Ser cristianos en el mundo puede ser difícil a veces, ya que nos encontramos con numerosas tentaciones a lo largo del día. Aunque la oración es uno de los métodos más eficaces para combatir estas tentaciones, otro método es mirar continuamente a los santos.
Aferrarse a los santos
San Clemente de Roma, que fue ordenado apóstol por san Pedro y murió mártir en el siglo I, escribió una carta a los corintios y les animó en la fe:
"El mandamiento está escrito: Aférrense a los santos, porque los que se aferren a ellos serán santificados. También hay un pasaje en la Escritura que dice: con el inocente serán inocentes, y con el elegido serán también elegidos; asimismo con el perverso tratarán perversamente. Dedíquense, pues, al inocente y al justo; ellos son los elegidos de Dios".
Creía que cuanto más intentáramos imitar a quienes nos habían precedido en la fe, más cerca estaríamos de Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una reflexión similar:
"Comunión con los santos. 'No es solo con el título del ejemplo como acariciamos la memoria de los que están en el cielo; buscamos, más bien, que por esta devoción al ejercicio de la caridad fraterna se fortalezca la unión de toda la Iglesia en el Espíritu. Así como la comunión cristiana entre los peregrinos nos acerca a Cristo, así también la comunión con los santos nos une a Cristo, de quien emana, como de su fuente y cabeza, toda la gracia y la vida misma del Pueblo de Dios'"
Los santos nos proporcionan faros de luz en nuestra vida cotidiana, nos animan a seguir adelante y nos muestran que es posible llevar una vida virtuosa.