“El amor es la pasión fundamental del hombre. Toda emoción del ser humano se resume en él”. Fulton J. Sheen nos comparte una reflexión sobre el amor en su libro Son tres los que se casan. En el cual, el autor describe la importancia del amor en la vida del ser humano, porque permite perfeccionarse, buscar ser mejor para el otro. Es en este sentido, el encuentro con la donación al prójimo.
Para poder ser donadores de amor se necesita primero un encuentro íntimo con Cristo, en donde el alma debe pasar por distintas etapas que reafirman esa búsqueda del Amado. Las cuales, a través de los distintos niveles, van creando una mayor cercanía con el Amado y con sus hijos.
“Nadie puede amarse como es debido a sí mismo, si no sabe por qué vive”. El mundo nos quiere hacer creer que es suficiente con tener un amor propio, un amor humano. Sin embargo, jamás el corazón se sentirá satisfecho de lo que la propia persona es, sino de algo superior que comparte el amor.
Este sentimiento demuestra la naturaleza humana de ser criaturas, porque por sí mismas no pueden entregar ese amor si no proviene del mismo que lo creó. Si las personas fueran creadoras del amor, no necesitarían estar con el prójimo porque ya hubiesen alcanzado la perfección misma.
Es por eso que Aleteia te presenta las distintas etapas que Fulton J. Sheen describe en su libro, sobre aquellos niveles que necesita pasar el alma al descubrir el amor de Cristo:
- “El alma empieza por amarse a sí misma, pero pronto ve su propia insuficiencia, al comprender que esta auto adoración sin Dios es como amar un rayo de sol sin el sol”.
En esta etapa la persona empieza a indagar en su corazón cómo amarse a su manera. Sin embargo, a pesar de buscar soluciones, no las encuentra, porque no es capaz de satisfacerse a sí misma. Es cuando comprende que el Amor viene de algo mayor que uno mismo. Su vida empieza a ser Cristo-céntrica.
- “Dios es amado, no por sí mismo, sino por el bien que proporciona. En esta etapa se hacen peticiones, por cuanto Dios es amado a cambio de los favores que da”.
El ser humano tiende a buscar su propia conveniencia y dentro de ella es el “bien”, porque es lo que le beneficia el Alma. En esta segunda etapa, la persona reconoce que no es capaz de valerse por sí misma ante las pruebas de la vida, pero encuentra en Dios una fuente de deseos a la cual puede estar constantemente pidiendo, buscando encontrar los beneficios otorgados.
- “Dios es amado por sí mismo y no por nosotros. El alma se interesa más por el ser Amado que por lo que da el Amado”.
Al conocer más a Dios, el alma deja de solo buscarlo cuando necesita algo, porque se sabe necesitado en todo momento de su creador. Deja de pensar en el -querer, poseer-, para ser ella misma poseída del Amor de Cristo. Así como un joven enamorado de una mujer busca saber los detalles de ella, el ser humano es atraído por la belleza de Cristo y quiere conocer más para amarlo con mayor intensidad.
- “La etapa final es esa rara circunstancia de que el amor de sí mismo es completamente abandonado, descargado y rendido por el amor de Dios”.
Esta es la etapa más difícil para el alma, pero es la etapa ideal. Una en donde hemos visto ejemplos de santos como San Francisco de Asís, Santa Teresita de Jesús y otros grandes, los cuales dejan toda su vida para ser reconocidos como hijos e instrumentos de Dios.
La persona deja de ser una sola para ser transformada en la Voluntad de Dios. Viven en la unidad de Cristo asimilando las bodas del Cordero. “Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí ”(Gál 2, 20).
Estas etapas por las cuales pasa la persona por amor a Dios son indispensables para llegar a la Santidad. No todas las personas pasan por este proceso al mismo tiempo ni en las mismas circunstancias, sino que es algo personal para cada uno. Es el viaje que toma el alma para conocer al Amado.
Sin importar en qué etapa del alma se pueda encontrar la persona, siempre tiene la capacidad de elevarla.