Normalmente, cuando rezamos oraciones de petición, pedimos a Dios algo que queremos o necesitamos. Podemos pedir buena salud, un nuevo trabajo, un futuro cónyuge o un nuevo hijo. Sea lo que sea, con frecuencia pedimos cosas que queremos, necesitamos o nos gustaría tener; y es posible que eso que pedimos (y queremos) coincida con lo que Dios quiere para nosotros, pero no siempre es así.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos desafía a revisar nuestra disposición interior y cómo rezamos las oraciones de petición:
"¿Estamos convencidos de que 'no sabemos rezar como es debido'? ¿Pedimos a Dios 'lo que nos conviene'? Nuestro Padre sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, pero espera nuestra petición porque la dignidad de sus hijos reside en su libertad".
Uno de los grandes misterios de la oración es que Dios sabe lo que necesitamos incluso antes de que se lo pidamos. Sin embargo, Dios quiere que le pidamos lo que necesitamos. Quiere ver nuestra respuesta libre a su amor.
¿Sabe Dios lo que necesitamos?
Lo que tenemos que tener en cuenta es que Dios sabe lo que es mejor para nosotros y no nos dará algo que no necesitamos.
Jesús mismo nos lo asegura en el Evangelio de Lucas:
"Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dará una serpiente; o si le pide un huevo, le dará un escorpión?"
Lo que tenemos que hacer es rezar con plena confianza en Dios, teniendo fe en que nos dará lo que necesitamos, y no necesariamente lo que queremos:
"Debemos rezar, pues, con su Espíritu de libertad, para poder saber realmente lo que Él quiere".
Siempre que recemos, debemos tener presente todo esto y resignarnos a la voluntad de Dios.
Se nos anima a rezar por aquellas cosas que creemos necesitar. Dios puede concedernos exactamente lo que pedimos, respondiendo con precisión a nuestra petición. Sin embargo, Dios también puede responder a nuestra oración de una manera muy diferente. Simplemente necesitamos estar abiertos a la voluntad de Dios, rezando por lo que queremos, pero estando satisfechos con recibir lo que Dios sabe que necesitamos.