Hoy, en el Evangelio de san Marcos, Jesús enseña que la luz que Dios pone en nosotros no es para esconderse, sino para iluminar al mundo. Como una lámpara, nuestra fe debe brillar, no guardarse por miedo o comodidad. Si usamos los dones que Dios nos da, creceremos; pero si los ocultamos, los perderemos.
Vivir la fe con valentía, orar y compartir a Dios fortalece nuestra relación con Él y nos permite iluminar a quienes nos rodean. La invitación de Jesús es clara: no tengas miedo de brillar y deja que tu luz impacte tu hogar, trabajo y comunidad.
En la reflexión que el padre Giovanni hace del Evangelio de hoy, comparte:
¿Alguna vez has sentido que tu fe es pequeña e insignificante?
Jesús nos habla del Reino de Dios con dos parábolas. Primero, dice que es como una semilla que un hombre siembra en la tierra. Mientras el sembrador duerme o está despierto, la semilla crece por sí sola.
Esto nos revela algo impresionante: Dios obra en silencio, sin que siempre nos demos cuenta, pero su acción transforma la vida.
Cuántas veces queremos ver cambios inmediatos, respuestas rápidas, milagros instantáneos. Pero Jesús nos enseña que la fe y la obra de Dios crecen en el tiempo, muchas veces sin que sepamos cómo.
Después, compara el Reino con una semilla de mostaza, la más pequeña de todas, pero que al crecer se convierte en el árbol más grande.
Aquí está el mensaje clave: Dios usa lo pequeño para hacer cosas grandes.
A veces sentimos que nuestra oración es débil, que nuestro servicio no es suficiente, que nuestra fe es frágil. Pero Dios no te pide que tengas una fe gigantesca desde el principio. Solo te pide que pongas en sus manos lo poco que tienes.
El problema es que queremos resultados rápidos. Queremos que nuestra fe sea fuerte de inmediato, que las cosas cambien en un instante. Pero el crecimiento espiritual es un proceso.
Si eres constante, esa semilla crecerá y dará sombra a muchos. Lo que hoy parece insignificante, en las manos de Dios puede transformarse en algo inmenso.
Dios no necesita grandezas humanas, solo corazones dispuestos. No subestimes lo que Dios puede hacer contigo.