Mariusz había perdido el sentido de la vida, a pesar de tener una familia, una casa, dinero y una carrera maravillosos. En su corazón ardía un vacío que ni el alcohol ni las cosas materiales podían ahogar. Cuando descubrió que tenía cáncer de laringe, quiso suicidarse. Sin embargo, acudió a una reunión de la comunidad de Renovación carismática y se curó durante la oración de intercesión. Ahora acompaña a personas en crisis o adictas, dirige un negocio y los milagros siguen sucediendo en su vida diaria.
La vida de Mariusz iba de fiesta en fiesta. Drogas, alcohol, fiesta, mujeres y amigos: éstas eran sus prioridades. Recuerda que tenía que hacerse rico porque creía que era la única manera de forjarse una autoestima y un prestigio social. Tenía una hermosa familia: mujer, hijos, una casa junto al bosque, una carrera floreciente y pasiones, pero sentía un enorme vacío y miedo al futuro. Faltaba espacio para Dios porque había que ganar dinero.
"Enterré mi espiritualidad, renuncié a ella conscientemente en favor de lo material", cuenta a Aleteia. El punto de inflexión fue una enfermedad. Cáncer de laringe. El diagnóstico sonó como una sentencia.
"Sentía vergüenza, miedo y me aislaba de la gente. Lo que más miedo me daba era la invalidez, una traqueotomía, la quimioterapia, así que rechacé el tratamiento", cuenta.
Mariusz no comentó la situación con su mujer, no quería preocupar a sus allegados. Los síntomas del cáncer no pudieron ocultarse durante demasiado tiempo. Problemas de habla cada vez más frecuentes, un cambio en el timbre de su voz. El hombre escupía sangre. En su corazón, en cambio, había una lucha interna. Incluso pensó en suicidarse. Planeaba subirse a su moto, conducirla a 250 km/h y chocar contra un árbol. Lo único que le importaba era estar sobrio en el momento de su muerte para que sus hijos tuvieran la oportunidad de alguna compensación.
Antes de fallecer, solo quería reconciliarse con Dios. No contaba con nada más. Se puso en tal estado que no tenía fuerzas ni para levantarse de la cama. No podía rezar. Entonces clamó a Dios y le pidió ayuda.
Dios no lo había abandonado
"Debió de hacer un milagro, porque antes no veía ninguna de sus señales. Ahora me alegro de que nunca me haya abandonado", explica Mariusz Ferenczak.
En una ocasión -en mitad de la noche- llamó a un amigo, aunque, como él mismo señala, no recuerda haber marcado el número. Hablaba de cosas triviales y de la tumba de su madre, que murió cuando él tenía solo nueve años.
"Mi amigo no sabía con quién estaba hablando, no sabía que yo estaba tan gravemente enfermo. En un momento dado sintió la inspiración del Espíritu Santo y la orden de no colgar. Al cabo de unos minutos, se dio cuenta de que era yo quien llamaba y se ofreció a venir a recogerme. Estábamos a 100 kilómetros de distancia, así que me negué y le prometí que le vería por la mañana", cuenta Mariusz.
Al visitarlo a la mañana siguiente acudieron a una reunión de la comunidad Renovación del Espíritu Santo y durante la oración de intercesión fue sanado. "Recuerdo que alguien dijo que el Espíritu Santo acababa de curar a alguien de un cáncer de laringe. Levanté la mano y dije que era yo quien tenía cáncer. Entonces ya no lo tienes'", recuerda.
"Vivir con Dios da amor y quita el miedo"
A Mariusz, Dios le ha dado una nueva vida. Trabaja con personas en duelo y con quienes luchan contra las crisis, las adicciones y la exclusión social. También es mediador familiar y habla a menudo con niños que afrontan el divorcio de sus padres y experimentan estrés y un sentimiento de rechazo.
Es licenciado en pedagogía, socioterapia y resocialización. Está cursando otro, esta vez en logoterapia.
Dirige su propia empresa, de la que, como explica, María es la jefa. En su tiempo libre, monta en moto y pasea por la montaña.
El centro de su vida es ahora la Eucaristía. Se fortalece al poder recibir al Señor Jesús, rezando por su familia, sus amigos y las personas con las que se encuentra. Confía en Dios y le confía sus peticiones y asuntos.
Si me caigo, ya sé dónde buscar ayuda", añade.
Mariusz admite que ahora relaciona todo lo que aprende con las Escrituras. "Si todo lo que hay allí coincide conmigo, entonces transmito este conocimiento a los demás", subraya. Sostiene que vivir con Dios da amor y quita el miedo. "Nadie ni nada puede llenar el vacío del corazón sin referencia a Él", concluye.