El martirio es una gracia que Dios concede a unos cuantos, no se alcanza simplemente por desearlo y mucho menos por estar en el momento equivocado. Esto lo sabía muy bien el beato Miguel Pro, quien murió en el tiempo de la persecución religiosa emprendida por el entonces presidente de México, Plutarco Elías Calles.
Una familia religiosa
Miguel Agustín Pro Juárez fue un sacerdote jesuita nacido en Guadalupe, Zacatecas, enclavado en el centro de México.
Llegó con sus padres y hermanos a la Ciudad de México siendo un niño. A los 20 años trabajaba con su padre cuando descubrió su vocación sacerdotal. Para entonces, en su familia ya había dos religiosas.
Dios lo llamó para ser formado por los jesuitas, recibiendo el Orden Sagrado en Bélgica. Su salud era delicada, por lo que sus superiores decidieron enviarlo de regreso a México, donde la Iglesia experimentaba la opresión del gobierno de callista.
Oraciones para ser mártir
Sabiendo la situación que encontraría, el padre Pro nunca tuvo miedo de morir, por el contrario, solicitaba oraciones para que Dios le concediera la gracia del martirio.
El padre Antonio Dragón escribe en su libro El martirio del Padre Pro que "movilizaba todas las oraciones de sus amigos para obtener su gracia".
En 1926, después de predicarles a unas novicia en Tlalpan, les dijo:
"Si me alcanzan de Dios mi gracia, será muy provechosa para ustedes y para la gloria de Dios".
Una de sus penitentes contó que lo veía con frecuencia llevar la santa comunión en bicicleta, en medio de graves peligros. Un día que les contó cómo había escapado de la policía, la hermana de quien narró la experiencia le dijo al padre:
- ¡Padre, esto acabará en el martirio!
El padre Pro respondió:
- ¡Hum! No se ha hecho la miel para la boca de... Miguel.
Pero luego les pidió que rogara mucho a Dios para que fuera mártir.
Una gracia concedida
El padre Méndez Medina le preguntó una vez qué entendía por martirio. El sacerdote le respondió: "Morir deshonrado por Cristo".
Otro testigo, Jorge Nuñez, contó que el 11 de noviembre - pocos días antes de su muerte - rogó al padre que no se expusiera a los peligros. Pero el padre Pro contestó que el martirio era una gracia y que no tenía tamaños para merecerlo.
Pero el hombre insistió: "¿Qué haría usted si el gobierno lo apresara para matarlo?"
Entonces, el beato dijo sencillamente:
"Pediría se me permitiera arrodillarme, tiempo para hacer un acto de contrición y morir con los brazos en cruz y gritando: ¡Viva Cristo Rey!"
Y fue cual lo imaginó. Dios le concedió la gracia al padre Miguel Agustín Pro Juárez de morir de esta manera el 23 de noviembre de 1927.