El surgimiento de los sínodos tiene raíces antiguas y se remonta en espíritu a los primeros días del cristianismo. La palabra «sínodo» proviene del griego synodos, que significa «asamblea». De hecho, consiste básicamente en una asamblea de líderes de la Iglesia que se reúnen para discutir asuntos importantes.
La Enciclopedia Católica reafirma esta definición, explicando que se trata de «un término general para las reuniones eclesiásticas bajo autoridad jerárquica, encaminadas a la discusión y decisión sobre asuntos relacionados con la fe, la moral o la disciplina».
De esta definición básica se desprende que el primer sínodo fue lo que muchos llaman el «Concilio de Jerusalén». Esta reunión de líderes de la Iglesia se relata en el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles:
"Llegaron unos hombres de Judea y enseñaron a los hermanos de Antioquía, diciendo: 'A menos que os circuncidéis, como manda la Ley de Moisés, no podréis salvaros'. Esto provocó un alboroto y una discusión muy seria entre ellos, Pablo y Bernabé. Entonces se decidió que Pablo, Bernabé y algunos otros irían a Jerusalén para discutir este tema con los apóstoles y los ancianos. Con el apoyo y solidaridad de la iglesia de Antioquía cruzaron Fenicia y Samaria.
Contaron la conversión de los paganos y dieron gran alegría a todos los hermanos. Cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la Iglesia, los apóstoles y los ancianos, y les contaron las maravillas que Dios había hecho a través de ellos. Intervinieron algunos de los que habían pertenecido al grupo de los fariseos y que habían abrazado la fe, declarando que era necesario circuncidar a los paganos y ordenarles observar la Ley de Moisés. Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para discutir este asunto".
Aunque los sínodos de hoy se ven muy diferentes del primer sínodo en Jerusalén, el espíritu sigue siendo el mismo.