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Magdalena, Juan y Pedro: 3 actitudes ante la resurrección

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Luisa Restrepo - publicado el 12/04/23
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Cada uno tiene un propio camino hacia la vida plena. ¿Cuál es el tuyo?

La piedra ya ha sido quitada para todos nosotros, pero cada uno debe hacer un camino, a partir del momento de la vida en el que se encuentra, para ver, comprender y acoger esta liberación.

Los relatos de resurrección describen estos caminos, caminos de discípulos imperfectos, caminos diferentes de personas que buscan, con sus defectos y sus errores.

Dios nos acompaña, a cada uno, en este camino de descubrimiento y de toma de conciencia.

El sepulcro vacío no es una respuesta, no es un lugar para detenerse: el sepulcro vacío es una pregunta, es un impulso de buscar. Para comprender lo que hay allí para cada uno de nosotros es necesario ponerse en movimiento, volver a empezar, sabiendo que la esperanza ha ocupado el lugar de la muerte.

1Cuando todavía está oscuro

María de Magdala es la mujer del deseo, la que no se rinde, pero el dolor pesa tanto en su corazón que no puede ver.

No solo está oscuro a su alrededor, porque sale cuando se vislumbran las primeras luces de la mañana, sino que aún es de noche en su corazón.

Corre hacia la tumba lo antes posible, no espera la luz del día. El corazón está cerrado por el dolor, pero todavía quiere amar.

Para ella, la piedra quitada de la tumba no significa que tenga que dejar de llorar, sino que no tiene lugar para lamentarse pensando que su dolor no va a terminar.

Cuando hemos transformado nuestra vida en un lamento, cuando el dolor y las lágrimas se han convertido en el sentido de nuestra vida, nos cuesta reconocer que el Señor nos invita a tener esperanza porque las cosas también pueden cambiar.

Sin embargo, su preocupación se convierte en una oportunidad para anunciar: corre hacia los discípulos para compartir su preocupación y esa preocupación se convierte en el punto de partida para el inicio de su camino y el de otras personas.

2Cuando corremos y creemos rápido

Simón Pedro y el discípulo a quien Jesús amaba, el que puso su cabeza sobre el pecho de Jesús y que no huyó de la cruz, corren hacia ese sepulcro vacío.

Son dos modos diferentes de correr: Juan es la imagen de una fe joven, de una relación íntima con Jesús, un vínculo que la muerte no puede romper.

El discípulo amado llega primero, ve, intuye, pero no se pronuncia, porque tiene la humildad de esperar, no pretende juzgar.

El que verdaderamente busca, con honestidad, nunca se erige en maestro, le basta con creer en silencio en su corazón y dejar que los otros hagan su propio camino. El discípulo amado deja que Pedro entre primero.

3Cuando nos toma tiempo creer

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Pedro también hace su carrera. Algo lo sorprende, pero aún no puede ponerle nombre. Esta cansado, lleva el peso de su traición, necesita hacer un camino de reconciliación con su historia y con el Señor.

Pedro es un hombre que necesita tiempo, está acostumbrado a hacer sus cálculos. Entra en el vacío de la tumba, ve que hay algo raro, pero todavía le cuesta creer.

No es fácil mantenerse dentro de ese vacío, porque requiere un recorrido personal, un riesgo y un esfuerzo.

A veces es necesario estar un tiempo ahí, pero la invitación es a salir y a empezar a buscar: ¿Dónde está Jesús?

Esta se convierte en la cuestión de la vida del cristiano: buscar y encontrar a Jesús en todas las cosas, incluso en el dolor, el cansancio y la desilusión.

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