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La mayoría de los adultos en Occidente vive solo

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Francis Phillips - publicado el 11/07/13

La gente no ha dejado solo de tener hijos, también ha dejado de casarse

De alguna manera, Going Solo es un libro importante, aunque con un mensaje sombrío. Se puede resumir en la única estadística a la que hace mención su autor: en los EEUU en 1950 solo el 22% de la población era soltera; hoy, más del 50%; 31 millones de personas que viven solas. Eric Klinenberg, profesor de sociología de la Universidad de Nueva York, analiza esta estadística y nos muestra sus conclusiones sobre la misma.

Creo que las conclusiones son más descorazonadoras de lo Klinenberg considera. Aunque al principio comienza citando el Génesis: “No es bueno que el hombre esté solo” y debate la larga evolución que resultó en el núcleo familiar, está claro que él es optimista con el cambio hacia el futuro social de la especie humana- a pesar de que se distancie de la unidad familiar tradicional.

La misma tendencia se observa en Europa: en la primavera de 2007, el Consejo de Europa celebró una reunión de alto nivel para analizar los retos planteados por la cuestión demográfica: según los datos hechos públicos en esta reunión, el 30% de los europeos vive en hogares unipersonales, y la tendencia va en aumento.

¿Qué le sucede a la sociedad americana y occidental en general cuando, por primera vez en su historia, “la mayoría de los adultos americanos son solteros”? ¿Es un problema, un signo de “una fragmentación narcisista? El autor prefiere no pensar en esto.

No hay precedentes al estado actual de las cosas. Aunque Walt Whitman, Emerson y Thoreau alabaron al hombre autosuficiente, el autor demuestra que, en realidad, todos ellos estuvieron muy implicados en la sociedad en la que vivieron.

Añade que Robinson Crusoe, el clásico de ficción sobre la soledad “antes de la huella del hombre en la arena es esencialmente una historia de terror”. No parece muy dispuesto a aumentar las posibilidades del “terror” prefiriendo explicar el aumento de las personas que viven en soledad al hecho de que “más personas se lo pueden permitir”.

La libertad y la elección personal son apreciadas virtudes modernas, junto al aumento de estatus de la mujer, la revolución en las comunicaciones y la longevidad.

“Vivir solos nos ayuda a alcanzar los valores modernos sagrados –la libertad individual, el control personal, la autorrealización”. La gente también vive sola por causa de un divorcio o de la viudez.

El problema, según Klinenberg, es encontrar formas para ayudar a los que sufren el asilamiento social, sino modos de aceptar la realidad cotidiana sin intentar cambiarla.

“Lo que importa no es si vivimos solos, sino si nos sentimos solos”, argumenta. Yo pienso que los dos van a menudo de la mano, especialmente para las personas mayores.

Las ciudades modernas y los suburbios, que evolucionaron de un modelo social antiguo, las necesidades de las unidades familiares, se podrían adaptar más a esta nueva revolución social, según el autor.

¿Así que no hay vuelta atrás para las comunidades donde la mayoría de las personas están casadas y y donde los mayores pueden ser cuidados dentro de las familias y en su comunidad local?

Para Klinenberg, la vida en la comunidad moderna significa hacer concesiones a los cinco millones de americanos menores de 35 años que viven en apartamentos de su propiedad.

Admite, no obstante, que “muchos de los jóvenes adultos que viven solos lo consideran una etapa, no como un punto final”.

Sin embargo cada vez más la mayoría de ellos se encuentra a sí mismos enfrentándose a este “punto final”: han crecido en familias pequeñas, con una habitación para ellos solos y con sus padres que trabajan fuera de casa, provistos de ordenadores, tabletas y iPhones, la actual generación de juventud educada de clase media (Klinenberg parece centrarse solo en esa clase, más que en los afroamericanos o los hispanos que no siguen este patrón) que tiene que comprometerse a subir en la escalera corporativa, por lo general en detrimento de las relaciones personales.

Gran parte de su obra está dedicada a extensas entrevistas con gente que vive por su cuenta –jóvenes arribistas preocupados, divorciados de mediana edad, solteros mayores y viudos.

Todos ellos tienen una historia que contar, ya sea relaciones fallidas, disfrute de su libertado los miedos e incertezas de la vejez. Klinenberg también describe el mundo de las antiguas casas de huéspedes de Estados Unidos, el tipo que describe John Steinbeck, cuando una cambiante población de trabajadores vivió en “SRO” –ocupación de habitaciones individuales.

Su descripción me recuerda a las pinturas de Edward Hopper:

Gente sola que alquila habitaciones en edificios desolados, siempre aislados de la comunidad. Otra estadística: en 1950, solo 1 de 10 americanos mayor de 65 años vivía solo; hoy es 1 de 3.

El autor acepta que hay un “inquietante problema social” con este grupo de edad, dada la creciente longevidad y la falta de adecuados cuidados y hogares en la comunidad (parece que EEUU no es diferente del Reino Unido a este respecto).

De “DINKS” (doble sueldo sin hijos), él cree que nos hemos trasladado a “SINKS” (un sueldo sin hijos).

De mal a peor, podrían sugerir algunos, aunque el autor objetaría: necesitamos “enfrentar los desafíos de una sociedad de individuos”, en lugar de cuestionar este tipo de modelo, según su opinión.

Su solución: el rediseño de su vida en solitario y los “SRO”, reorganizar los suburbios: repensando la asistencia a los mayores (incluyendo la posibilidad de la asistencia mediante robótica sofisticada) etc…

Quiero destacar que el mismo Klinenberg está casado, tiene dos hijos, o sea que no ha adoptado el modo de vida que promueve.

Creo más bien que esta situación se impone a las personas por las circunstancias; algunos optan por vivir de esta manera de forma permanente y los que lo hacen a menudo han sido heridos por pasadas relaciones.

Como dije al principio es un libro sombrío, aunque el autor no tenía esa intención.

Publicado originalmente por MercatorNet el 4 de julio de 2013.

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