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¿Por qué mentimos?

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Aleteia Team - publicado el 29/04/13
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¿Es grave mentir? ¿Todo el mundo lo hace? A veces parece inevitable, las mentiras piadosas pueden estar justificadas en ciertos casos…

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Un ministro que jura "mirando a los ojos" que no tiene una cuenta en Suiza, policías que aseguran no haberse dado cuenta de la presencia de 300.000 manifestantes, un palacio parisino que dice jamás haber albergado en sus instalaciones las consultas para el GPA (alquiler de vientres)...

Existen muchos ejemplos, todos muy recientes, que revelan la decadencia de una época: la mentira se ha convertido en algo cotidiano. En este sentido, parece un robo: no se ve, no se toca.

Sin embargo, al final todo se sabe. Y cuando uno lo descubre, los daños son numerosos. La mentira rompe una relación de confianza. ¡Aquellos que se lanzan deben pensarlo dos veces antes de mentir! Incluso para perdonar, olvidar y reparar... La mentira instala un malestar constante, un sentimiento de sospecha y de desconfianza que cuestiona: "¿podré creerle?".

Por miedo, sobre todo: miedo de enfrentarnos a la otra persona, miedo de ser juzgados, miedo de las consecuencias de nuestras acciones. Esta primera cobardía se conecta con otra realidad: si le oculto la verdad a mi interlocutor, decido que él no tenga derecho a saber la verdad. Le desprecio y le trato irresponsablemente. Considero que no es digno de saber, y peor todavía, le manipulo. No lo veo como una persona, sino como un individuo manipulable. Se trata de una grave injusticia a la dignidad del hombre.

Por otra parte, del lado de las víctimas, a quienes hemos mentido, las reacciones son unánimes. Basta sólo escuchar los testimonios del caso Cahuzac: todos se sienten engañados, traicionados y humillados. Predomina el sentimiento de haber sido manipulados. Un sentimiento de injusticia que, tal vez es el único consuelo, que les tranquiliza en la naturaleza humana: mentir está mal.

Cuando Bernard Tapie declaró (en el año 1995 en el juicio OM-Valenciennes) ¡Sí, mentí, pero de buena fe!", Esto escandalizó. ¡Pero, menos mal que en esta época, donde el relativismo reina, la gente todavía tiene conciencia!

Por el lado del mentiroso, en el caso del ex ministro francés de Presupuestos, Jérôme Cahuzac, él lo destacó en su confesión: se vio obligado. La paradoja es que uno se va encerrando cada vez más (e inventa otras mentiras para proteger a la primera), mientras desea secretamente ser descubierto un día, y ser liberado.

Existe otro tipo de mentira: el de la ideología. El debate sobre el matrimonio y la adopción por parte de personas del mismo sexo, es un ejemplo perfecto.

¿Cómo poder dialogar si tu oponente niega la realidad con el fin de sustituirla por su ideología? Reímos viendo "La vida de Brian" de Monty Python. Ahora nos damos cuenta de que esa película era profética.

Dado que lo real nos demuestra lo contrario, la ley (hoy en día) y la ciencia (mañana) están llamadas a decir algo más sobre esto. No es una revolución contra la injusticia, es una revolución contra lo real. Y para destilar esta revolución, nada mejor que mentir a la inteligencia y empezar por cambiar las palabras: por ejemplo, no se debe decir "madre de alquiler" sino "nanny prenatal" (la frase fue retomada y desarrollada por Israel Nisand, profesor de obstetricia y ginecología en el Hospital Universitario de Estrasburgo, en el diario "Liberation", el 15 de febrero de 2011). ¡Más grande es la dimensión, más suele suceder esto!

La pregunta fue hecha por un procurador romano famoso a un inocente al que estaba a punto de condenar a muerte. Para nosotros los cristianos, la verdad tiene un nombre y un rostro: se encarna en Jesucristo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida." Se hace notar que Él no dijo "un camino" o "una verdad", "el final del camino" o "una parte de la verdad". Sino, "el" camino y "la" verdad.

La verdad es  siempre una  y nos viene dada: la recibimos, al igual que lo real, para que pueda brillar con su propio esplendor. Mentir es hablar en contra de lo real, con la intención de engañar. Entonces la luz ya no puede brillar y reinan las tinieblas ...

Una sociedad donde la mentira se integra en el sistema, comenzando desde el estudiante que copia en un examen, hasta un Ministro que miente en la  Asamblea Nacional, es decir, desde el nivel más bajo hasta el nivel más alto del Estado, en una sociedad en plena decadencia, que se encadena ella misma, que se inocula el veneno oscureciendo la inteligencia de sus miembros.

Urge que emerja una juventud que tome la decisión correcta: ¿deseará esta elegir entre aquel que se hace llamar el “padre de la mentira” o aquel que se hizo  discípulo de un hombre que dijo "la verdad os hará libres" (Juan 8, 32)?

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