Recordamos el vibrante testimonio del obispo de San Cristóbal de las Casas en el 50ª aniversario de su ordenación
Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas en el Estado mexicano de Chiapas, escribía una vibrante reflexión sobre el sacerdocio al cumplir sus 50 años de ordenación
Haciendo memoria del derrotero que han seguido 18 sacerdotes mexicanos que se ordenaron junto con monseñor Arizmendi, el obispo de San Cristóbal de las Casas reconoce que “ha sido muy alentador comprobar una vez más el cariño, el respeto y la valoración del pueblo fiel y sencillo hacia sus sacerdotes”.
“A pesar de los malos testimonios presbiterales que en el mundo han acontecido, reconoce monseñor Arizmendi, nuestro pueblo nos sigue dando el título de padres, por la vida divina y espiritual que Dios sigue haciendo llegar a los suyos por nuestra mediación”.
Actuar como “otro Cristo”
Para el prelado mexicano, una de las voces más importantes en lo que se refiere a la cultura y a la defensa de los indígenas en el país, el “misterio del presbítero, no consiste en ejercer un cargo cualquiera. No es desempeñar una función secundaria y burocrática. Es, con toda verdad, actuar como otro Cristo”.
Al constatar que eso es una “tremenda dignidad y una gratísima responsabilidad”, monseñor Arizmendi constata que la Iglesia no es sólo la jerarquía. Esta es imprescindible, pero entre todos formamos un solo cuerpo, una familia, una comunión, donde todos somos importantes, como dice el Concilio Vaticano II”.
Si bien la Iglesia es unidad, los sacerdotes representan la parte fundamental de esta gran familia que en México ya sobrepasa los cien millones de seres humanos: la familia católica.
Por ello el artículo de monseñor Arizmendi concluye pidiendo oración por los sacerdotes para que ellos y los obispos sean más fieles a su vocación “y no motivo de escándalo y tropiezo; mucho menos que seamos culpables de que, por nuestro mal testimonio, algunos se alejen de la Iglesia”.
En este sentido, el obispo de San Cristóbal de las Casas hizo una exhortación final a los padres de familia, para que “hablen a sus hijos de esta gran vocación, sin presionarlos”.