El jesuita Pascual Cebollada, postulador de su causa de beatificación del padre Pedro Arrupe destaca dos indicios de la santidad del padre Pedro Arrupe.
“Recibimos abundante información sobre gracias y favores obtenidos por su intercesión”, explica a Aleteia. “A esto ayuda haber constatado que hay más de 150 instituciones en todo el mundo que llevan el nombre de Arrupe”, añade.
Para Cebollada, “esto se convierte en una prueba del cariño hacia él y en un estímulo para fomentar y difundir su devoción”.
La bendición del Papa
La Iglesia todavía no ha confirmado la realización de ningún milagro por intercesión del Padre Arrupe, pero sí “ha habido alguna posibilidad”, dice el postulador.
El Papa está haciendo lo posible para que el que fuera superior General de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983 llegue a los altares. Lo reconoció él mismo en un encuentro con jesuitas durante su viaje a Asia el pasado mes de septiembre.
“Fue un hombre de Dios”, afirmó Francisco, ”es realmente un modelo de jesuita: no tenía miedo, nunca hablaba mal de los demás, se entregó por la inculturación de la fe y por la evangelización de la cultura”.
Fin de la fase diocesana
El próximo jueves 14 de noviembre, aniversario del nacimiento de Arrupe, se
celebrará la sesión de clausura de la fase diocesana de su causa en San Juan de Letrán, en Roma.
En este acto se lacrarán las cajas que contienen, entre otras cosas, más de 10 mil
páginas de testimonios y documentos inéditos suyos o sobre él. Así terminará la fase de la recogida de pruebas, explica Cebollada.
A continuación, el material irá al Vaticano, al dicasterio de las Causas de los Santos. Allí el proceso continuará con los pasos necesarios para la redacción de la Positio, que será finalmente examinada y juzgada por la Iglesia.
Profeta de la renovación conciliar
Durante 18 años, Pedro Arrupe fue Superior General de la Compañía de Jesús, y durante 15 años fue Presidente de la Unión de Superiores Generales (de la vida consagrada masculina).
“Su aportación a la Compañía y a la vida religiosa fue muy relevante, en el modo de vida, los votos, el gobierno, el apostolado, la inculturación, la espiritualidad, el ecumenismo…”, explica el padre Cebollada.
Este servicio lo realizó los años en los que la Iglesia católica estaba viviendo la puesta en práctica del Concilio Vaticano II. Alguno lo ha considerado “profeta de la renovación conciliar”.
Para Cebollada, Arrupe es “un candidato a la santidad desde una vida de gran unión a Dios y a la Iglesia, con coherencia entre lo mucho que escribía y decía con lo que vivía, y con un modo de gobernar tomado de san Ignacio de Loyola, basando la obediencia en la escucha y el discernimiento”.
Discrepancias
Arrupe también despertó algunas discrepancias a lo largo de su vida. Por ejemplo, en los años 1974 y 1975, un grupo de jesuitas españoles sugirió que su superior estaba traicionando la misión de la Compañía de Jesús.
Pero él siempre se sometió a las indicaciones de la Santa Sede, “siempre fue obediente” y “sufría con perdón y misericordia”, según el Papa Francisco.
Por su parte, el postulador pone la mano en el fuego por la santidad de Arrupe pero dice que “se ha de dejar tiempo para que se remansen muchas cosas”.
“Hemos de acudir a los documentos”, para conocer exactamente lo que pasó -afirma Cebollada-. En la Iglesia pueden coexistir discrepancias en cuestiones que no son
Esenciales”.
Y añade: “Cada santo representa un rasgo de Cristo –por decir así-, un subrayado
particular, una contribución propia al cuerpo de Cristo, de acuerdo con su personalidad, las circunstancias y la gracia recibida de Dios”.