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Lumen Fidei, una propuesta para ver con la mirada de Jesús

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Manuel Bru - publicado el 08/07/13
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“Lo que confiesa la fe es el amor”, recuerdan los Papas

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Ya en los primeros párrafos de la encíclica el Papa se dirige con respetuosa provocación al hombre contemporáneo, creyente o no creyente. Cita el Papa a Justiniano y a Nietzsche. Al primero para decir que nadie en la antigüedad estaba dispuesto a dar su vida por el dios Sol, porque su deslumbrante luz no da respuesta cabal a la inquietud humana. Al segundo para decir que hoy muchos no sólo ignoran que la fe es luz, sino que piensan que ésta es contraria a la búsqueda de la verdad. Más allá del viejo y del nuevo paganismo, el Papa Francisco nos propone la fe como luz para el camino de todo hombre.

Relaciona el Papa esta encíclica con las de Benedicto XVI sobre las otras dos virtudes teologales: la esperanza y la caridad. Y confiesa que también ésta es en gran parte de Benedicto XVI, que “ya había completado prácticamente una primera redacción”. Se lo agradece y asume “su precioso trabajo, añadiendo al texto algunas aportaciones”. Se nota el exquisito estilo literario y la singular impronta teológica de Ratzinger, pero también se notan, y se agradecen, los “añadidos” bergoglianos, que tanto clarifican y “aterrizan” la comprensión.
 
En el primer capítulo, bajo la sugestiva confesión joánica “Hemos creído en el amor”, nos dice que “la fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver”.
 
Más provocativo es el título del segundo capítulo: “Si no creéis, no comprenderéis”, tomado del profeta Isaías. Pero ya en la primera frase aparece la clave existencial que recorre toda la encíclica, porque también el profeta dice: “Si no creéis, no subsistiréis”. Se aborda la relación entre fe, verdad y razón, pero sobre todo, entre fe y amor, pues lo que confiesa la fe es el amor.  
 
La afirmación paulina “Transmito lo que he recibido” da título al tercer capítulo, que relaciona la fe con la misión, los sacramentos, la oración y los mandamientos: “El decálogo –nos dice el Papa- no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del yo autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios”.
 
El cuarto y último capitulo proyecta la fe en la esperanza descrita en los Hechos de los Apóstoles: “Dios prepara una ciudad para ellos”. ¿Qué aporta la fe al bien común, a la familia, a la sociedad, y a la experiencia del sufrimiento humano? Termina el Papa con una oración a la Madre de los que creen: “Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe”.

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