La vida actual exige inmediatez, nadie quiere perder tiempo en situaciones que no le reporten interés. Por eso, se entiende que muchos deseen que la santa Misa cambie en ciertos aspectos que consideran aburridos.
Sin embargo, hay que entender, en primer lugar, qué es y para qué tenemos la santa Misa.
Un santo sacrificio
El Catecismo de la Iglesia católica dice que la Misa es el "Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor".
Es el "Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o también Santo Sacrificio de la Misa, "sacrificio de alabanza" (Hch 13,15; cf Sal 116, 13.17), sacrificio espiritual (cf 1 P 2,5), sacrificio puro (cf Ml 1,11) y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza (CIC 1330).
Nadie en su sano juicio pensaría poner entretenimiento en un sacrificio. Y menos cuando sabemos que quien murió fue el Salvador del mundo para rescatar a la humanidad de todos sus pecados.
Antes bien, este hecho invita a una profunda reflexión e interiorización.
¿Para qué tenemos la Misa?
El Señor Jesús, después de multiplicar los panes y los pescados, había hecho una promesa: dar la vida eterna a quien comiera su carne y bebiera su sangre (Jn 6, 54). San Juan explica que muchos se escandalizaron cuando oyeron a Jesús diciendo tremendas palabras y que por eso lo abandonaron.
Sin embargo, el Señor cumplió su promesa, y durante la última cena, encargó a los apóstoles celebrar lo mismo que Él hacía en ese momento con ellos:
"Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: 'Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía'. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: 'Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes'" (Lc 22, 19-20).
No tiene por qué ser aburrida
Ahora, el punto de interés se centra en si la Misa es aburrida o no: seguramente que, cuando conocemos a una persona y empezamos a amarla, todo lo que dice nos parece interesante y le damos el respeto que merece.
De la misma manera, cuando conocemos el valor de la santa Misa, no podemos considerarla aburrida, por el contrario, participamos con más amor y agradecimiento, escuchando con atención cada palabra del sacerdote.
Cada oración es un compendio del amor de Dios hacia nosotros, de nuestra acción de gracias y del reconocimiento que le debemos por haber entregado a su Hijo para nuestro rescate, donde la Iglesia triunfante se une a nosotros para adorar al Señor.
Porque es el mismo Cristo quien se está dirigiendo a nosotros, y mientras exista el mundo, seguirá dándose de nuevo en el altar como víctima agradable al Padre, tal como lo hizo en la cruz.