Vivir la vida cristiana no es fácil, requiere disciplina y renuncia a uno mismo. Tenemos que negarnos continuamente a nosotros mismos para vivir una vida llena de virtudes.
Sin embargo, no siempre tenemos las mejores intenciones y tratamos de ser virtuosos en un área con la esperanza de que la gente vea lo santos que somos.
Practicar las virtudes ocultas
San Francisco de Sales recomienda en su Introducción a la vida devota practicar las virtudes ocultas tan a menudo como podamos, en lugar de las que son "vistosas":
"Entre las virtudes que no tienen una adaptación especial a nuestra vocación, elige las más excelentes, no las más vistosas. Un cometa parece generalmente más grande que las estrellas, y llena más el ojo; pero al mismo tiempo los cometas no son ni mucho menos tan importantes como las estrellas, y sólo nos parecen tan grandes porque están más cerca de nosotros que las estrellas, y son de un tipo más burdo. Así que hay ciertas virtudes que nos tocan muy sensiblemente y son muy materiales, por así decirlo, y por lo tanto la gente común les da la preferencia".
Luego explica cómo es fácil elegir las virtudes que son más visibles, en lugar de las que se centran en la vida interior:
"Así, el común de los hombres valora ordinariamente más la limosna temporal que la espiritual; y piensa más en el ayuno, la disciplina exterior y la mortificación corporal que en la mansedumbre, la alegría, la modestia y otras mortificaciones interiores, que, sin embargo, son mucho mejores. Escoge, pues, hija mía, las mejores virtudes, no las más estimadas; las más excelentes, no las más visibles; las más verdaderas, no las más ostentosas".
Este pasaje de san Francisco de Sales es similar a lo que Jesús dijo en el Evangelio de Mateo:
"Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará".
Ciertamente, algunas virtudes implicarán acciones exteriores, pero debemos equilibrar nuestra vida con ambos tipos de virtudes, tratando de hacer la voluntad de Dios incluso cuando nadie nos está mirando.