El Papa Benedicto XVI, desde pequeño, fue un gran amante de la música. Aprendió a tocar el piano en su niñez, junto con su hermano Georg Ratzinger, que tocaba el órgano. Y Disfrutaba de grandes composiciones musicales de los autores Mozart, Beethoven y Bruckner.
Él es conocido por su gran inteligencia y sabiduría. Profundizó en la teología, así como en la importancia de la música religiosa en la actualidad. Gracias a él podemos encontrar libros, discursos y documentos que nos ayudan a entender la importancia del canto gregoriano.
"El arte musical, [está] llamado, de modo singular, a infundir esperanza en el corazón humano, tan marcado y a veces herido por la condición terrena".
Acercarnos a la fe a través de la música
En su libro Un canto nuevo para el Señor, que publicó cuando era el cardenal Joseph Ratzinger, mencionó que es fundamental que el hombre - actualmente enfrascado en la música popular- tenga un reencuentro con la música religiosa, un nuevo diálogo que una la cultura y la Iglesia:
“Si la Iglesia ha de afrontar con nueva radicalidad los males de nuestro tiempo, la cultura (...) debe abrirse a una dolorosa terapia, es decir, a una reconciliación interna con la religión, porque solo de ella puede recibir la savia vital”.
La música religiosa debe estar presente en nuestros días, no es cosa del pasado, sino que es un lenguaje vivo y eterno que indica cómo actuar y adorar a Cristo. Es importante que como católicos estemos en comunión con nuestro origen musical.
Esta comunión tiene un precedente: la Biblia
El salterio, un libro musical compuesto por salmos de la Biblia, contiene elementos de fe que hoy son de gran ayuda para profundizar en nuestra relación con Dios. Conociendo los salmos, nos encontramos con ambas partes de la historia: el Antiguo y Nuevo Testamento.
En el Antiguo Testamento, el salterio era “el puente entre la ley y los profetas”. Se origina gracias al culto de aquel tiempo y a través de su profundización vamos descubriendo cómo el hombre se abre ante Dios y lo adora. Por lo que funge como ese puente al Nuevo Testamento, porque los salmos eran considerados los cantos del rey David, del “verdadero David”, que es Cristo.
Los cristianos de los primeros años oraban con los salmos hasta el punto de cantarlos como himnos. Benedicto XVI hace una preciosa referencia de que Cristo era el “director de coro que nos enseña el canto nuevo”, en donde la Iglesia se une a él para darle tributo de forma íntima y correcta.
"Así pasó a la conciencia de la Iglesia, desde el versículo de un salmo, el deber de buscar la altura artística de la expresión musical en la alabanza de Dios".
Nuestra vocación es exaltar a Dios
La Biblia nos enseña que la expresión musical está ligada a la respuesta de nuestra humanidad de querer exclamar el nombre de Dios. Nuestra vocación de educar y evangelizar su palabra.
"La música despeja el obstruido camino del corazón, del centro de nuestro ser, donde nos encontramos con el ser del Creador y Redentor. Cuando esto se logra, la música es la vía que conduce a Jesús, el camino donde Dios muestra su salvación".
Benedicto XVI nos invita a ser parte de esta unión con Cristo, de acercarnos a Él, por medio de la intimidad de las notas musicales. Interesarnos por la música religiosa, los cantos gregorianos, es vivir la fe católica y seguir expandiendo esa cultura de amor que nos enseña la Biblia.