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Una regla de 30 segundos para no ser groseros con los demás

Ms. Natalie Ringold
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Katarina Berden - publicado el 28/05/24
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Una profesora enseñó a sus alumnos un simple método para no desearle mal a nadie ni "aplastar deliberadamente su corazón". Conoce y aplica esta regla tú también

Natalie Ringold, profesora de primaria en Minnesota (EE.UU.), quiere enseñar a sus alumnos no solo lo que figura en los libros de texto, sino también los valores correctos y los buenos hábitos de una forma innovadora e interesante.

Como quería que otros profesores o padres pudieran utilizar sus métodos, empezó a compartir vídeos de su trabajo con niños en Instagram. En una de sus publicaciones, podemos verla explicando a sus alumnos lo que ocurre cuando somos groseros con los demás.

Nuestras palabras tienen un gran poder

En una de sus clases, la profesora Natalie recortó un gran corazón de papel y explicó a los alumnos que si alguien nos felicita, nos dice algo amable y nos hace sentir bien, nuestro corazón permanece igual.

Luego pidió a los alumnos que pensaran en alguna ocasión en la que alguien les hubiera dicho lo contrario, algo desagradable, grosero, hiriente. Mientras hablaba, arrugó un corazón de papel y dijo que ese corazón representaba nuestros sentimientos.

Aunque nos disculpemos y digamos que lo sentimos, dejamos algunas marcas en el corazón"

Todos decimos algo inapropiado a alguien en algún momento. Es entonces cuando tenemos que disculparnos, "retirar" lo que hemos dicho, dar a la otra persona un poco de espacio y tiempo para recuperarse. En ese momento, mostró su corazón arrugado, que ya no era tan plano como antes. Preguntó a los alumnos: "¿El corazón tiene el mismo aspecto que antes? La verdad es que no. Aunque nos disculpemos y digamos que lo sentimos, dejamos algunas marcas en el corazón".

Natalie explicó que nuestras palabras son muy importantes y tienen un gran poder. Muchas veces, y después de mucho tiempo, recordamos los cumplidos o las malas palabras que hemos oído de los demás. Nos acordamos de ambas porque a ambas les damos mucha importancia.

Regla de los 30 segundos

Tras la introducción del tema, la profesora Natalie presentó la regla de los 30 segundos, que es muy útil si se quiere explicar a los niños el tema de la comunicación amistosa, pero no está mal ni es muy útil que los adultos reflexionen sobre ello en algún momento. A menudo somos los adultos los que ofendemos y herimos a los demás con nuestras palabras.

¿Cómo explicó la regla de los 30 segundos?

"Si alguien no puede cambiar algo de sí mismo en menos de 30 segundos, no debes mencionárselo. Por ejemplo, si le dices a alguien: 'Tienes los cordones desatados, átalos', esa persona probablemente pueda cambiarlo en menos de 30 segundos y no se entristecerá por ello.

Pero si haces un comentario sobre el color del pelo o el peinado de alguien, esa persona no podrá cambiarlo en 30 segundos o menos. Por lo tanto, no es un comentario que puedas hacer porque es algo que no pueden cambiar por sí mismos. Nuestras palabras tienen peso. Vamos a escribir esto en medio de este corazón. Lo colgaremos en la pizarra para recordar que nuestras palabras tienen un gran poder. Nuestro trabajo es pensar lo que vamos a decir antes de decirlo".

Una habilidad desafiante pero muy buena para todos

La regla de los 30 segundos es, por supuesto, bastante simple y unidimensional. No cabe duda de que es útil recordar a alguien un rasgo difícil de cambiar en medio minuto, pero que sería beneficioso mejorar. Sin embargo, hay que tener cuidado de decir solo lo que sería bueno para la otra persona y no señalar algo que pueda herirla. Incluso Natalie, la profesora, dice que esto no siempre es fácil.

Es una habilidad difícil de aprender, pero es muy importante y siempre será útil en la vida. No debemos tener malos deseos para nadie y "aplastar" deliberadamente su corazón. En realidad, queremos que la otra persona se sienta mejor después de hablar con nosotros. Hay que querer colmar a la gente de amabilidad y cumplidos. Ése es nuestro objetivo. Repartir amabilidad, repartir cumplidos.

Que esta sencilla regla nos sirva de motivación para pensar en cada conversación en lo que decimos, cómo lo decimos y cómo reaccionará la otra persona. ¡Tomemos la iniciativa de esta profesor y difundamos amabilidad!

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