En una de las peticiones del Padre nuestro, solicitamos la ayuda divina para "no caer en tentación". Con mucha frecuencia repetimos esta hermosa oración y puede ser que nunca nos hayamos puesto a meditarla con calma, pues es la manera que tuvo Jesús para enseñar a sus Apóstoles a rezar y pedir todo lo que necesitaban (Mt 6, 9-13).
Por eso, es probable que desconozcamos a qué se refiere la palabra tentación, y por qué Jesús la incluyó entre los ruegos al Padre.
¿Qué es la tentación?
Si buscamos en el diccionario el significado de la palabra tentación, encontramos lo siguiente:
"Tentación: (asedio, prueba, tanteo en latín). Una tentación malsana que tiene origen maligno y pretende hacer caer al creyente tanto en la autonomía de Dios como en la desconfianza de Él y en la lejanía correspondiente y de la cual Cristo quiere alejar a sus seguidores pidiendo la liberación de ella".
En este sentido, la tentación es un asedio de parte del demonio para que el creyente se separe de Dios, por un lado, sintiendo que no necesita de Él, y por otro, provocando la desconfianza en Él.
Propósitos de la tentación
Ahora bien, el demonio, envidioso del hombre, busca apartarnos de Dios y nos envuelve con la tentación porque "conduce al pecado y a la muerte" (CEC 2847).
Pero también puede ser que Dios, que nos da la libertad, permita la prueba para fortalecer nuestra voluntad y reconocer que, en esa lucha, solo podemos fiarnos de Él.
(...) En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado» (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17) (CEC 2847)
¿La tentación es pecado?
El Catecismo nos aclara que "no entrar en la tentación" implica una "decisión del corazón"(CEC 2848). y que "también debemos distinguir entre 'ser tentado' y 'consentir' en la tentación" (CEC 2847).
Esto quiere decir que seremos tentados con el objetivo de hacernos sucumbir y caer en pecado; aquí está la diferencia. Todos tenemos distintas tentaciones, pero Dios nos pide que discernamos sobre lo que se presenta como bueno y deseable porque, de la decisión que tomemos, dependerá el estado de nuestra alma. El que vence la tentación, crece espiritualmente.
Entonces, sentir alguna tentación, en sí, no es pecado.
¿Cómo combatir la tentación?
"Pues bien, este combate y esta victoria solo son posibles con la oración" (CEC 2849). El mismo Jesús fue tentado en el desierto y en la Pasión; sin embargo, su oración al Padre le hace vencedor del Tentador, y de este modo, nos une a su combate y agonía.
Por eso, es importante -dice el Catecismo- que estemos en constante vigilancia:
La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su Nombre" (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Co 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8). (CEC 2849).
Recordemos que todo el tiempo el demonio está al acecho, por eso es importante no olvidarnos de acudir al Señor mediante la oración, la mortificación, el ayuno y los sacramentos, como dice el Catecismo:
Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15) (CEC 2849).