Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy, en este Tercer Domingo de Pascua, las Escrituras nos invitan a reflexionar sobre la presencia viva y transformadora de Jesús en nuestras vidas, tanto a través de las Sagradas Escrituras como en el Sacramento de la Eucaristía. Las lecturas de hoy nos llevan a un viaje espiritual para reconocer a Jesús resucitado en medio de nuestras experiencias cotidianas y en los momentos sagrados de la liturgia.
La resurrección no es simplemente un evento histórico, sino una realidad viva
En la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 3, 13-15, 17-19), Pedro proclama valientemente el mensaje del Evangelio a la multitud reunida en el templo. Después de la curación milagrosa de un hombre cojo, Pedro aprovecha la oportunidad para testificar sobre Jesús como el Mesías prometido, el Salvador del mundo. Pedro llama a la conversión y al arrepentimiento, invitando a todos a volver a Dios para que puedan experimentar tiempos de renovación y restauración.
Esta proclamación del Evangelio por parte de Pedro nos recuerda que la resurrección de Jesús no es simplemente un evento histórico, sino una realidad viva que transforma nuestras vidas hoy. Al igual que Pedro, estamos llamados a ser testigos valientes de la Buena Nueva de Jesucristo, compartiendo su amor y su poder sanador con el mundo que nos rodea.
Buscar y reconocer la presencia de Jesús en nuestras propias vidas
En el Evangelio de hoy (Lc 24, 35-48), encontramos a Jesús apareciéndose a sus discípulos después de su resurrección. En medio de su incredulidad y temor, Jesús les ofrece paz y les revela su presencia a través de las Escrituras y en la fracción del pan. Jesús les explica cómo todas las Escrituras apuntan hacia Él y cómo su muerte y resurrección cumplen las profecías del Antiguo Testamento. A través de esta experiencia, los discípulos llegan a reconocer a Jesús como el Señor resucitado y proclaman su victoria sobre el pecado y la muerte.
Esta experiencia de los discípulos en el camino de Emaús nos desafía a buscar y reconocer la presencia de Jesús en nuestras propias vidas. Al igual que los discípulos, podemos encontrarnos a veces confundidos o desanimados por las pruebas y dificultades de la vida. Sin embargo, Jesús nos asegura que está con nosotros en medio de nuestras luchas, revelándose a través de su palabra y en el Sacramento de la Eucaristía.
En la segunda lectura (1 Jn 2, 1-5a), el apóstol Juan nos recuerda que Jesús es nuestro defensor ante el Padre. A través de su sacrificio en la cruz, Jesús nos ha reconciliado con Dios y nos ofrece el perdón de nuestros pecados. Juan nos anima a obedecer los mandamientos de Dios y a caminar en la luz de su amor, confiando en la intercesión de Jesús en nuestro favor.
En este tiempo de Pascua: renovar nuestra fe
Hermanos y hermanas, en este tiempo de Pascua, somos llamados a renovar nuestra fe en la resurrección de Jesucristo y a reconocer su presencia viva en nuestras vidas. A medida que escuchamos la Palabra de Dios y participamos en la Eucaristía, abramos nuestros corazones para encontrarnos con Jesús resucitado, quien nos ofrece paz, esperanza y vida eterna.
Seamos testigos de Jesús, testigos creíbles en los diferentes momentos de nuestra vida aun cuando nos asaltan las dudas y el pecado, pero si tenemos humildad para reconocer que Él ha vencido el pecado podremos nosotros vencer y así dar testimonio de la vida en Cristo.
Que el Señor resucitado nos fortalezca en nuestra fe y nos guíe en nuestro camino hacia él. Que podamos reconocer su presencia amorosa en nuestras vidas y proclamar su resurrección con alegría y gratitud.
Amén.
Tercer Domingo de Pascua - Ciclo B
Segunda lectura - 1 Jn 2, 1-5a
Evangelio - Lc 24, 35-48