A menudo puede ser beneficioso ir más despacio al leer los Evangelios y considerar los pequeños detalles del ministerio de Jesús. Un ejemplo es la forma en que Jesús curaba a la gente.
El Papa Francisco señala en su última encíclica, Dilexit nos, que Jesús no curaba a la gente a distancia, sino de cerca, incluso usando sus manos.
Cercanía
Es un pequeño detalle, pero merece la pena meditarlo y dedicarle algún tiempo. El Papa Francisco explica cómo revela una parte única del ministerio de Jesús:
"Jesús vino a nuestro encuentro, salvando todas las distancias; se hizo tan cercano a nosotros como las realidades más sencillas y cotidianas de nuestras vidas. De hecho, tiene otro nombre, 'Emmanuel', que significa 'Dios con nosotros', Dios que forma parte de nuestras vidas, Dios que vive en medio de nosotros. El Hijo de Dios se encarnó y 'se despojó de sí mismo, tomando forma de siervo' (Flp 2,7).
Esto queda claro cuando vemos a Jesús en acción. Él busca a las personas, se acerca a ellas, siempre abierto a un encuentro con ellas".
Cuando Jesús ve a alguien que necesita curación, literalmente extiende la mano y lo toca:
"Siempre que Jesús curaba a alguien, prefería hacerlo, no a distancia, sino muy cerca: 'Extendió la mano y le tocó' ( Mt 8,3). 'Le tocó la mano' ( Mt 8,15). 'Les tocó los ojos' ( Mt 9,29). Una vez incluso se detuvo a curar a un sordo con su propia saliva (cf. Mc 7,33), como haría una madre, para que la gente no pensara que estaba alejado de sus vidas. El Señor conoce la fina ciencia de la caricia. En su compasión, Dios no nos ama con palabras; sale a nuestro encuentro y, con su cercanía, nos muestra la profundidad de su tierno amor".
A continuación, el Papa Francisco muestra cómo esta realidad puede impactarnos: "Ese mismo Jesús te espera ahora para que le des la oportunidad de traer luz a tu vida, de elevarte y de llenarte de su fuerza."
Dios quiere ser parte íntima de nuestras vidas, pero primero tenemos que dejarle entrar en nuestros corazones.