone su paz entre los danzantes aguerridos.
Luego, viene la fiesta que se celebra con los instrumentos típicos de las regiones andinas: quenas, zampoñas, silbatos, flautas de pan… Todo sirve para honrar a la Madre de Dios y para expresar, en medio del jolgorio, la fe sencilla de los pueblos de América.
Cada grupo de danzantes –similar a las cofradías españolas—tiene un nombre y un “caporal”, un mayordomo que, a su vez, guía espiritualmente a los que forman el grupo de danzantes, a quienes se llama “bailarines del silencio” o “bailarines de la Virgen”.
La tradición y la herencia son parte de la vida espiritual y del calendario emocional de cerca de 20 mil personas que se dan cita en La Tirana cada año. Son “los chinos” y sus bailes “los bailes chinos” que forman un carnaval en honor de la Virgen del Carmen, de “la Chinita del Tamarugal”. Todo el año es preparación para esta semana que culmina con el festejo de la Virgen del Carmen.
Pero no todo es fiesta popular en La Tirana: hay misas multitudinarias y procesiones por las calles del pueblo que en estas fechas se ve abarrotado de visitantes. También destaca la fiesta de las fogatas, que iluminan el valle desértico del norte de Chile con un resplandor que intenta ser un regalo de fe a la Virgen.
Dios hace de La Tirana un lugar de encuentro
Así lo constató Alejandro Rodríguez, director de la Asociación Pedro de Valdivia, durante la Entrada Solemne a la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen 2013: “Es la historia que recibimos de nuestros antepasados, donde Dios se hace presente para hacer de este pueblo, un lugar de encuentro, que renace todos los años en el mes de julio, para convertirse en lugar de encuentro de la fe ,con la danza y canto, con el frio y calor, con nuestra penas y alegrías, con toda nuestra vida”.
Más adelante, el mismo Alejandro Rodríguez remató diciendo: “Por eso hoy en estas tierras venimos a vivir lo que la historia nos ha mostrado y entregado una identidad de siglos, donde cada uno ha sido parte. Y lo seguiremos haciendo porque tenemos también el compromiso de cuidar y proteger nuestra fiesta, siempre aceptando nuevos tiempos pero protegiendo nuestra historia y tradición. Queremos que esta fiesta perdure por muchos siglos más, bajo la estrella que nos guía que es María en la advocación de nuestra señora del Carmen de la Tirana”.
“La vida de un bailarín –precisa uno de los “chinos”– debe estar consagrada a la Virgen. La imagen de mi baile de hecho está consagrada a ella desde hace cien años…”
“Hay mucha gratitud -confiesa el mismo bailarín– por haber nacido en esta tierra. Fuimos elegidos y bendecidos para seguir el camino junto a María. Para nosotros venerarla es una bendición. Yo nací con un sello que dice «tú serás un devoto y servidor de la Virgen del Carmen de La Tirana»…”.