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La libertad religiosa por el bien de la sociedad

Tamburrini

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Silvia Gattas - publicado el 16/04/13

Las violaciones evidentes y las más escondidas

¿Qué debemos entender por libertad religiosa? ¿Cuáles son los problemas que la amenazan en un contexto como el actual, cada vez más multicultural y heterogéneo? Aleteia hablado con Attilio Tamburrini, miembro del Observatorio de libertad religiosa y presidente de la sección italiana de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

¿Cuál es el estado de la libertad religiosa en el mundo?

Tamburrini: Para poder responder de forma adecuada a esta pregunta, es necesario definir antes que nada qué se entiende por libertad religiosa, no confundiéndola con la simple libertad de culto. El testo fundamental –el universalmente aceptado- es el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de las Naciones Unidas de 1948.

Según este texto, una plena libertad religiosa implica una serie de condiciones jurídicas y ambientales que extienden a la libertad de educación, de enseñanza y a la libertad de profesar públicamente de forma vinculante, no sólo las convicciones religiosas en sentido estricto, sino también sus consecuencias en la vida cotidiana, en el comportamiento y en la organización de la vida social. Esta definición cubra de forma bastante aceptable todas las consecuencias, en el plano de la vida concreta del ciudadano, que derivan del respeto o no por parte de la Autoridad de este derecho.

¿Cuáles son las violaciones más comunes?

Tamburrini: La tipología de las transgresiones fue resumida perfectamente por Benedicto XVI en el Ángelus del 4 de diciembre de 2005 en el que destacó cómo la libertad religiosa, en realidad, está muy lejos de estar asegurada de forma efectiva: “en algunos casos está –detalló Ratzinger- se niega por motivos religiosos o ideológicos; otras veces, se reconoce de forma teórica, pero es obstaculizada en la práctica por los poderes políticos, o más sutilmente por el predominio cultural del agnosticismo y del relativismo”.

La verificación “a pie de obra" confirma que el esquema sugerido por el Papa emérito responde a la situación  actual en el mundo. En algunos casos la libertad religiosa se niega por motivos religiosos o ideológicos, como sucede en la mayor parte de los países de mayoría islámica (motivos religiosos), y en los países gobernados por ideologías de inspiración marxista (motivos ideológicos), como por ejemplo China o Vietnam.

Otras veces, aunque está libertad se reconoce en el papel, es obstaculizada en la práctica por el poder político, como podemos comprobar en países como la India, cuya legislación favorece la libertad religiosa, pero las actuales manifestaciones, trágicas en algunos casos, de hostilidad hacia las minorías (cristianas y musulmanas) la niegan totalmente. Finalmente, como nunca se ha cansado de destacar Ratzinger, la libertad religiosa se ve amenazada de forma más sutil, por el predominio del agnosticismo y del relativismo.

¿Por qué en Europa, donde todos los Estados reconocen el derecho a la libertad, se vuelve a debatir esta cuestión?

Tamburrini: Justo el último elemento de la lista nos da la razón de lo que está sucediendo en Europa y en todo el mundo occidental. Todas las religiones como tal, están consideradas enemigas de la nueva ideología que transforma los deseos individuales en presuntos derechos. Una ingente cantidad de documentos, recomendaciones, censuras y leyes modeladas sobre la base de nuevos y presuntos derechos humanos, derivados del deseo individual, tienden a considerar el derecho humano como la satisfacción del deseo.

El pensamiento débil de la cultura postmoderna rechaza el fuerte pensamiento expresado por la visión religiosa de la vida y del concepto mismo de naturaleza. Por ejemplo, la propuesta antropológica cristiana que presenta al hombre y la mujer como imagen de Dios es fuertemente atacada por un clima de cultura nihilista, relativista, biotecnológica, que se enseña no solo en las aulas universitarias, sino que se difunde con martilleante insistencia a través de los medios de comunicación de masas y es absorbida por la llamada “gente común”.

No podemos olvidar que la persecución cruenta es solo el resultado final de un camino que atraviesa tres etapas: en primer lugar está le persecución cultural con campañas de difamación y de incitación al desprecio y al odio. Luego está la persecución administrativa con vínculos legales o fiscales a la libertad de la Iglesia y de las organizaciones religiosas. Finalmente se llega a la persecución abierta, legal o mediante la intolerancia social.

¿La pertenencia religiosa, por tanto, está destinada a ser cada vez más un factor de cohesión social o de fragmentación?

Tamburrini: Creo que en un mundo  fragmentado, un mundo en el que los individuos están cada vez más aislados y abandonados a su propio destino, el único factor que pueda crear “comunidad”, que provea de solidaridad verdadera, es la pertenencia religiosa. Recuerdo lo que dijo una vez Benedicto XVI: “¡Cuantas veces los hombres han intentado construir el mundo solos, sino contra Dios! El resultado está marcado por el drama de ideologías que, al final, se manifiestan contra el hombre y contra su dignidad profunda”.

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