Un bloggero comenta la eficiencia, ignorada por los medios, de los “veladores” que protestan por el encarcelamiento de un joven de la “Manif pour tous”Hay cosas que pasan desapercibidas en el radar mediático, por ejemplo el movimiento de los “veilleurs” (veladores). Yo lo ignoraba todo de ellos hasta una mañana de esta semana, no recuerdo cuál, en la que pasando como acostumbro por la Plaza Vendôme para ir a mi oficina, observé un puñado de hombres y de mujeres de pie delante de la Cancillería. Todos miraban en la misma dirección y parecía que estaban esperando a alguien. Algo indescriptible les unía y sin embargo estaban distanciados los unos de los otros sin hablar entre ellos.
Asombrado, escribí “Place Vendôme" en Twitter al llegar a la oficina y descubrí que se trataba de los “veilleurs”. Si he entendido bien, se insertan en la línea de la “Manifestation pour tous” [Manifestación para todos, manifestación cívica contra el “matrimonio homosexual” recientemente aprobado en Francia, n.d.t.], pero protestan también por la condena de uno de los manifestantes, llamado Nicolas.
También en Twitter, descubrí que este movimiento no se limita a la Plaza Vendôme. Hay otros “veilleurs”, ante el Palacio de Justicia, en la acera que hay frente al Elíseo, en la Plaza de la República,… Más aún: los Veladores se organizan también en otras provincias francesas e incluso en otros lugares de Europa. Busqué entonces en Google artículos. Había en la prensa diaria local, pero nada en la de ámbito nacional, y nada, pues, referente a París.
Que los habitantes de las regiones me perdonen; no soy responsable de la excesiva centralización de nuestro país, pero es así: si la prensa nacional no transmite lo que pasa en París, la capital se vuelve entonces sorda y muda. Sobre todo si incluso los parisinos callan.
20 veladores, 10 coches de policía
El miércoles por la tarde, arrastré conmigo a un compañero a la plaza. “Vas a ver -le dije-, tú el subversivo, el rebelde, el insumiso, el provocador, te va a gustar”. Él no sabía nada del asunto aunque pasa sus días informándose en internet hasta el punto de que sabe más que yo sobre la actualidad y sobre todo teniendo en cuenta que no es periodista.
Llegamos en coche. Un policía en moto nos prohibió el acceso a la plaza. Hay que decir que una columna de vehículos de CRS [policía nacional francesa] o de guardias (no los distingo), empezó a investirlo y que nuestro pequeño vehículo se había introducido con insolencia en el convoy. Estábamos causando desorden. Sobre todo porque mi subversivo camarada hacía grandes gestos a los conductores de los camiones, a veces para advertirles que empujaran, a veces para burlarse abiertamente de ellos. El insinto es difícil de manejar y yo empezaba a tener sudores fríos.
“Voy a ver ahí”, me dijo, dando un golpe de volante entusiasta hasta una plaza de aparcamiento milagrosamente libre en la calle San Honorato. Y salimos del vehículo para acercarnos al corazón del acontecimiento. Los CRS empezaron a bajar de los coches, equipados como robocop, algunos con caras largas junto al camión, visiblemente incómodos (···).
Habían ocupado la plaza. Estaban separados entre sí por unos pocos metros. Bien alineados. Silenciosos. Inmóviles. Eran apenas una veintena. Frente a ellos, diez coches de CRS. Algunos turistas italianos se aproximaron a un CRS para saber lo que estaba pasando. No escuché su respuesta. Reinaba un ambiente extraño. Tantos policías equipados para unos pocos hombres y mujeres separados y silenciosos. ¿Y en nombre de qué ley? Las respuestas oficiales no son muy convicentes. Ignoro lo que pasó después. Agarrando de la manga a mi provocador amigo, le ordené que parara con sus tonterías y nos fuimos. Dotado de un instinto muy seguro de relación de fuerza, creo que entendió por sí mismo que no había que calentar a los policías.
Una marea silenciosa
Los veladores todavía estaban el jueves y el viernes en la Plaza Vendôme. Es como una marea. Son unos cuantos por la mañana, más numerosos al mediodía, y luego la ola sube y vuelve por la tarde. Siempre de pie, en silencio, inmóviles.
Es increíble cómo su actitud atrae la atención. Cuando todo el mundo camina con la famosa prisa del parisino, ellos se detienen. En medio del ruido y de la furia de la capital, ellos permanecen en silencio. Absoluto. No sólo no hablan (y todavía menos gritan), sino que no enarbolan ni pancartas, ni camisetas con slogans, ni ningún mensaje escrito. Es un silencio absoluto. Están ahí, inmóviles, con una determinación inquietante.
No busquéis artículos de prensa sobre los Veladores de la Plaza Vendôme o de otros lugares de París. No hay. No es una causa justa, mediáticamente hablando. El silencio y la quietud no son buenos temas. No hay líderes (que yo sepa) para organizar ruedas de prensa. Sin imagen y sin discurso, no hay tema posible para los periodistas.
En este sentido, los “veilleurs” son profundamente subversivos. Si un artista se cruza con ellos en algún lugar de París, le invito a detenerse y a mirar. Es un espectáculo fascinante. Bastaría que su causa esté de moda para que los medios de todo el mundo les observaran maravillados. Sólo que uno nunca ve lo que de verdad quiere ver.