Atiende a emigrantes que pasan por México rumbo a EE.UU.La diócesis de Querétaro, preocupada por las numerosos centroamericanos y mexicanos que pasan por su territorio rumbo a los Estados Unidos, ha implementado desde hace 16 meses una «casa del migrante» en la parroquia de San Pablo.
Responder a una necesidad
El sacerdote Reynaldo Huerta, párroco del lugar es uno de los responsables del lugar y recibe a El Observador para contarnos los retos y alegrías de esta aventura. Este lugar es provisional pues el encargado directo de esta pastoral es el padre Aristeo Olvera Maqueda, quien está trabajando para construir la sede oficial de esta dimensión de la pastoral social. La idea de esta propuesta surgió al detectar que a los templos católicos empezaron a llegar muchos migrantes y no había espacios acondicionados para atenderlos dignamente.
A este lugar llegan migrantes que remiten otros templos. Lo atienden directamente voluntarias de la propia comunidad, en su mayoría mujeres. En cuanto a los recursos materiales necesarios para su funcionamiento, algunos se generan en la propia comunidad y otros son enviados por comunidades parroquiales que han enviado despensas o agua. Cuando llegan personas heridas se les lleva al centro de salud o hay un doctor voluntario que apoya en estos casos.
Riesgo permanente
Atender a los migrantes implica graves riesgos, pues si bien la mayoría son gente buena que sólo busca mejores oportunidades de vida, también han llegado a la casa del migrante personas con problemas de farmacodependencia, se les ha detectado drogándose o visiblemente alcoholizados. Una vez un migrante borracho empezó a golpear a otros e intento abusos deshonestos con una mujer migrante, dado su nivel de violencia se tuvo que llamar a la policía. En cuanto a la edad de los que reciben es muy heterogénea pero ronda entre los 20 y 40 años, aunque «Han llegado personas con niños de hasta tres años y una vez atendimos a uno de 70 años» cuenta una de las voluntarias. El flujo más intenso de personas en tránsito lo tienen de finales de enero a mayo.
Hay unos indicadores muy precisos para ser catalogados como migrantes, entre estos que sean personas en tránsito a Estados Unidos, de preferencia gente de Centroamérica, esto es muy importante resaltarlo pues no es propiamente albergue para gente sin hogar, el sector al que está destinado es al de los migrantes.
El proceso para que ingresen es el siguiente: Hay una forma para que se registren, allí se les toman sus datos y si traen algún documento de identidad se asienta. Después se llama a algunas de las voluntarias para que lo auxilien. Y según el estado en el que lleguen se les asigna un lugar donde quedarse o se les lleva al centro de salud en caso de ser necesario. Las normas indican que solo pueden estar un día, se les ofrece baño, comida y descanso para que continúen su camino; también se les brinda la oportunidad de poder hablar con sus familiares vía telefónica. Se tiene la norma de no darles dinero en efectivo.
El padre Reynaldo confiesa que uno de sus temores, es que la comunidad parroquial se opusiera a la instalación de esta casa o que se negaran a colabora con esta tarea, sin embargo esto no sucedió así y se dice gratamente sorprendido por el apoyo recibido por el Barrio de San Pablo. Pese a ello, las voluntarias expresaron que desearían recibir más solidaridad por parte de la comunidad, afirman que esta labor les deja la satisfacción de cumplir el deber cristiano de servir al prójimo, de brindar protección a los más desprotegidos. También expresan que entre las necesidades más urgentes del centro de acogida de migrantes está el contar con cobijas, ropa y despensa. Apoyemos este esfuerzo de la diócesis de Querétaro.