"La carencia de fe puede herir los bienes del matrimonio: procreación, fidelidad conyugal e indisolubilidad", afirmó Benedicto XVI el sábado 26 de enero en el discurso a los miembros del Tribunal de la Rota Romana recibidos en audiencia con motivo de la inauguración del Año Judicial.
El Papa recalcó que la actual crisis de fe trae consigo una crisis de la unión conyugal y subrayó que el rechazo de la propuesta divina conduce a un profundo desequilibrio en todas las relaciones humanas, incluida la matrimonial.
La cultura contemporánea, afirmó el Pontífice, impone a la familia “desafíos urgentes” a causa de su “acentuado subjetivismo y relativismo ético y religioso”.
En particular, observó, hay quien pone en contraste la libertad de la persona con “la capacidad misma del ser humano de ligarse” para toda la vida. De hecho, existe, una “difundida mentalidad” que hace pensar que la persona“ es ella misma permaneciendo ‘autónoma’ y entrando en contacto con el otro sólo mediante relaciones que se puedan interrumpir en cualquier momento”.
“A nadie se le escapa que la decisión del ser humano de ligarse con un vínculo que dure toda la vida influya en la perspectiva básica de cada uno, según esta esté anclada en un plano meramente humano o se abra a la luz de la fe en el Señor”, afirmó.
Y añadió: “De hecho sólo abriéndose a la verdad de Dios es posible comprender, y realizar en lo concreto de la vida también conyugal y familiar la verdad del hombre como hijo suyo, regenerado por el Bautismo”.
En su discurso, Benedicto XVI se refirió a la indisolubilidad del pacto entre un hombre y una mujer, un pacto, constató, que “no requiere, a fines de la sacramentalidad, la fe personal de los novios”, sino sólo una condición mínima necesaria: "la intención de hacer aquello que hace la Iglesia”.
“Pero aunque es importante no confundir el problema de la intención con el de la fe personal de los contrayentes, no es posible separarlos totalmente”, advirtió el Papa, citando al respecto un documento de 1977 de la Comisión teológica internacional.
Ese documento destaca que si “no se advierte ningún rastro de la fe como tal”, se plantea “el problema de saber” si “la intención general y verdaderamente sacramental” está “presente o no, y si el matrimonio es contraído válidamente o no”.
Benedicto XVI también habló sobre el bien conyugal y sobre su elemento esencial citando a san Agustín, que habla de tres bienes: procreación, fidelidad conyugal e indisolubilidad. Y advirtió que no se debe prescindir “de la consideración que puedan presentarse casos en los que justamente por la ausencia de fe, el bien de los cónyuges resulte comprometido y por tanto excluido del consenso mismo”.
“Con estas consideraciones, no pretendo ciertamente sugerir ningún automatismo fácil entre carencia de fe y nulidad de la unión matrimonial, sino más bien evidenciar cómo tal carencia puede, aunque no necesariamente, herir también los bienes del matrimonio, desde el momento en el que la referencia al orden natural querido por Dios es inherente al pacto conyugal”, puntualizó el Papa.
Benedicto XVI destacó la necesidad de promover reflexiones sobre la nulidad matrimonial en este sentido, y propuso el ejemplo de aquellos santos que han vivido la unión matrimonial, “en la perspectiva cristiana”, y así han logrado “superar también las situaciones más adversas, consiguiendo a veces la santificación del cónyuge y de los hijos con un amor siempre reforzado por una sólida confianza en Dios”.