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El Papa propone un retorno a los fundamentos de la fe católica con su nueva encíclica

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I.Media - publicado el 24/10/24
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Basándose ampliamente en las enseñanzas de Juan Pablo II y de numerosos santos, el Papa Francisco desarrolla una amplia reflexión sobre la necesidad de que los cristianos dispongan su corazón para contemplar y acoger el amor de Dios

"Debemos redescubrir la importancia del corazón" para resistir a un mundo "que transforma a los seres humanos en consumidores insaciables, esclavizados al funcionamiento de un mercado que no se interesa por el sentido de la existencia", explica el Papa Francisco en su cuarta encíclica, Dilexit nos, publicada el 24 de octubre de 2024 y dedicada "al amor humano y divino del Corazón de Jesucristo".

Tras dos encíclicas sociales, Fratelli tutti y Laudato si', el pontífice argentino desarrolla esta vez un texto denso que señala un retorno a una enseñanza espiritual más tradicional.

Basándose ampliamente en las enseñanzas de Juan Pablo II y de numerosas figuras de la espiritualidad católica -san Francisco de Sales, santa Catalina de Siena, Teresa de Lisieux, Charles de Foucauld…-, el Papa Francisco desarrolla en este texto de cuarenta páginas una amplia reflexión sobre la necesidad de que los cristianos dispongan su corazón para contemplar y acoger el amor de Dios.

Se inscribe en una larga tradición de papas y santos que han promovido la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, una piedad tradicional popularizada tras las apariciones de Paray-Le-Monial (Francia) a finales del siglo XVII.

El corazón

A partir de una cita de san Pablo en su Carta a los Romanos - "Dilexit nos" en latín, que significa "Él nos ha amado"-, el Papa de 87 años inicia esta encíclica con una amplia reflexión sobre el corazón en sentido amplio, recurriendo a la mitología (Homero), la filosofía clásica (Platón) y la Biblia.

La Palabra de Dios "nos habla de un centro, el corazón, que está detrás de toda apariencia, incluso detrás de los pensamientos superficiales que nos engañan", explica, tomando como ejemplo la emoción de los discípulos al encontrarse con Cristo resucitado en el camino de Emaús: "¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba por el camino?"

Al denunciar los callejones sin salida de la actual "sociedad líquida", en la que las personas se ven reducidas al rango de consumidores, el Papa señala que "la devaluación del centro íntimo del hombre -del corazón- viene de lejos: se encuentra ya en el racionalismo griego y precristiano, en el idealismo postcristiano y en el materialismo en sus diversas formas", analiza.

"El corazón tiene poca cabida en la antropología y es un concepto ajeno al gran pensamiento filosófico. Otros conceptos como la razón, la voluntad o la libertad han sido privilegiados sobre él", se entristece el pontífice, procedente de una América Latina que siempre ha mantenido una mirada crítica ante el excesivo racionalismo presente en el pensamiento occidental, particularmente a través de la filosofía de la Ilustración.

Un Papa preocupado por la inteligencia artificial y la guerra

Con referencias eclécticas que van desde Romano Guardini a Dostoievski, pasando por el filósofo alemán Martin Heidegger, el Papa revaloriza un enfoque de las relaciones humanas y con Dios que deja mucho espacio al corazón y a las emociones. "En la era de la inteligencia artificial, no podemos olvidar que la poesía y el amor son necesarios para salvar al hombre", insiste Francisco.

Basándose en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola y su relectura por el jesuita francés Michel de Certeau, el Papa explica que los afectos son parte integrante de la vida espiritual, y que las emociones del corazón deben formar parte de la relación con Dios, en la oración.

"El Señor nos salva hablándonos al corazón desde su Sagrado Corazón", dice Francisco, inspirándose en la teología del cardenal británico John Henry Newman, un sacerdote anglicano que se hizo católico y al que canonizó en 2019.

"Solo desde el corazón nuestras comunidades podrán unir sus mentes y voluntades, y pacificarlas para que el Espíritu nos guíe como una red de hermanos; porque la pacificación es también una tarea del corazón", explica Francisco, en un momento en el que la Iglesia católica está desgarrada por muchas tensiones.

"Ante el Corazón de Cristo, pido al Señor que se compadezca una vez más de esta tierra herida que Él quiso habitar como uno de nosotros", suplica el Papa Francisco. "Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo, que sobrevive en medio de guerras, desequilibrios socioeconómicos, consumismo y uso antihumano de la tecnología, redescubra lo más importante y lo más necesario: el corazón", prosigue.

"La devoción al Corazón de Cristo no es la adoración de un órgano"

Francisco desarrolla entonces una relectura de los Evangelios, mostrando las emociones de Jesús. "Qué hermoso es saber que si los demás ignoran nuestras buenas intenciones o las cosas positivas que hacemos, Jesús no las ignora; al contrario, las admira", afirma.

"La devoción al Corazón de Cristo no es la adoración de un órgano separado de la persona de Jesús. Contemplamos y adoramos a Jesucristo en su totalidad, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen en la que destaca su corazón", explica el Papa, siguiendo la encíclica dedicada a este tema por su lejano predecesor Pío XII, Haurietis aqua, publicada en 1956.

El Corazón de Cristo es "la obra maestra del Espíritu Santo", insiste Francisco, en una de sus muchas referencias a Juan Pablo II, a quien canonizó en 2014. Citando a su predecesor polaco, el Papa argentino recuerda también que "la devoción al Sagrado Corazón, tal como se desarrolló en Europa hace dos siglos bajo el impulso de las experiencias místicas de santa Margarita María Alacoque, fue una respuesta al rigorismo jansenista, que había terminado por ignorar la infinita misericordia de Dios".

"El hombre del año 2000 necesita el Corazón de Cristo para conocer a Dios y conocerse a sí mismo; lo necesita para construir la civilización del amor", insistía Juan Pablo II en una catequesis pronunciada en 1994.

"Hoy nos encontramos ante un fuerte avance de la secularización, que aspira a un mundo libre de Dios", se preocupa Francisco, señalando que "se multiplican en la sociedad diversas formas de religiosidad privadas de referencias a una relación personal con un Dios amoroso, que son nuevas manifestaciones de una 'espiritualidad sin carne'".

"Dirijo mi mirada al Corazón de Cristo y os invito a renovar vuestra devoción. Espero que sepa tocar también la sensibilidad contemporánea y nos ayude a afrontar estos viejos y nuevos dualismos, a los que ofrece una respuesta adecuada", explicó el jefe de la Iglesia católica.

Cómo se desarrolló la devoción al Sagrado Corazón

Retomando el tema de la "sed de Dios" expresada en los relatos bíblicos y en el desarrollo gradual de la vida religiosa y de los monasterios a lo largo de los siglos, el Papa explica que "la devoción al Corazón de Cristo superó gradualmente la vida monástica y llenó la espiritualidad de santos maestros, predicadores y fundadores de congregaciones religiosas que la difundieron por las regiones más remotas de la tierra".

El Papa Francisco pone como ejemplo las misiones de San Juan Eudes en Normandía a finales del siglo XVII, pero también menciona la contribución de san Francisco de Sales. El obispo saboyano "contemplaba a menudo el Corazón abierto de Cristo, que invita a permanecer allí en una relación personal de amor en la que se iluminan los misterios de la vida", explica.

Refiriéndose a la difusión de la devoción al Sagrado Corazón a partir de la experiencia espiritual de santa Margarita María Alacoque en Paray-Le-Monial, el Papa destacó el papel fundamental del director espiritual de la Santa, el jesuita Claude La Colombière, que "ofreció una hermosa síntesis entre la rica y magnífica experiencia espiritual de santa Margarita María y la contemplación muy concreta de los Ejercicios ignacianos".

"San Charles de Foucauld y Santa Teresa del Niño Jesús han remodelado, sin saberlo, algunos elementos de la devoción al Corazón de Cristo, ayudándonos a comprenderla cada vez más fielmente al Evangelio", explica Francisco, volviendo largamente a la herencia espiritual de estos dos santos franceses a los que se ha referido a menudo, en particular al canonizar a Charles de Foucauld en 2022, y al dedicar una exhortación apostólica a santa Teresa de Lisieux, C'est la confiance, en octubre de 2023.

El Papa repasa la vida del ex soldado francés y ermitaño asesinado en 1916 en el desierto de Argelia, explicando que "su amistad con Jesús, de corazón a corazón, no era una devoción íntima. Era la raíz de aquella vida desnuda en Nazaret con la que Charles quería imitar a Cristo y configurarse con Él".

Y como él, "santa Teresa del Niño Jesús respiró la inmensa devoción que inundó Francia en el siglo XIX", explica. "No comprendo a las almas que tienen miedo de un Amigo tan tierno", escribía la monja normanda en una carta al abate Roulland, en la que expresaba su incomprensión de ciertos tratados espirituales áridos y prefería sumergirse directamente en la Sagrada Escritura.

"Veo que basta con reconocer la propia nada y abandonarse como un niño en los brazos del Buen Dios", explicaba la santa, proclamada Doctora de la Iglesia por Juan Pablo II en 1997.

Reparación, perdón y misión

Dando una amplia visión del lugar que ocupa la devoción al Sagrado Corazón en el pensamiento jesuita y en la historia de la espiritualidad en sentido amplio, el Papa explica:

"La reparación externa no es suficiente para el mundo ni para el Corazón de Cristo. Si pensamos en nuestros propios pecados y en sus consecuencias para los demás, descubriremos que reparar el daño hecho al mundo implica también el deseo de reparar los corazones heridos, allí donde se ha causado el daño más profundo, la herida más dolorosa".

Insistiendo en el tema de la reparación y el perdón, el Papa insiste en que la Iglesia necesita la devoción al Sagrado Corazón de Jesús "para no sustituir el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otra época, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que acaban ocupando el lugar del amor gratuito de Dios que libera, vivifica, deleita el corazón y alimenta las comunidades".

La conclusión de la encíclica es una invitación del Papa a una Iglesia misionera. "Hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra, de tal manera que los demás no tengan que hacer un gran esfuerzo para amarlo: este es el mayor deseo de un misionero del alma", dice el Papa Francisco.

No duda en dirigirse a sus lectores a nivel personal e interpelarlos íntimamente: "Cristo os pide que, sin descuidar la prudencia y el respeto, no os avergoncéis de reconocer vuestra amistad por Él. Os pide que os atreváis a decir a los demás que es bueno para vosotros haberle conocido".

Este texto, que suena a testamento para un Papa que pronto cumplirá 88 años, marca una vuelta a una piedad católica más tradicional que en sus anteriores encíclicas. "Con Cristo, estamos llamados a construir una nueva civilización del amor sobre las ruinas dejadas en este mundo por nuestro pecado. Esta es la reparación que el Corazón de Cristo espera de nosotros", suplica el jefe de la Iglesia católica.

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