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La deliciosa magdalena de Proust del Papa Francisco

SAN LOORENZO
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Camille Dalmas - publicado el 27/01/25
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En su autobiografía, Esperanza, el Papa Francisco relata recuerdos conmovedores del Buenos Aires de su juventud. Revela cómo los días de partido pasados con su familia ocupan un lugar muy especial en su corazón. Y revela su madeleine de Proust…

De niño, el Papa Francisco esperaba con gran expectación el día del partido de fútbol. Junto con su padre, sus dos hermanos y, a veces, incluso su madre, iba a ver al "Ciclón", como se conocía entonces al club de fútbol de su barrio, San Lorenzo. "Si dejaba algo que desear como jugador, como hincha era imbatible", dice el pontífice. Aunque admite que siempre tuvo "pata dura" -el equivalente argentino a "dos pies izquierdos"-, lo cierto es que más de medio siglo después sigue siendo capaz de nombrar al mejor equipo de 1946. Ese año, el club de su corazón ganó, quedando por delante de Boca Juniors y River Plate, los dos clubes más laureados del país.

Los hinchas de San Lorenzo eran apodados "cuervos", en honor a los salesianos que fundaron el club. Todos los días de partido, la familia de Jorge Mario acudía al famoso estadio del club, el Viejo Gasómetro. El estadio ha sido demolido, y el club argentino planea reconstruirlo y llamarlo "Estadio Papa Francisco". Esto no le gusta nada al Papa Francisco, que recuerda con nostalgia el "fútbol romántico" de aquella época, aún no corrompido por los intereses financieros y publicitarios.

En su autobiografía, Francisco recuerda a los grandes jugadores de San Lorenzo de su época, entre ellos su "favorito", un tal René Alejandro Pontoni, delantero centro y goleador. El Papa parece preferirlo mil veces a Maradona y Messi, las dos leyendas del fútbol argentino. "Pontoni fue para mí el emblema de este juego, del fútbol dentro de una comunidad, del amor por un deporte que no era solo una cuenta bancaria", explica el Pontífice.

Sin embargo, hay un recuerdo que llega aún más al corazón del Papa: el sabor inigualable de la pizza que comía de camino a casa desde el estadio. "Creo que todavía puedo oler esa pizza: es quizás mi magdalena de Proust", dice.

Antes de ir al estadio, su padre siempre dejaba dos recipientes en el restaurante y hacía su pedido. "A la vuelta, recogíamos nuestros dos tarros, esta vez llenos de caracoles en salsa picante, acompañados de una pizza a la piedra, recién salida del horno. Así que, fuera cual fuera el resultado, la fiesta de después del partido era una fiesta", recuerda Francisco.

Comer pizza al aire libre en una "mesita" es uno de los pequeños placeres de la vida que más echa de menos hoy el Papa. Esta pizza "sabe completamente diferente a la que te pueden llevar a casa", asegura.

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