En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a reflexionar el motivo de nuestra fe. A menudo, como los fariseos, queremos ver más señales, más milagros, antes de comprometernos a creer.
Sin embargo, Jesús nos enseña que la fe genuina no depende de algo palpable, sino de un corazón dispuesto a confiar en Él.
En la reflexión que el padre Giovanni hace, nos comparte más a detalle este pasaje:
¿Necesitas pruebas para creer en Dios?
En este evangelio, los fariseos se acercan a Jesús, pero no con una actitud sincera. No buscan conocer la verdad, buscan una excusa para no creer.
Le piden una señal del cielo, como si los milagros que ya había hecho no fueran suficientes. Pero su problema no era la falta de pruebas, sino la dureza de su corazón.
Jesús suspira profundamente, como si sintiera tristeza por su incredulidad, y les dice:
"¿Por qué esta generación pide una señal? En verdad les digo que no se les dará ninguna señal."
Y sin más, se va.
Esto es impactante. Jesús no les da lo que piden, porque sabe que aunque les dé una señal, seguirán sin creer.
Aquí hay una enseñanza clave: la fe no se basa en ver milagros, sino en confiar en Dios.
Los que piden pruebas, pero no quieren creer
Los fariseos no eran personas que buscaban a Dios con sinceridad. Eran personas que, a pesar de ver las obras de Jesús, seguían rechazándolo.
¿Cuántas veces hacemos lo mismo?
Decimos: "Si Dios me da una prueba, entonces creeré."
Pero, ¿realmente creeríamos? ¿O seguiríamos buscando excusas?
La fe no es un contrato donde le exigimos a Dios que nos dé señales antes de confiar en Él. La fe es una decisión.
Jesús ya ha dado la mayor señal: su amor, su presencia, su sacrificio en la cruz.
Los que quieren creer, encuentran razones para hacerlo. Los que no quieren creer, siempre encontrarán excusas.
Jesús no responde a la exigencia de los fariseos porque Dios no se deja manipular.
Cuando nos acercamos a Dios con un corazón sincero, Él responde. Pero si solo lo buscamos para que cumpla nuestras condiciones, no encontraremos lo que esperamos.
Jesús ya ha hecho suficientes milagros. La pregunta no es si Dios ha dado señales, sino si tú estás dispuesto a creer.
No pidas pruebas, pide fe.